martes, 25 de febrero de 2014

MENASSA


 PROPUESTA DIDÁCTICA

1988

Es decir, que estoy a punto de confesar haber cometido, por lo menos en apariencia, un error: haber coordinado una institución como si fuera un grupo, en lugar de dirigirla. Sin embargo, los efectos bajo esa forma de dirección no son desechables. Sino más bien, en su mayoría rectificables y con capacidad de trasformación. Quiero explicarme: un día, para que todo fuera posible, tuve que cambiar de manera de vestir, luego tuve que cambiar de manera de follar, luego tuve que cambiar mis maneras de usar el dinero, pero ahora, para que todo siga siendo posible, tengo que cambiar de manera de ser. Es decir dejar de lado, por ahora, esas tonterías del ser, y ponerme a trabajar como una bestia en el intento de formar a esas treinta bestias que me rodean, por ser director de una escuela de psicoanálisis. Formar en psicoanálisis es transmitir y transmitir en psicoanálisis sólo es posible en el marco de la transferencia analítica.

No es, entonces, sencillamente que me enfrento a 30 alumnos que vienen para conocer mis conocimientos. Esta treinta pasiones están ahí, donde están, por muy otra cosa. Son treinta combatientes que antes de serlo para alguna causa, lo serán en la tarea única a la cual los invito para transmitirles, eliminarme.

Vienen por un saber que desconozco y harán brotar de mí, lo que no poseo. Mi vida, de aceptar el contrato, también dependería de ellos. Tarea ardua la del guía que desconociendo el camino, sólo confía, dejándose llevar por el conjunto de esas pasiones, absolutamente incapaces de distinguir un desierto de un poblado. Sé que todo el trayecto estará plagado de descubrimientos y fiestas. Cada desierto, cualquier desierto, será un descubrimiento, todo poblado, cualquier poblado, será una fiesta. algo se alcanzará y algo se perderá en el próximo paso.

Y el que quiera quedarse con el paso anterior, contenerlo, aunque superado, no solo será hegeliano, sino que terminará sucumbiendo víctima de su propia pereza.
Veinte años posicionando ahí, deseando eso y lo conseguirás, a mí me lo dijeron cuando mostré mis primeros cuadros y ahí, ya estoy en la mitad del recorrido y ahora yo les transmito a ustedes el mismo decir, haciéndolo psicoanalítico.
Después todavía faltará afinar el estilo, preparar, aún, un buen decir para la muerte.

La escritura no es un lujo o algo obligatorio, es condición de posibilidad. Pero no es necesario que escriban todos, ni que se sientan obligados a ello. Alguien escribirá y esa será nuestra escritura. Y escritura no sólo es álgebra sino fundamentalmente poesía.

http://www.extensionuniversitaria.com/num26/pg1.htm




sábado, 22 de febrero de 2014

MI PADRE SE CANSA


Después del esfuerzo
entrego mi último bostezo a la noche
y duermo.

Me permito luego
recorrer con severidad
hasta la hebra rubia
entretenida
en el primer mosquito de la noche

cubro maliciosamente
mi brazo desnudo
con el beso que deja mi madre
–sorprendida por mi presencia–
en un costado de mi cuerpo.

Y despierto
para aplaudir
alguna proeza de mi padre joven
que bebe junto a mí
una copa de vino
y una muchacha desconocida.


Miguel Oscar Menassa
De "Pequeña historia", 1961


jueves, 20 de febrero de 2014

HAY COSAS DE LA INFANCIA QUE NO VUELVEN


 Hay cosas de la infancia que no vuelven,
la sonrisa juvenil de mi madre,
las empanadas de mi abuela muerta,...
el corazón temido de la noche.

Hay cosas de la infancia que quedan en la infancia.

La tenebrosa entrada en los infiernos,
el pecado primero, la primera virtud,
la gloriosa ascensión a los cielos,
la vergüenza de provenir del sexo.

Hay cosas de la infancia que quedan en la infancia.

Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991

miércoles, 12 de febrero de 2014

LIMITE UNO: EL AMOR


 Recuerdo
tu vientre de pantera
destrozado.
Mis dientes.
Tus garras
hechas cenizas en mi rostro.
Tu ferocidad perfecta detenida
en mi belleza perfecta.

Recuerdo el agudo violín
entre tus piernas
sexo desesperado
intentando
los sonidos del cielo
tensando infinitamente
hasta no poder más
tu cuerpo en el espacio
para alcanzar
los bordes de mi voz.

Yo cantaba
como si fuera natural
en el hombre cantar.

Registrar lo sublime
y tu música
alta como las cumbres
que nacen
por encima de las cumbres
nieve dolorosa y eterna
tu música
se detenía para caer
sinfonía final
descuartizada bruscamente
tragada por el temblor
oscuro de mi canto.

Yo tocaba el tambor
y la volvía loca.
Cuando se volvía loca
y no le importaba
ya la música
se perfumaba para mí
y conversábamos
de lo difícil que es cantar.

Bebíamos alcoholes
bebíamos alcoholes y fumábamos
lentamente nuestras miserias.

Ella me decía y yo le decía:

Quiero inundar
con mi locura el universo.

Y más allá ¿qué harás?
después del universo.

Ella se quedaba en silencio
y yo le decía:

Esta mañana te hizo mal jugar
a ver quién llegaba más alto
con su canto.
Le acaricio la frente y le digo
ni te llegué a ganar
dejaste de jugar a lo sublime
asustada por el temblor
de esos tambores de la selva,
sonando en pleno cielo.

Ella hacía una mueca
y yo me quedaba en silencio.

El viento rozaba
levemente nuestros cabellos
y ninguno de los dos
conocía el desenlace.

Cuando no sabíamos qué hacer
fumábamos
y era divertido cuando fumábamos
ver cómo el humo
formaba a su alrededor,
delgadas columnas de cristal
varas finísimas
de mimbre y de marfil
para que su cuerpo
tuviera esa presencia
iluminada y cantarina
y a la vez esa lejanía.

Ella me decía y yo fumaba,
para que no faltase el humo
en la construcción de su grandeza.

Cuando fumamos
te pones como un idiota,
no haces otra cosa que mirarme
y me avergüenzo
y deseo escuchar
el estallido de mi deseo
y te veo ahí
tan callado en tus ojos
y soy atrapada
por el leve murmullo de tus versos
como cuando jugábamos esta mañana
a lo sublime y no lo puedo creer.

Dime ¿quién eres?
la calma del mimbre
o la belleza del marfil.
Orangután sin voz
o cristalino
canto inolvidable.
Y se agarraba la cabeza
con las dos manos
y se zambullía en mí
como en el mar
gritando
almeja delirante
no puedo más.

Se retorcía en mi vientre,
buscando pez compañero
divinidad marítima
que le mostrara
los secretos del mar.

Se alimentaba con mi semen
y a ratos
levantaba la cabeza para decir:
Todo es hermoso. Gracias.

Yo
iba saliendo de mi sopor
como podía.
Ella
acurrucada pequeña
grandiosa en mi vientre.
Su belleza perfecta
detenida
en mi ferocidad perfecta.

Yo le decía
mientras ella agonizaba:
Ahora que estás muerta
quiero que bailes como bailan
los peces en el mar
las noches que lo poético
invade sus entrañas.

Ahora que estás muerta
quiero que bailes para mí
una danza de amor
y nada de vuelos nocturnos
hoy
nos quedaremos
a dormir en casa.

La sacudo
para que abra sus ojos
la levanto en mis brazos
y la tiro contra el techo
de la habitación
y ella
cae varias veces
pesadamente al suelo.
Se terminó el juego
me digo
ella está muerta.

Y comienzo a buscar
con mi boca en su cuerpo,
el diamante perdido.
Y sus movimientos
vuelven a ser como de camelias
y frente a mi sorpresa aúlla
y en ese aullido
toca los confines del cielo
y esta vez lo sé
no habrá poema
que contenga ese grito.

Cuando volvía,
despeinada y maltrecha
me decía:
Eres un tonto
me veías volar y ni siquiera
intentabas alcanzarme.
Así cualquiera vuela alto.

Cuando volaba,
te veía sobre la cama esperándome
y cada vez más alto
me volvía más loca.
Inmensidad cerca del cielo
en esa soledad más que gozar,
el espanto se anudaba en mis ojos
y aterricé rápidamente
y ahora te prometo
volar siempre contigo
y en ese gesto
una vez más
moría.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

martes, 11 de febrero de 2014

ESTÁBAMOS BAILANDO


Estábamos bailando
tranquilamente
cuando llegó la Lola
y te besó la boca.

Y cuando te pregunté
qué hacías en esa boca,
me respondiste “cachondo”
como si yo no importara.

Con esa loca, mi amor
hacemos locuras varias
y, después, como en el cine
nos divertimos con nada.

Y yo te vi tan seguro
mintiendo como mentías
que me abracé a tu cintura
y bailé como querías.

Y la Lola se moría
de envidia al verme mover
mis ojos y mis caderas
como una actriz verdadera.

Con esa loca, mi amor,
hacemos locuras varias.
Y, después, como en el cine
nos divertimos con nada.

Miguel Oscar Menassa
De "Carnaval de la tercera edad", 2010

jueves, 6 de febrero de 2014

ESTOY CONTENTO DE TANTO HABER AMADO


Estoy contento de tanto haber amado,
de tanto haber llegado al confín de los besos,
contento de habernos abrazado por las noches
envueltos en los vapores del silencio
al vivir lujurioso de la carne y el fuego,
la espléndida y loca pasión de las palabras.
Contento de levantarme una mañana,
con las pupilas húmedas manchadas por amor.
Fue un siglo de locura, crecimos en todas direcciones,
odio y amor se agigantaron,
la pobreza llegó hasta la riqueza,
la necedad y la bella locura poblaron monasterios,
las enfermedades que produjo el amor
llegaron hasta el alma poblando los silencios,
en su afán de morir, el hombre inventó virus
que atacan, con fervor, el pensamiento.
Después, hay que decirlo,
en el corazón de la música
este siglo se rompió la guitarra,
el violín de las guerras fue lamento que,
volando hacia los cielos,
alcanzaba el dolor.
La trompeta fue aullido y el aullido fue canto,
hasta el saxo bramaba alguna piedad.
Hubo tambores de locura, este siglo,
que explotaban sonando como esferas de luz.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

martes, 4 de febrero de 2014

DEMONIO DE LA SOLEDAD


Y fue mi cuerpo fin y destino de mis manos
y el pasto fue marrón.
                                Heladas piedras
cayeron sin piedad sobre mi piel de niño
y los demonios de la verdad
anunciaron la muerte.

Miguel Oscar Menassa
De "Invocaciones", 1978

sábado, 1 de febrero de 2014

Conocer, querida, sin saber


 Hablaré de algo que conocemos todos, sin saber:
Cuando le quito mi amor es cuando más me ama.
Cuando ella sueña con otros es cuando la deseo....
Cuando estamos muy separados, estamos juntos.

Hoy soy el áspero sentido de los huecos.
Todavía, entre nosotros, amada, vive Dios.
Sus carnes esponjosas impiden que te bese.
Su boca plena a tu mirada no me deja gozar.

Alégrate muchacha, hoy no confieso nada,
sólo vengo a cantar lo ya sabido, lo inútil,
desesperados gestos de amor y tu belleza.

Nada diré de lo que nadie sabe, sin conocer.
Sólo hablaré de Dios, de Dios entre tus piernas,
adelantándose a tu goce, como si fuera de palabras.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987