lunes, 27 de septiembre de 2010

LA VIDA DEL POETA (IX)


Si nos dejamos invadir por la decadencia,
la decadencia, llegará a nuestros músculos.

¡Lindo es darse cuenta que uno es un hombre maduro!

Cuarenta años,
una flor que se desgarra en la mirada.

No está mal proponerse una nueva vida,
precisamente,
en el ocaso de las ilusiones.

Un hombre que ya no corre tras el pan,
que ya no corre,
tras las caricias amadas de la noche,
que ya no corre,
que ya no mira atrás.

Detenida, está ahora,
la vida entre mis brazos
y en ese instante, sublime detención,
donde la carne es todo el pasado,
nombro, una nueva visión para mis ojos.

Garganta alucinada,
mi próxima palabra será mi destino:

POESÍA,
mineral sangrante,
joya descuartizada,
para que a todos tocara su milagro,
palabra rota.
Un poema en sí mismo.
Espejo delirante, violines y rocío,

nota fuera del alcance de la imagen,

palabra acantilada.

Pequeño mito desvalido,
de la imagen del mar,
haciéndose pedazos en mi voz.


Miguel Oscar Menassa
De “La patria del poeta”, 1991

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