martes, 31 de enero de 2012

CARNAVAL DE LA TERCERA EDAD O CÓMO LLEGAR A LOS 100 AÑOS

Somos la tercera edad
y en el carnaval estamos
... para festejar la muerte
de todo lo que hace mal.

Me hace mal, me hace mal,
gritaba la señora,
que después de los setenta
todo el mundo te respeta.

A mí me divierte mucho
pero me hace mal, muy mal
que cuando hablan los jóvenes
defiendan no saber nada.

Yo soy una mujer libre
y tengo setenta años
pero trabajé a destajo
desde que cumplí los diez.

Y si alguien se sorprende
de que yo vivo tan bien
casi sin enfermedad
y la piel una pintura

yo les quiero aconsejar:
para no morir en vida
hay que bailar y follar
en cada oportunidad.

Y si nadie quiere
bailar ni follar
leeremos un poema
y no nos irá tan mal.

A la letra, a la letra,
dice la muchacha.
Ábrete un poquito
le dice el mocetón.

Y el poema viene y va
y al mundo todo entretiene
cuando las palabras dicen:
Tonto, tonto, tonto es

el que se pone a pensar
cuando le toca bailar,
cuando le toca vivir
el goce de los setenta.

Me hace mal, me hace mal
que a los setenta años
mis nietos no me dejen
ver la televisión.

Y dale con que al abuelo
la guerra le hace mal
me perdí cuatro películas
y las noticias fatal.

Y después temen mostrarme
los programas infantiles
por las dudas algún chiste
me toque muy bien los nervios.

Y después, de lo sexual,
ya nadie me quiere hablar
como si yo apestara
o no sintiera ya nada.

El otro día escuché
que se contaban un chiste
donde era fácil escuchar
del lobo el intenso aullido.

Le preguntan al abuelo
cuánto tiempo ha pasado
que con la abuela no hacen
pim, pam, púm, pim, pam, púm.

El abuelo, pensativo
y levantando los brazos
produce un aullido tal
tan potente y prolongado
como indicando: Que allá,
alguna vez ha gozado.

Pero hay algo que no saben
los ingenuos comediantes:
que el abuelo galopó
yeguas de cualquier pelaje

y a la mujer en su corazón
le hizo un pequeño trono
y la dejó sentada
casi dos semanas
mientras él bailaba
en el carnaval.

Cuando despertaron,
ella embellecida
dijo que lo amaba
y que su amor
sería para siempre,
para toda la vida.

¡Toda la vida! no me gusta
hace mal, muy mal,
gritaba el abuelito
mientras bailaba el can can.

Mas ella enternecida
le respondió con gracia:
Ya sé, no soy la única
ni cuando te cocino
la tortilla de patatas.

Miguel Oscar Menassa
De "Carnaval de la tercera edad", 20011

viernes, 27 de enero de 2012

PARA OLGA EN SU 50 CUMPLEAÑOS

Cuando tenías veinte años, te conocí
entre millones de mujeres amadas
y me quedé contigo.
Siempre tu piel, tus besos, tus suspiros,
me ofrecían señales de aquellas multitudes.

Era tierno besarte, porque al abrir la boca,
salían en bandadas millones de palabras,
todas pidiendo libertad, cálidos amores,
para las pequeñas almas desnudas y sedientas.

Fuimos, lo reconozco, jóvenes, ágiles, fuertes.
Recuerdo aquellas tardes, memorables, de amor,
cuando, agarrándote en vilo de las nalgas,
te levantaba hasta 50 centímetros de mi corazón.

Aquel atardecer
que con el tiempo hicimos imborrable,
entre las cumbres
a 7.000 metros sobre el nivel del mar, encima
de los Andes más altos, de las nieves más altas,
te desnudé y me desnudé y la belleza fue infinita.

Fuimos sorprendidos por nuestra impotencia.
Tan cerca del cielo estabas extasiada
y no pudiste abrir las piernas.
Tan cerca de vos,
estaba enloquecido de inmensidad, sin sexo
y fuimos cóndores, entonces,
águilas y ese fue nuestro amor.

O aquella noche entre macarras y putas aburridas,
te abracé, te metí una pierna entre tus piernas
para bailar un tango
y una vuelta y un ocho para atrás
como una golondrina en pleno vuelo,
puso una sonrisa, amable, en cada puta,
puso un pájaro, inocente, en cada malandrín.

Y cuando, un poco locos, se nos daba
por hacer el amor con todo el mundo,
alcanzábamos del cuerpo
los genios más espléndidos,
nadie se resistía al influjo
brutal de nuestros besos.

Alquilábamos grandes salones, como el de hoy
y bebíamos de la misma copa cientos de licores
y bailábamos todos al ritmo de tus senos alados
y yo te amaba, porque amarte,
era amar a todo el universo.
Éramos tan hermosos juntos,
que nos tomábamos del brazo
y comiendo mandarinas
caminábamos tardes enteras de sol,
sólo para que los paseantes
nos vieran caminar con alegría
para que toda la belleza nuestra,
fuera compartida.

Éramos ágiles,
yo solía volar hasta tu corazón todas las mañanas.
Éramos fuertes,
vos me subías encima tuyo
y cantabas hasta quedarte sin respiración.
Éramos jóvenes, tan jóvenes,
que llegamos a desear vivir juntos,
en plena libertad, más de cien años.

Después vino la guerra,
como en todos los grandes amores
vino la guerra.

Pero nada,
nos agarramos fuerte a los pequeños ángeles,
que nos habían nacido de tanto estar unidos
y volando al unísono,
entre las balas, entre los maldecires,
volamos sin parar hasta caer rendidos,
todos juntos,
en una pequeña ciudad al sur de Europa.

Había luz, agua potable, seguridad social.
Algo de suerte habíamos tenido,
la guerra nos había expulsado de lo más amado,
pero habíamos caído en una ciudad civilizada,
después no fue, tampoco, para tanto.

Al principio nos costaba creer que la civilización
podía ignorar los pensamientos más modernos.
Algunos días protestamos,
pero después aprendimos a hablar de langostinos,
del punto de cocción de las judías verdes
y fuimos más normales que el viento en primavera
y nos nacieron hijos en España, desde ahí nuestra tierra.

De cualquier manera siempre vivimos asustados,
para escribir poesías nos escondíamos,
como cuando al comienzo del amor.
Después de tanto ejercitar, salíamos a la calle
y parecíamos dos personas normales:
Buenos días. ¿Qué tal? ¿Qué pasa macho? Adiós...

Después no voy a decir, precisamente, hoy,
día tan, claramente, festivo, inolvidable,
lo que sufrimos o lo que nos torturaron,
mucho, mucho sufrimos y algo nos torturaron
pero hemos decidido en este día espléndido
de tu cincuenta cumpleaños,
perdonar, querida Olga, perdonar.

Poder amar la vida
por sobre todas las desgracias,
amar a nuestros hijos
por sobre todos nuestros queridos muertos,
amar a nuestros cuerpos
más allá de los interminables fantasmas interiores.

Dejar que nuestros cuerpos
ya no tan ágiles pero ágiles.
Dejar que nuestros cuerpos
ya no tan fuertes pero fuertes.
Dejar que nuestros cuerpos
ya no tan jóvenes pero jóvenes.
Dejar a nuestros cuerpos
que sin ningún respeto por los años,
que sin ningún respeto por los vecinos,
que sin ningún respeto por los muertos,
querida, hagamos el amor,
delante de esta maravillosa gente amiga
para que puedan entender rápidamente
que una mujer a los cincuenta años,
precisamente, a los cincuenta años,
gana su libertad, se encuentra con su sexo,
adora multitudes,
desea con fervor un pedazo de historia.
Aquí va entonces a tus 50 años, sencillo, este poema.
Para nombrarte, Olga, amada mía, obrera del amor,
luz naciente de los más grandes febreros,
camarada asustada, por las revoluciones
que con amigos fuertes preparábamos,
pensábamos, delante de tus ojos,
de tus labios de amante iluminada.

Amada Olga, amada por mis más grandes amores,
hacían viento con mis versos para llevarte por los aires,
para que cada uno tuviera tu alegría,
tu manera de entregarte al poema, de darte en el amor.

Por todo eso en tu cincuenta cumpleaños,
aquí van, entonces, mis más bellos amores,
este trozo de historia con tu nombre,
algunos de mis versos.

Cuando tenías veinte años, querida Olga, te conocí,
entre millones de mujeres amadas y me quedé contigo,
siempre tu piel, tus besos, tus suspiros,
me ofrendan los sabores, los sueños, los encantos,
las señales ardientes de aquellas multitudes del amor.

Miguel Oscar Menassa.
De “Llantos del exilio,” 2001

miércoles, 25 de enero de 2012

DE HAMBRE Y DE LIBERTAD YA HEMOS MUERTO

Ya fuimos el águila nocturna,
tocada en pleno vuelo.
... Somos ahora una manada de bisontes.
Platas antiguas y soledades caen,
bajo el murmullo de nuestra locura,
corriendo hacia el futuro.
Ídolos de papel caen,
esmaltados ídolos,
macizos ídolos de piedra caen,
monumentos, antiguos ídolos.
Ídolos del semen infinito
y de la vaginas abiertas a los cuatro vientos,
caen ídolos de bronce, marcas históricas,
-aparentemente indelebles- caen,
se sumergen en nuestras palabras cotidianas
abandonan su soledad marmórea,
viven con nosotros.

Fuimos la mejor ilusión,
la suprema ilusión de los contrastes.
Al día oponíamos la noche.
Al sol, la luna.
Al hombre oponíamos la mujer.
Al sexo, la palabra.

Después vino la muerte,
roja, bordeando los colores del muérdago,
alterando los ritmos respiratorios,
el bien, alterando el mal,
rítmicamente alterando, todos los sentidos.
La muerte vino a vivir, tranquilamente, entre nosotros.
Poderoso ídolo entre ídolos, en nuestros brazos
majestuosa reina de la libertad, cae.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

Poesía y Flamenco

HOMENAJE A NORMA MENASSA

Poesía: Miguel Oscar Menassa
Baile: Virginia Valdominos
Guitarra: Kepa Ríos

Jueves, 26 de enero de 2012 a las 19.30h

Colegio Mayor Nuestra Señora de África
c/Ramiro de Maeztu, 8 - Madrid

www.poesiayflamenco.com

Soy el cantor le dije sonriente

Soy el cantor le dije sonriente,
no tengo nada que perder, sólo mi canto.
Así que usted y yo, podemos besarnos,
pisar fuerte la tierra, volar más alto.

Ya sé que no es decente, amar la vida tanto,
que no es honesto, sincero, quererla para mí.
Que el infinito fuego debe ser apagado.
Que el inquietante deseo, debe morir.

Sin embargo, usted y yo podríamos
hundirnos levemente en el abismo
llenar todo el abismo con mi canto.

Aunque en verdad nadie lo quiera,
vivir, vivir, podríamos mil años.
Yo sería el cantor y usted mi canto.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

sábado, 21 de enero de 2012

NO TENGO QUE DEJARME CEGAR POR LUZ ALGUNA

No tengo que dejarme cegar por luz alguna
aunque reconozco, al decirlo, algo me ciega.
Mis cosas hechas, mis amores tenidos, mis poemas,
al viento, alguna loca ambición del tiempo porvenir.

Marca que el hambre me dejó en la nostalgia.
Algún muerto querido reclamando su muerte.
Algo me ciega cuando escribo: he amado.
Algo de la libertad que ya no podré ser.

Algún pedazo de sol caído para siempre.
Algo que ya no brilla para nadie, me ciega.
Un fulgor que no siendo, no ve nada en mí.

Y ese no ver lo que será imposible, habla,
me dice del deambular efímero de los astros,
de un amor hecho carne sobre los ojos ciegos.

Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991

miércoles, 18 de enero de 2012

12 de septiembre de 1976, Madrid

Se abren y se cierran
las puertas que ocultan los más bellos tesoros.
Se abren y se cierran en vaivén.
Y sin embargo sé
que ni muerte, ni locura
atraparán mis manos en ese sortilegio.

El poeta escribe, el poeta se desvive por escribir.

Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977

lunes, 16 de enero de 2012

EL OFICIO DE POETA

Envuelto en las brumas del tedioso vivir,
sólo la poesía me acompaña.

Cuando voy por la vida, Ella,
suele asombrarse de mi soledad.
Le digo que no importa,
en su presencia el mundo se detiene para mí,
el oro brilla para mí
las mujeres más altas bailan para mí,
los pájaros más nocturnos velan mi sueño.

Envuelto en los poderosos ruidos de la máquina
sólo su voz humana me acompaña.

Cuando hacemos el amor, Ella me reprocha,
amarla como si fuera única.
Le digo que no importa,
en su presencia el mundo detenido en mis manos
se abre para mí, lo múltiple se abre para mí,
añejas pasiones y amores venideros,
delirios y mujeres, se abren para mí,
diosas enamoradas y diademas, belleza embrutecida,
el aire se abre para mí, los espacios abiertos
donde nuestro gran sol es una estrella más.

Envuelto en las sutiles marañas del poder,
toda la vida es Ella.

Cuando Ella me encuentra en esa encrucijada,
donde yo mismo soy el amante de la muerte,
Ella baila desnuda para mí
y desnuda, despojada, también, del amor,
dispara sobre mí para que no muera,
un millón de palabras en libertad.
Le digo que no importa,
en su presencia danzarina, la muerte deja de brillar,
tiemblan los cementerios,
se abren los corazones profundos de la tierra,
la vida nace por doquier
y el frenesí es color, vértigo, duda,
danza de la alegría sin escrúpulos,
alegría en plena libertad,
muerte de la muerte.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

domingo, 15 de enero de 2012

Amor perdido. Los indios -II-

Esta vez soy el indio que no hará la guerra.
Esta vez soy el indio que no someterán.
Esta vez soy el indio que habla las palabras.
Esta vez soy el indio que se libera en versos.

No véis que ya no quedan puñales en mis ojos,
ni lanzas a caballo corriendo hacia la muerte.
No véis que Cristo ha caído de los Andes,
que ya no quedan, en mis ojos, plegarias.

Esta vez soy el indio que viene del futuro.
No tengo tesoros que guardar, ni templos,
ni mujeres enamoradas, ni tierras fértiles.

No haré la guerra ni el amor, ni escaparé, cobarde.
Provengo de sumergidas Atlántidas del verbo.
Soy el indio poeta, esa civilización imposible.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos", 1995

jueves, 12 de enero de 2012

Amores perdidos. Los indios - I -

Escribir un soneto para un indio es cosa fácil.
Pongo aquí una injusticia, aquí pongo una burla.
Pongo las tumbas violadas de mis antepasados
y para terminar esta cuarteta, una niña vejada.

Un soneto no es cosa complicada para un indio,
puntuando, tengo la humillación de cinco siglos,
en la mitad, precisa, del quehacer estos versos.
Y ahora para hacer el espacio dejo caer el oro.

Y así empieza el final de estos comienzos,
por eso pongo aquí el peso duro de la carne,
nuestros muertos al defender tierra arrebatada.

El cuerpo de la fertilidad de nuestra tierra.
El humus encantado que hace vivir al indio,
esa flor siempre-viva, clavada en las Américas.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos", 1995

martes, 10 de enero de 2012

TORO SENTADO EL VISIONARIO -V-

Y la noche de la ardiente locura,
de la locura colectiva,
pasó lentamente.
Y todo el ritmo
y toda la algarabía del tam-tam,
-violento y rojo de ira por el amanecer-
fueron,
nuestras historias.
Todo fue,
grandeza
tras grandeza.
Ninguno de nosotros lloró,
porque llorar,
no conocía el corazón del indio.
La marca,
la verdadera marca de la historia,
para nosotros,
fue la altanería,
la soberbia.
Nunca fuimos humildes,
más bien,
sórdidos.
Sabíamos,
que más allá de la colina,
al hombre,
lo esperaba la muerte.

Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América", 1984

lunes, 9 de enero de 2012

25 de diciembre de 1975, Buenos Aires

Hablan por mí
y dicen
que todo fue mejor.
Yo te extraño
como se extrañan los hijos que crecen,
las partes de nuestro cuerpo muertas para siempre.

Hablan por mí
y dicen
que todo fue mejor.
Que tu muerte fue el tiempo preciso de nuestra resurrección.
Yo te extraño
recuerdo haber viajado contigo al fondo del alma,
recuerdo,
vos eras un amigo.
El sonido del mar modificaba nuestros sueños.
Tu muerte fue mejor
me dicen
te amabas demasiado.

Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977

domingo, 8 de enero de 2012

INTRODUCCIÓN SEGUNDA, O COMPLEJO DE CASTRACIÓN EN EL HOMBRE MASCULINO

Tuve mi alma abierta sin compasión al mundo.
Cualquiera podía arrebatar mi alegría
Yo era tu voz y el cuerpo de la lluvia
Yo era el espigado y salvaje
Jesucristo moderno
tenía mis manos y mis pies
Perfectos.
ligeros pies manos ligeras para la cruz.

Tuve los años jóvenes y toda la rebeldía de la pasión.

Tuve mi cuerpo al aire libre
Cualquiera podía dejar sus excrementos entre mis flores
y partir.

Yo era tus oídos y el viento de primavera
Yo era el criminal
Tenía en medio de los genitales un corazón
un corazón sediento, un perfecto andar entre mujeres.

Ya tuve 33 años y fui crucificado
DOLOR
dolor para el que muere todas las mañanas
Dolor para el que ya no tiene piedad de sí.

Miguel Oscar Menassa
De "Psicología animal y arte", 1975

jueves, 5 de enero de 2012

X

Otros lo han hecho y para ellos, también fue lo mismo.
En esta encrucijada el suicidio,
es un acto demasiado simple para mis delirios de grandeza.
La vida por la vida,
una ideología demasiado fresca para mi edad.
Para colmo los ideales de que disponemos son mediocres,
la contracultura tiene,
sus periodos de decadencia.

El amor,
los hijos,
y esas otras cosas que hicieron mis padres,
las hice yo también,
al pie de la letra.
El drama es que yo,
amo la bestia que hay en mí,
le rindo pleitesías,
le ofrezco sacrificios :
jóvenes y estúpidas vírgenes,
para que la bestia
despoje de su sentido también a la carne.

Vamos hacia los territorios donde mueren los guías

cada uno se guiará por su propia ceguera.

Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977

miércoles, 4 de enero de 2012

CUMPLIR 61 AÑOS CUANDO ESTALLA LA GUERRA

Hoy escuché a mi mundo,
el mundo donde vivo,
clamando por la guerra,
por la guerra total.

A matar, a matar,
gritaban los periódicos.
A matar, a matar,
decían por T.V.

A vengar nuestros muertos,
vociferaba el pueblo.
A matar, a matar,
enemigos, más allá.

Iremos por el aire;
iremos por el mar
y por la tierra iremos
escuchen el compás:

Vi morir una madre
de frío en la vereda,
esperando a su hijo
que nunca volverá.

Y una mujer moría
clavada en una espada,
que su amante muy joven
no supo manejar.

Y vi morir reptiles
atados a sí mismos
y vi morir el canto
en la voz del cantor.

Y mi madre moría
quemada por el fuego,
cual bruja o hechicera
del tiempo del terror.

La guerra se ha extendido
por mi mundo y el mundo.

Al aire libre no vivirá
ningún poema.

A aire libre no habrá
ningún amor.

En las trincheras se hablará
de la muerte
y por las noches se soñará
el horror.

Al alba, el miedo
vivirá en la palabra.
En los pechos maternos
se escuchará el fragor.

En el colegio el niño,
aprenderá a matar.
A cuidarse del compañero niño,
del maestro.
A cuidarse del cielo en su conjunto,
hasta del alma.

A cuidarse del viento huracanado
y de la brisa.
Del volcán poderoso que vomita
fuego y basura
y la pequeña colina perfumada
florecida y abierta.

En cualquier pequeño lugar
de cualquier Patria,
aunque sea la nuestra,
oscurece, se pliega la montaña,
se hace invisible el agresor.

En plena oscuridad
ya no se sabe:
¿quién es el asesino?
¿quién tiene que morir?

En semejante oscuridad,
que produce la guerra,
ya no se sabe
dónde está la amada,
ya nadie sabe
dónde anida el traidor.

Por eso nos miramos
los unos a los otros,
presintiendo un culpable
en cada humanidad.
Nos persigue el delirio
de una guerra sin fin.

El Capitán herido
gritaba a las estrellas:
Habrá guerra, habrá guerra
y todos morirán.

Cristianos, musulmanes,
ricos y pobres,
todo el mundo muriendo
por un poco de paz.

Todo el mundo muriendo
de una vieja moral:

La guerra es necesaria
aunque sea fatal.

Nada de nada,
no puedo escribir nada.
Todo el mundo está en guerra
y el poema está quieto,
detenido
como un preso de guerra,
en silencio
como en la esclavitud,
caído de dolor
cual torre muerta.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

martes, 3 de enero de 2012

Año nuevo

Nadie me esperaba y lo mismo he llegado.
Nadie abrirá su corazón y, sin embargo,
seré imposible viento, inexistente, mudo,
retazos de viejas esperanzas, hilo de luz.

Se cerrarán ventanas y puertas a mi paso,
caerán abatidos los mil párpados verdes,
arterias se ocluirán al paso de mi sangre,
mil bocas diáfanas y abiertas, enmudecerán.

Morirán pastos, se secarán antiguas flores.
Pequeños y grandes animales unos contra otros,
intentarán cerrar el paso iluminado de mi voz.

Yo llegaré cantando silencios y locuras, himnos,
donde todo lo oculto hablará en mis canciones,
sinfonías y huracanes de amor para los muertos.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987