miércoles, 25 de diciembre de 2013

Ahora harán conmigo el monumento al pene

Querida:

Te lo dije en silencio,
no sueltes las amarras,
la libertad no existe.

Existe el desatino, las sombras,
la tonta esclavitud, del hombre,
por sus ocupaciones, por sus sexos.
Una colección de ultramodernos,
pequeños animalitos y grandes maricas.

Soy, te lo dije en silencio,
el último padre de occidente,
el último amante,
el fin del amor.

Entre la muerte y el deseo hablo la vida.

Te nombro amada, te nombro
y no me alcanza con nombrarte.

Recuerdo, cálidamente,
tu sangre sobre mi piel,
aquel delirio celular,
tu cuerpo en mi cuerpo.

Hablamos y dijimos: es imposible ser.
Recuerdo, sin embargo, bien amada,
argucias, históricas, inesperadas,
contra la propia vida de los hombres.

Tu carne, amada, esplendorosa carne,
racimos de humanidad por todas partes.
Llagas, heridas por doquier. Sangres,
entre nosotros, recordando la muerte.

Ahora, me lo digo, no va más.
Soy un artista.
Una catástrofe del alma.
Una fe destrozada por la historia,
del hombre una fatal encrucijada.

Estar al lado mío, para mí, sería suficiente.

Un hombre que a nadie pertenezca,
con sus propios sentidos, amores,
una cadena de palabras, vida, deseo,
goce inagotable.

El pene, te lo dije, era una imperfección.

Deseo del hombre que deseaste,
que te quedes conmigo, detenida,
quieta en el alma, conversando.

Quisiera confesarte que soy un solitario.

Desde el principio de los siglos,
entre fieras, vivo carnes y hartazgos.

Soy el poeta,
en mi cuerpo profundo y milenario,
al borde de los abismos de la locura,
escribo, lentamente, mis versos y miro,
tu desenfrenada carrera hacia la muerte.

Haciendo el amor el tiempo siempre sobra,
somos millones y millones, miles de siglos,
compartiendo mi pan y mis venenos y, aún,
mis tontas preocupaciones por el hombre.

Esta vez se trata de gozar, vivir.
Basta de experimentos, basta de ser,
deseo que desees,
no te necesito,
hagamos el amor.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

sábado, 21 de diciembre de 2013

Cuando la vi llegar

Cuando la vi llegar, cuando la vi a punto de caer toda ella en mi vida, cuando me vi aplastado por la muerte, me perfilé como una sombra, fui tiempo del espacio, medida de nada.

Amor, tuve un inmenso amor por lo que en mí, sólo será de otros y encontré, me fue dado encontrar pasadizos secretos, también, para la muerte.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

viernes, 20 de diciembre de 2013

Querida: Encuentro estos momentos de nuestra relación...


Querida:

Encuentro estos momentos de nuestra relación propicios para comenzar a decirte cómo es que a mí me gustarían las cosas entre nosotros. Y, sin embargo, elijo el silencio entrecortado de mis versos para no decirte del todo, para dar cabida, una vez más, a tu frondosa imaginación, sin la cual, debo reconocerlo, ya me sería muy difícil seguir viviendo.

Soy, mi querida señora, el que quiso matar la paloma de la paz. El buitre ensangrentado lleno de furia por haber sido maltratado en el amor desde pequeño. Por eso, en los encuentros mortales, en la desavenencia nocturna del alba, allí puedo decirle los olores de las tristes mariposas muertas antes de volar verdaderamente. Esas almas sin destino.

Voladoras para recreación de algún espíritu volador ,
sin nada para ellas en ese arte de volar.

Quisiera, junto contigo, amada, ser el estruendo mortal de la ineficacia.

Portero de la nada, del viento contra el viento,
un ser confundido con las más airadas protestas de libertad.

Embelesado de no saber volver a ningún sitio,
abierto después de la tremenda ineficacia, en llamas multicolores, envuelto entre las razones de su odio, la espero. Malherido, lleno de horror por lo inevitable.

Envuelto en ramas, sacrificando algún olor, conteniendo la ira y el miedo, el amor ha permanecido en mí, inalterable. Lo sé, en los odios y las envidias más fuertes, en los desgarros más profundos, ahí, anida la poesía

No es a un imbécil liberado a quien se le entrega la poesía. sino a quien le costó la vida liberarse, es a quien se le entrega la poesía

Me ama cuando le muestro mi rostro ensangrentado. Cuando en mi cara aparece la mueca de la muerte, me adora.

Miguel Oscar Menassa
De “Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista”, 1987

jueves, 19 de diciembre de 2013

Querida: Lo comprendo, pequeña...


  Lo comprendo, pequeña, en medio de tanta luz, nadie será capaz de mendigar para velas.

 Una vuelta a las más recónditas galerías del recuerdo.
 Todo lo que no pudo ser debido a las grandes cataratas del olvido. Aquellas olas, esas vertientes que de iluminarse hubieran sido todo el universo.

 Cielos envueltos en dioses alterados por el amor, perfectos cielos cósmicos adulterados por el bien.

 Bestias inmaculadas, alaridos del perdido tiempo del amor.
 Empecinados, tercos galopes enardecidos de calor y miedo.
 Volteretas inquietas, aves de rapiña violadas por la fe.
 Viajes perfilándose hacia el futuro, pequeños náufragos.

 Ennegrecido pasaje voluptuoso tu cuerpo enceguecido.
 Tu cuerpo, esa tierra abierta, sin más, al universo.
 Tu planicie de paz en medio, exacto, de tus pechos.
 Y el ajetreo violento de tu vientre, abandonándose. 

 Y soy por último, querida, para despedirme hasta la próxima, un blanco corcel enamorado, de la llanura que recorre con su canto. Un águila que se enamora del viento que, su ferocidad, parte en dos cuando vuela.        
                       
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

martes, 17 de diciembre de 2013

EL CUARTO DE LAS GOLOSINAS


Qué mujer
cruzaría sus piernas frente a mí
para mirarme
sentirse mía
cansarse en mi cansancio.
Quién concluiría su gesto
para amarme
en este pedacito que soy
de sed y de nostalgias.
Porque todos
nos encontramos algún día
y nos miramos
–en las muchachas quietas
en los caminos cortos–
pero luego
es tan difícil dormirse
-sin el humo del cigarrillo amigo
ardiéndonos los ojos-
que ya se han ido todos
y la apretada hendija de mi alma
cada vez más pequeña
cada vez más cerrada.
Quién podría amarme
en este pedacito que soy.

Miguel Oscar Menassa
De "Pequeña historia", 1961

viernes, 6 de diciembre de 2013

La poesía pide libertad

Publicado en "La Cosa Nostra" número extra de 6 de diciembre de 1981:
EN EL DÍA DE LA CONSTITUCIÓN LA POESÍA PIDE LIBERTAD

Tengo toda la paciencia que tiene que tener un árbol perenne.
¿Se imaginan esa solemnidad?
Y no soy,
como dicen algunos de mis versos,
un pájaro cantor,
sino más bien,
cientos de pájaros cantores,
anidan en mis propias entrañas.
Soy, por eso,
la madre de lo que canta en cada pájaro cantor
y lo que crezco contra el tiempo,
hace efímero el vuelo de los pájaros,
me llaman: POESÍA.
Tengo en mí todas las muertes
y todas las vidas que de mí,
hicieron la eternidad.

Hombre de piel y amianto,
caricatura de un fuego contra sí mismo.
Porque la poesía es la que legisla ese saber,
y es en la poesía donde el deseo y la propia locura,
plasman su ser.
Y la poesía como sinrazón,
como estallido sangrante en medio de la vida.
Antes que la locura hablara por sí misma,
la poesía habló por ella.
Cuántas veces
vi explotar tu sexo entre mis signos de puntuación
y te lo dije:
Nena, tu amor no tiene límites,
te detendré en una palabra.

Locura y vértigo ya no tengo más
todo transcurre como si fuese necesario,
inevitable, ardiente
y en ese ardor,
todo lo que transcurre es poesía.
ELLA
desnuda en medio de mi pecho
ESTE SIGLO
se quedará a dormir conmigo.
Aquí parados,
en el centro de la tierra,
aquí donde la tierra
tiene la sordidez de los arrebatos.
Parados,
como una flor en la estación que le corresponde,
canto y mi voz,
es una voz entre otras voces.

A veces me dejo llevar
y ella me envuelve en su torbellino.
Palabra contra Palabra,
un cuerpo a cuerpo a veces insostenible,
y ella mientras tanto, en todos los casos,
es infinita.

VENGO A QUEBRANTAR LA ÚLTIMA ILUSIÓN

Entre mis brazos ella no podrá amar a nadie,
porque nadie podrá amarla como mis brazos,
porque yo soy el que nació para que ella no muriera.
Vértice de mí mismo,
me sostengo en Ella para sostenerla.
Y sin embargo Ella es libre y aún,
a pesar de su libertad,
sigue siendo conmigo,
como cuando nos encontramos la primera vez.
Anhelante de mí,
deseosa de mí,
joven, siempre joven a mi lado.

Desequilibrada
y hasta torpe de tanta libertad,
baila conmigo por primera vez,
UNA MÚSICA,
que seguramente bailarán los siglos venideros.

La POESÍA vaga sin saber, pero sabe.
La lujuria de saber en ella,
provoca automáticamente el olvido de todo lo aprendido.
Ella siempre es joven.
Ella ni siquiera descubre,
porque no tiene mundo conocido,
para descubrir en él lo desconocido.

Ella no tiene mundo.
Sólo savia peremne como lo humano.
Nacer y olvidarse de haber nacido.
Y morir para volver a nacer en otro sentido,
que por humano,
me hará sobrevivir en él
y me transportará hasta donde le sea posible,
a los humanos,
habitantes de todo el universo.

Ajetreo violento y celular,
dentellada feroz del tiempo contra la juventud
y también,
bálsamo fulgurante donde mi piel,
encuentra en el propio centro del tiempo,
la juventud.

Volando entre galaxias de nuevos pensamientos
mi vida se llenó de manos pasos.
Normal,
normal,
eso no pude nunca.
Soy una promesa y también,
el diente posterior de la nada.

La poderosa serpiente que le da vida a Dios.

Veneno y fe
y azúcares
y olores de azúcares quemados
y corales
y negruras
y tiempos de paz.
Comenzar diciendo:
hay un hombre en mí,
y no puedo dejar de decirlo a los cuatro vientos,
porque hay una inmensidad que me sobrecoge
y no cabe en mí.
Toda vanidad aunque nazca de mí
es propia de mi raza.
Ninguna locura,
es exactamente una locura personal.
Las personas no existen.
Pido a los espíritus de la noche,
que desarrollen en mí todo su poder,
que la máquina de escribir tiemble al compás:

Os convoco en plan amistoso.
No pido esta noche ninguna ráfaga de violencia,
para ninguna venganza,
ni siquiera pido el bálsamo divino,
para restañar ninguna herida.

No vengo alocado por la furia de no tener.
Ni vengo alocado por el dolor de haber tenido.
Vengo a conversar, mi mal es peor que la deriva.
Tejo entre sueños mis sueños.
Me revelo que no habrá paz,
despliego las velas en su totalidad
y ato mi vida a cualquier destino.
Detened mi rumbo si os place,
que mi rumbo, no es ningún rumbo.
Soy la loca y abierta poesía,
la única libertad.
La última borrasca sobre el mundo,
y también soy, la dirección de la borrasca.
En el propio centro de mi ser flamea el hombre.

Y sobre mí,
tu cuerpo de pantera amenazada.
Garras de bestia,
en el propio centro de mi corazón de niña.
Nacarada mortaja sobre mi cuello,
tus dientes,
blancos, roja sangre,
para la fiesta de los amantes encadenados.
Nácar y ausencia.
Palabras abiertas como manantiales.

Efímera luz
y al mismo tiempo, eternidad marítima,
pulpo estremecido en todas direcciones.
Perfecto plan para el hastío.

Incompletud,
Imperfección,
casi sublime impotencia de ser.
Y por eso, precisamente, a nadie pertenece.

Ella es universal, atlética y deforme.
Inexperta e impune a la vez.
Marca definitiva en un destino.
Desvío definitivo en una locura.

Entre sus brazos,
todo es carne volcánica.
Tiempo,
de sobrepasar también el tiempo.
Un fin de siglo a caballo de la Poesía.
Y que todos los sueños se hagan realidad,
no es un buen motivo para que la Poesía,
abandone su vértigo, su empecinado batallar,
contra todas las realizaciones,
también,
las realizaciones de nuestros propios sueños.

Brindo por la revolución,
porque nací en su tiempo
y por ser éste el tiempo de la furia
brindo por el amor a la revolución
y en ese amor,
bebo la sangre
y también,
bebo la poesía de la revolución.
Levanto mi voz,
como se levantan los estandartes,
para brindar por la mujer,
porque Ella es, de la revolución, su poesía.
En el intento de universalizar mi canto,
pongo sobre mi cuerpo las sedas del ocaso,
aprieto entre las piernas ferviente humanidad,
terráqueo sin medida
PALABRA ROTA,
descuartizado ser hacia el espacio,
brindo por mí.
Soy el cuerpo de la Poesía,
un canalla dispuesto a llevarse todo por delante,
también,
tu sonrisa de boba,
comiéndose las uvas a cualquier hora de la noche.
¡Oh lujuriosa tristeza!
me escondo en ese último racimo para morir,
entre tus dientes nacarados
-baba del siglo-
campanadas como de locura dentro de tu boca.
Delicado y fugaz,
me parto en tus entrañas como el cristal del tiempo,
como el cristal que suena en la garganta cósmica,
canción del universo.
Hago de las astillas una flor.

Dejo que los más pequeños rompan la flor entre sus manos,
y arrojen al viento las partes más bellas de la flor.

Estoy acostumbrado a cabalgar entre furiosas plantas,
árboles como furiosas bestias humanas enloquecidas,
en cualquier dirección y sin embargo,
cabalgo con elegancia.
Guardo las formas de aquel
que sabe vivir entre los muertos.

Caballero de la poesía,
monto en pelo
a lo indio,
una yegua con alas.

LA POESÍA PIDE LIBERTAD

y no precisamente una libertad medida por banderas.
La Poesía pide una libertad soberbia,
todo el Tiempo,
toda la maravilla de lo desconocido en esa libertad.
No una libertad que se deje posar en una estatua,
sino más bien,
una libertad que destruya todas las estatuas.

Ella ambiciona en esa libertad,
ser permanente presencia de lo humano.
Ella grita furiosa entre las piedras:
o todos o ninguno.
GARGANTA UNIVERSAL,
mientras sobre la tierra alguien no pueda el hombre,
no habrá hombre.

Cada hombre un hombre.

TEMBLANDO,
y entre el temblor el humo del cigarro
y termino llorando envilecido porque no puedo más
y en medio de tanta miseria, una grandeza:
el deseo ferviente de ser
esa libertad
ese hombre.

BESTIAL, libre también de libertad,
ella me hace saber que no podré.

Su libertad es infinita.

Más que una danza para ser bailada por todos,
una danza,
que tenga de todos el movimiento más preciso.

Viaja sin aparente retorno y no lleva,
ni armas ni alcohol para la travesía.
Sólo
humo y misterios.

Sangre y vergüenzas,
leches marinas,
pechos turbulentos para las bocas más sedientas,
opulento semen ascendiendo por las nacaradas paredes
de tu celda,
son todavía, tan sólo, onomatopeyas de lo humano.
Un intento, vano como otros,
de capturar con el nombre lo nombrado.
Mi tiempo no responde a ninguna cronología.
Mi locura infinita.
Entre bellezas marinas, rasgo tu piel,
te detecto imprecisa entre las leves hojas de papel.
AL VIENTO.
AL TIEMPO.
A LA POESÍA.
Tenaz entre tus muertos,
loca y viva, iridiscente ojo molecular,
llama de amor, la poesía,
tenaz álgebra purificadora, ardiente antiséptico,
contra los pequeños animalitos del bosque.

Nervio nocturno y luz. Músculos y masacre.
Carnes, vendimias de la carne. La poesía, tenaz en el futuro,
contra lo que pueda oler a podrido.
AL VIENTO. AL TIEMPO. A LA POESÍA.
Diosa indiscutible,
serpiente única capaz de ahogar mil páginas en un verso.

Metáfora ardiente de todo lo vivido.

Cien mil grados,
derritiendo a los pequeños dioses de la moral.

Fui libre todo lo que quise.
De tanta libertad,
me fui llenando los ojos de violentas miserias.
La soledad y el hambre en cada libertad,
se apoderaban de mi mente.
Y me quedaba rumiando la libertad,
como si la libertad fuera un pasto salvaje
y yo, una fiera.

Mordía una vez más ese vacío, inútil libertad
y salía a la calle
y los mercaderes me miraban con malos ojos
y algunos amigos me decían,
estás adelgazando,
seguir así,
te llevará al silencio.

Alguna tarde morirás.

Muerto,
yo los miraba entontecido sin comprender.

Envolvieron mi cuerpo con delicadas prendas,
como nunca nadie me había visto
y se gritaban unos a otros:

LA LIBERTAD VIVÍA EN ÉL.

LA LIBERTAD HA MUERTO.

Miguel Oscar Menassa

domingo, 1 de diciembre de 2013

LA MUERTE ME ACOMPAÑA

          25 de Abril de 1982

Soy un gusano vil tratando
de arrancarse el pellejo
que por otra parte
todo el pellejo es él.

Cansado de bucear para adentro.
Inmóvil.
Apresado por la falta de cielo
de tanto bucear para abajo.

La ropa raída por las excavaciones
la vista cegada por el polvo marino
y las circunstancias.

Sé que otras injusticias
han caído sobre mis ojos
para cegarlos en mi ausencia.

Con los ojos raídos de no ver
con las manos atadas a la espalda
por las dictaduras.
Habitante del sur
tengo las piernas cortadas
por las democracias.

Así que ahora en un bar céntrico de Madrid
me sentaré y esperaré que todo se destruya.
Después elegiré entre los escombros
las piedras fundamentales de mis versos.

Comenzaré diciendo: Soy el Poeta.

Europa habrá de morir entre mis brazos
entre los sonidos
de mis pequeñas garras latinas.

A solas con la muerte
en la plena llanura nacarada
soy el jinete muerto que galopa y
el impacto fatal sobre el jinete.

Soy el caballo negro que galopa
y el mar abierto
a las latitudes de la locura
a lo simplemente desconocido.

Soy el vértigo de las palabras
que nunca me pertenecerán
y ella la que me acompaña
la muerte.

¿Qué quieren de nosotros?

Yo soy un gusano vil
y ella mi baba.
Arpegio
nota dejada de lado
y ella un territorio
donde sólo la muerte hace el amor.

Soy un artista
un hombre con sentimientos
flojos
intercambiables
afán de lo distinto
y ella es el arte
que al saberse superior
es indiferente a todo.
A veces vamos por la ciudad
como si Ella y yo
fuéramos el mundo.
Se dan cuenta
qué ferocidad raída
qué mirada ciega.

Y Ella me compra manzanas
y yo me las como
como si Ella  fuera mi madre.
Se dan cuenta
qué sagacidad
qué bruma.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000