domingo, 16 de diciembre de 2018

AMOR PERDIDO. MI MADRE

II

Una mezcla de servidumbre y libertad,
ambas inconcebibles, me acompañan.
Como un hueco vacío en plena soledad.
Como un silencioso toque de queda a muerte.
Como un viejo silbido proveniente del mar.

Extrañé, dulcemente, tus carnes todo el tiempo.
Soñé, me até a los brazos de la muerte y tu cuerpo,
no dejaba de llamarme la atención con su frialdad,
espesa venganza de las tierras heladas por el odio.

Pensé en la muerte nuestra compañera inalterable,
separé todo lo que se puede separar del cuerpo y,
a pura alma a corazón batiente, aferrado a la vida,
palabra a palabra, fui construyendo este espejismo.

Por fin he comprendido: soy un poeta afortunado.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos"

domingo, 9 de diciembre de 2018

A LOS CUARENTA Y CINCO AÑOS


Sentado cerca, muy cerca, de mi alma,
miro las flores de mi pequeño jardín
y me estremezco.

Es mi jardín una gota pequeña de mi sangre.
Son mis flores colores de mi vista.
Reconozco crecer en el lento y pertinaz,
crecer de yerbas buenas, anémonas o
pequeñas caléndulas retorcidas de amor.

En el centro de mi pequeño jardín está la selva.
Esotéricas malvas, margaritas perdidas de inocencia.
Pequeñas campanillas multicolores pero con ruido a selva,
a tambores alucinados, a tambores quietos esperando la muerte,
a pequeños tambores de locura, a tambores valientes,
empedernidos, tercos tambores, que ya suenan sin manos,
que ya suenan por la simple alegría de sonar.

Tambores, tambores negros, tambores de la muerte.
Arranco de mi jardín, una inocencia, un don, una esperanza,
arranco del centro de mi jardín, del fondo mismo de la selva,
pequeña poesía enamorada, rota de amor, futura.

Miguel Oscar Menassa

De "La patria del poeta", 1991