sábado, 21 de mayo de 2016

TORO SENTADO EL VISIONARIO -I-


Aquí,
toro sentado,
amante del silencio
  Miro el sol,
es el atardecer,
y sé,
que todo es efímero.
Vendrán eras atómicas,
y arrancarán de cuajo nuestro reino,
del centro de la tierra.
El sol caerá,
como un fruto podrido,
como un pájaro herido,
en pleno vuelo.
Detrás de las colinas
veo para el hombre,
sangre y basura,
un silbido helado y nocturno.
Aquí,
sentado,
amante,
toro del silencio,
veo para el hombre,
detrás de las colinas.
La muerte.


Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América"

TORO SENTADO EL VISIONARIO -II-


Pequeño árbol de la colina,
estalla en la señal.
Desde sus raíces,
fuegos artificiales
se encienden
entre el aromático perfume.
Quiero decir
que nuestro pequeño águila de trueno,
también,
ha muerto.
Dulzura,
la dulzura de sus labios,
su vuelo etéreo.
Su franca risa,
cuando se burlaba de la guerra.
Conocer,
conocía -murió por eso- en la propia colina,
el estallido sangriento,
del árbol del amor.


Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América"

TORO SENTADO EL VISIONARIO -III-


Anochece, ahora, en nosotros,
y la blanca espuma de la rabia,
lo envuelve todo.
La vida se entretiene en los olores.
Todo procede,
desde más allá de la colina,
también,
nuestro final.
Envejecí sentado,
aconsejando a mis muchachos,
detenerse,
frente a cualquier maravilla de la tierra,
frente a cualquier tontería de la naturaleza
contra los sentidos.
Y sin embargo,
me decido,
quiero morir de pie.
Y si es necesario,
atado a mi caballo.

Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América"

TORO SENTADO EL VISIONARIO - IV-


Esta noche,
la última,
quiero fiesta....
Una agonía lenta,
hasta el amanecer,
con fuego de licores,
con nuestras drogas de la visión perenne
y la famosa,
brillante pinturita para indios,
en nuestro rostro,
en nuestro pecho moldeado por la vida,
en el arquitectónico culo,
de las bellas mujeres.
Rojos tambores,
artistas del ruido,
para la danza.
Cada hora,
danzando,
es un milagro de la vida.
Cada hora,
danzando,
se transforma en milenios.
Ser,
con este ritmo,
os lo aseguro,
seremos históricos


Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América"

TORO SENTADO EL VISIONARIO -V-


Y la noche de la ardiente locura,
de la locura colectiva,
pasó lentamente....
Y todo el ritmo
y toda la algarabía del tam-tam,
-violento y rojo de ira por el amanecer-
fueron,
nuestras historias.
Todo fue,
grandeza
tras grandeza.
Ninguno de nosotros lloró,
porque llorar,
no conocía el corazón del indio.
La marca,
la verdadera marca de la historia,
para nosotros,
fue la altanería,
la soberbia.
Nunca fuimos humildes,
más bien,
sórdidos.
Sabíamos,
que más allá de la colina,
al hombre,
lo esperaba la muerte.


Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América"

TORO SENTADO EL VISIONARIO -VI-


Y sin embargo,
ese día,
la guerra,...
no fue dura,
para mis muchachos.

Se trataba de un duelo,
-una fina competición entre valientes -
yo
tuve que matar
y en ese gesto,
donde todo era nuestro,
-donde con la violencia de la verdad,
quedaba claro,
que el poder,
que el bendito todo poder,
era nuestro cuerpo
perdimos,
la última batalla.

Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América"

TORO SENTADO EL VISIONARIO -VII-


Y vi,
-mi alma sumergida en el mortal veneno,
de la supremacía-
la visión transcósmica,
una visión,
más allá de la vida.
Los abismos, las piedras,
-que embrutecían y alegraban a la vez,
nuestro horizonte-
las más altas cumbres,
los pájaros de fuego,
-la cálida metralla y el alcohol-
y nuestra propia manera de vivir,
todo,
contra nosotros.
Inmerso,
en semejante y juvenil locura,
inventé la vejez y propuse,
para los más ancianos,
la muerte súbita.
Tanta fuerza,
quise imaginar,
sería suficiente,
para echar a volar,
algunos hijos,
algunas palabras.

Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América"

TORO SENTADO EL VISIONARIO -VIII-


Después de la masacre se dieron cuenta,
que nuestras mujeres,
también tenían,...
el don del amor,
la gracia de saberse inmortales.
Y si digo que ultrajaron sus cuerpos,
o las sometieron a las más duras pruebas,
lo digo por decir,
porque nuestras bellas amantes,
vivas durante cinco siglos,
lo soportaron todo
y tuvieron entre tanto,
hasta el último hijo necesario
y transportaron,
entre las mutilaciones de sus cuerpos,
ocultas,
nuestras pocas palabras.
Nunca fueron tristes,
en hijos y palabras fue todo porvenir.
Crecieron como crecen,
famosas sudestadas,
volcánicos murmullos.
Crecieron,
sin saber,
amantes,
del armonioso jugo de los vegetales,
y de sus propios excrementos,
fueron millones


Mguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América"