lunes, 29 de abril de 2013

HAY COSAS DE LA INFANCIA QUE NO VUELVEN

Hay cosas de la infancia que no vuelven,
la sonrisa juvenil de mi madre,
las empanadas de mi abuela muerta,
el corazón temido de la noche.
Hay cosas de la infancia que quedan en la infancia.
La tenebrosa entrada en los infiernos,
el pecado primero, la primera virtud,
la gloriosa ascensión a los cielos,
la vergüenza de provenir del sexo.
Hay cosas de la infancia que quedan en la infancia.
 

viernes, 26 de abril de 2013

LA RAZÓN


 Cada vez nuevas palabras marcan el ritmo de lo desconocido.
Cada vez nuevas palabras,
nuevas combinaciones,
vidas sin imaginación,
me alejan de la muerte.
Palabras que no termino de colocar en el lugar correspondiente.
Palabras inauditas e inesperadas me hablan de lo desconocido y sin embargo,
no temo escribirlas.
Todo me pasa cuando termino de escribir.
Siempre hay algo en lo que escribo que no me termina de gustar.
Siempre hay algo en lo que escribo doloroso para alguien.
Siempre alguna coma,
algún punto.
Alguna detención en general,
me resultan innecesarios y sin embargo,
estoy lleno de interrupciones.
Quiero decir,
según pensamientos de escritos anteriores,
lleno de heterosexualidad.
Y la verdad no sé, para qué, quiero tanta.

Se mezclan entre la pureza de las palabras,
grises y arrogantes,
seguros de sí mismos,
los pequeños actos cotidianos:
Los planes increíbles a los cuales uno se tiene que someter para comer todos los días.
Los maquiavélicos pensamientos con los cuales me reúno diariamente,
para poder darle un beso a una mujer.
Entre los furgones,
entre los carbones cotidianos y las diarias cenizas de la carne,
vagones incontenibles de mierda y los panes crujientes,
sobre la mesa.
Todo es universal.
La guerra también.
Y uno sin darse cuenta,
comiendo y bebiendo,
caminando tranquilamente por la ciudad de la mano de alguno de sus hijos,
se va poniendo,
digo,
sin darse cuenta, todo de un color.
Termina,
insisto,
sin darse cuenta,
amando ciertas palabras,
odiando ciertas palabras,
en fin,
combatiendo alocadamente.
Y yo,
no quiero combatir.
Estoy en contra de la guerra.
Y sin embargo lo sé,
carezco de poder para "implantar la paz".
La paz,
exactamente igual que la guerra,
algo que otorgan y quitan los poderosos.
Darse cuenta de la falta de poder para la paz,
de la falta de valentía para la guerra,
también es doloroso.
Si no puedes la paz,
si te asusta la guerra,
te dejan,
-siempre en todos los casos-
fuera de la vida.
Y tampoco,
quiero quedarme fuera de la vida.
De pequeño aprendí,
que defenderse formaba en todos los casos parte de un plan,
que defenderse no era algo que le pasaba sólo a los miserables.
Morir en definitiva,
en estos sistemas de vida que se vienen programando,
más que un deseo, es una orden.
En consecuencia,
las palabras pronunciadas nos indican que también nosotros estamos en guerra.
Uno contra el otro,
otro contra el uno.
El poeta a veces, sabe lo que dice.
Y teniendo en cuenta que los cataclismos se producen,
tanto en las grandes guerras como en las guerras pequeñas,
propongo como nueva forma de vivir:

LA GRAN GUERRA,
una guerra de las palabras contra la biología,
contra la física moderna.
Basta de llantos matinales.
Basta de amor,
porque el amor es todo nuestro.
Es hora de zarpar,
el mundo nos espera.
Psicoanálisis y poesía,
dos interesantes miradas sobre la vida de los hombres,
que como toda mirada,
única o doble,
(ya que el doble es consecuencia y máscara de la dialéctica de lo único)
son insuficientes.
En ellas,
todo cierre es tan solo, una nueva metáfora.
Quiero decir,
en ellas,
todo cierre es tan solo, una nueva metáfora.
Quiero decir,
en ellas,
todo es infinito en los contornos de un universo finito.
Dos miradas extraviadas en ser,
siempre una novedad
y sin embargo,
hablar solamente,
escribir solamente,
dos formas privilegiadas de lo único.
Por ahora,
psicoanálisis-poesía,
dos grandes y corpulentos valles de lágrimas.
Por ahora,
todo es dolor,
todo,
crítica punzante.
Por ahora, debemos decirlo,
nadie aprueba los exámenes.
Psicoanalistas y Poetas,
hay pocos.
He descubierto y aunque para mí tal vez ya sea demasiado tarde,
lo digo:
El mundo acontece fuera de mí.
Y no es tan fácil como parece,
se trata,
de un descubrimiento:
el mundo no sólo acontece fuera de mí,
sino también,
fuera de los otros.
quiero decir,
que más allá de nuestros cuerpos,
que más allá de la longitud de la mirada
-campo perfecto de nuestro gran amor-
el mundo no existe.
El mundo más allá de nosotros,
también es un deseo.
Y aunque mis intenciones son decir siempre la verdad,
me voy dando cuenta con el correr de los siglos,
que el camino hacia lo cierto,
es sólo un desvío en el camino hacia la nada.
Como vemos,
una pérdida lamentable de energía.
Lo cierto y su camino,
padece de todo.

Ciencias arrobadoras,
incapaces de producir sentidos más allá de sus vientres.
Vale decir,
pequeñas ciencias que más allá del amor,
se hacen relativas,
envejecen.
Todo método por más feroz que sea su designio,
para no enmohecerse,
para que no se pudran en sus propias entrañas los hallazgos de su valentía,
deberá,
transformarse con lo que transforma.
Deberá sufrir en su ser método,
una transformación.
No en los alrededores de su vida,
sino en su propia vida.
No en los contornos de ninguna ilusión,
sino,
en el centro mismo de la máquina que produce todas las ilusiones.
Y cuando se habla de las ciencias y de la poesía
y no se habla,
de la propia vida de los sujetos,
no hay método.
Y todo es Razón,
y ella misma es la que se descarta a sí misma, para ser,
y es ella la que concibe,
un NO rotundo y "eterno" en la propia morada muda de la materia,
y en ese vacío,
fuego sangrante de la nada,
y en ese límite preciso contra todo,
ella,
la razón en cuestión,
haciendo gala y despliegue de todos sus sentidos,
con todos sus orificios abiertos y desesperados a la búsqueda de lo cierto,
ella,
comienza su propia investigación.
Y Ella tiene la sabiduría de la vida,
porque la vida, es ella.
Su moda,
la verdad.
Su verdadero ser,
el tiempo momificado en los relojes.
Su retórica,
volver siempre sobre lo mismo,
con el intento de ennoblecer cualquier atrocidad que ocurra en su reinado.
Y ella,
hoy por hoy, quiero confesarlo,
reina sobre todo.
Y para reinar,
su concepción es simple:
En mi cuerpo,
nos dice,
(y ella tiene variadas maneras de decir)
todo es sobremesa,
barrigas descomunales y cigarros,
que pueden fumarse tranquilamente.
En mi cuerpo,
todo es atardecer
y unas veces blanca y perfumada,
danzando entre cisnes también blancos y olorosos,
y otras veces,
ensangrentada y nocturna,
fría y natural,
momificando su sonrisa siempre a una hora determinada,
abre las ventanas de su corazón,
abre desaforadamente sus flujos marinos.
Ella en su casa también es poesía
y entreabre su piel,
porque la piel también es un agujero
y en esas heridas,
se petrifica el universo.
Cuevas y salientes por doquier,
deforman su cuerpo en el intento de abarcar,
todo lo que produce.
La marginalidad,
aparente espacio donde zozobra su poderío,
es también,
un espacio de su propio cuerpo,
alejado de su poder y estrechamente ligado a su corazón,
ya que en esas márgenes que son todavía su cuerpo,
viven,
y cantan sus canciones los marginales.
Sus apasionados amantes secretos.
Viven como si fuera contra ella,
para soñarla y en los sueños,
ella no deja de reinar.
Todo sueño es verdad.
Toda verdad es sueño.
Y cuando el mundo se llenó de verdades y de sueños,
cuando ya era imposible sostener en un solo cuerpo tantas direcciones,
ella,
inventora de lo inconcebible,
parte su cuerpo en dos,
y olvida.
Y mientras lo olvidado no retorna,
ella es dos.
En un solo ser,
una que hace lo que puede
y la otra que hace lo que no puede.
Se trata de la misma historia,
una mutilación y su doble.
Un mundo sin acción,
como decía,
petrificado.
Ya que uno no puede,
por carecer de todos.
Y dos,
es la posibilidad de la mirada de uno.
Y el tercero no existe,
porque el tercero es lo olvidado que retorna.
Y hasta aquí,
como vemos,
y en la cúspide de su poderío,
ella propone para el hombre:
ser uno,
o bien,
su propia imagen,
o peor aún,
cuando ella atardece
y los rumores del lago son propicios,
ser,
en el inconcebible retorno de lo reprimido,
un recuerdo.
Un grito.
Una caricia.
A veces un olor.
Y tengamos cuidado,
porque cuando ella no sabe qué decir,
inventa la muerte,
para reinar majestuosa también sobre el silencio.
Ella es una asesina y dice la verdad:
más allá de mi cuerpo,
o la reproducción de mi cuerpo,
o la muerte.
En mi cuerpo todo.
 
Miguel Oscar Menassa
De ¿Perversión? o ¿la muerte de la palabra? y Psicoanálisis del amor, 1978

miércoles, 24 de abril de 2013

Indio Gris. EDITORIAL nº 68 y nº 69 - (13 y 19 de septiembre de 2001)

 
Yo, también, estoy sorprendido, nadie hubiera podido imaginarlo así. A los pocos minutos comencé a pensar que habían fallado los ordenadores. Algún programa de defensa había enloquecido, se habían paralizado los responsables de la inmunidad, como pasa en el cáncer, en el sida.
Sólo habían pasado cinco minutos y ya había visto 20 veces en diferentes canales el impacto del avión contra la torre, las llamas espectaculares, la caída estrepitosa de las torres, ya habían acontecido las mil llamadas telefónicas de familiares y amigos de mi país y de países lejanos preguntándome qué ocurriría a partir de hoy en el mundo, cuando comencé a pensar algo terrible: Cómo podía ocurrir lo que había ocurrido (cáncer, sida) si el sujeto no estaba suficientemente comprometido para que eso aconteciera. El mal parecía provenir de afuera pero era de adentro, el sujeto se defendía del afuera  y aquello que lo mataba vivía en él (y no quiero que se tome a mal que como ejemplo ponga la construcción de un escudo antimisiles para defenderme de los ataques exteriores cuando aún no puedo defenderme de los ataques interiores).
Yo, también, estoy sorprendido, nadie hubiera podido imaginarlo así. En Estados Unidos, los niños de la calle, los niños que sostienen con sus pequeños cuerpos el negocio de la prostitución infantil, los niños de la droga, no provienen como en la mayoría de los países de las clases más pobres sino que son hijos de la burguesía, de la pequeña burguesía intelectual.
Yo, también, estoy sorprendido, nadie hubiera podido imaginarlo así. ¿Cómo fue posible que no se detuviera al segundo avión si ya habían pasado 18 minutos del primer impacto? ¿Y cómo fue posible que ningún ingeniero del mundo advirtiera a los bomberos, policías, enfermeras y médicos, que ese edificio no podría soportar el impacto y se caería, si ahora después que ya ocurrió, son capaces de decir que el derrumbe se produjo por el impacto y las llamas?
Y por último, y sin entender demasiado, me pregunto ¿Cómo fue posible que los ordenadores del Pentágono funcionaran mal, cómo fue posible?
Qué queda para nosotros, los mortales sencillos, si los poderosos, los semidioses de la guerra se matan a sí mismos o no saben defenderse.
Un poema, amor mío, que ya no aguanto más.
Volver al hombre, volver al hombre.
Pero, dónde hay un hombre para querer volver,
se preguntaba el condenado a vivir
.
 El pequeño poema se refiere a que ha fallado la nueva tecnología, se hace necesario volver al hombre porque nos hemos dado cuenta que el error humano siempre es menos espectacular que el error de la máquina pero esto, bien pensado, también, es una tontería.
No me venga con filosofía, señor director, un poema, amor mío, que ya no aguanto más.
 
CUMPLIR 61 AÑOS CUANDO ESTALLA LA GUERRA
Hoy escuché a mi mundo,
el mundo donde vivo,
clamando por la guerra,
por la guerra total.
 
A matar, a matar,
gritaban los periódicos.
A matar, a matar,
decían por T.V.


 A vengar nuestros muertos,
vociferaba el pueblo.
A matar, a matar,
enemigos, más allá.

Iremos por el aire;
iremos por el mar
y por la tierra iremos
escuchen el compás:
Vi morir una madre
de frío en la vereda,
esperando a su hijo
que nunca volverá.

Y una mujer moría
clavada en una espada,
que su amante muy joven
no supo manejar.

Y vi morir reptiles
atados a sí mismos
y vi morir el canto
en la voz del cantor.

Y mi madre moría
quemada por el fuego,
cual bruja o hechicera
del tiempo del terror.

La guerra se ha extendido
por mi mundo y el mundo.
Al aire libre no vivirá
ningún poema.
Al aire libre no habrá
ningún amor.

En las trincheras se hablará
de la muerte
y por las noches se soñará
el horror.

Al alba, el miedo,
vivirá en la palabra.
En los pechos maternos
se escuchará el fragor.
En el colegio el niño,
aprenderá a matar.
A cuidarse del compañero niño,
del maestro.
A cuidarse del cielo en su conjunto,
hasta del alma.
A cuidarse del viento huracanado
y de la brisa.
Del volcán poderoso que vomita
fuego y basura
y la pequeña colina perfumada
florecida y abierta.
En cualquier pequeño lugar
de cualquier Patria,
aunque sea la nuestra,
oscurece, se pliega la montaña,
se hace invisible el agresor.

En plena oscuridad
ya no se sabe:
¿quién es el asesino?
¿quién tiene que morir?

En semejante oscuridad,
que produce la guerra,
ya no se sabe
dónde está la amada,
ya nadie sabe
dónde anida el traidor.

Por eso nos miramos
los unos a los otros,
presintiendo un  culpable
en cada humanidad.
Nos persigue el delirio
de una guerra sin fin.

El Capitán herido
gritaba a las estrellas:
Habrá guerra, habrá guerra
y todos morirán.

Cristianos, musulmanes,
ricos y pobres,
todo el mundo muriendo
por un poco de paz.

Todo el mundo muriendo
de una vieja moral:
La guerra es necesaria
aunque sea fatal.

Nada de nada,
no puedo escribir nada.
Todo el mundo está en guerra
y el poema está quieto,
detenido
como un preso de guerra,
en silencio
como en la esclavitud,
caído de dolor
cual torre muerta.
 
INDIO GRIS. FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE: MENASSA 2001
      
www.indiogris.com


 

jueves, 18 de abril de 2013

ESTOY CONTENTO DE TANTO HABER AMADO



 Estoy contento de tanto haber amado,
de tanto haber llegado al confín de los besos,
contento de habernos abrazado por las noches
envueltos en los vapores del silencio
al vivir lujurioso de la carne y el fuego,
la espléndida y loca pasión de las palabras.
Contento de levantarme una mañana,
con las pupilas húmedas manchadas por amor.

Fue un siglo de locura, crecimos en todas direcciones,
odio y amor se agigantaron,
la pobreza llegó hasta la riqueza,
la necedad y la bella locura poblaron monasterios,
las enfermedades que produjo el amor
llegaron hasta el alma poblando los silencios,
en su afán de morir, el hombre inventó virus
que atacan, con fervor, el pensamiento.

Después, hay que decirlo,
en el corazón de la música
este siglo se rompió la guitarra,
el violín de las guerras fue lamento que,
volando hacia los cielos,
alcanzaba el dolor.

La trompeta fue aullido y el aullido fue canto,
hasta el saxo bramaba alguna piedad.
Hubo tambores de locura, este siglo,
que explotaban sonando como esferas de luz.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

miércoles, 17 de abril de 2013

El hombre y yo



11
Nada nos será dado de la libertad
sin arrancarla de nuestros corazones.
Sexo que no consiguió
sino el poema.
Locura que brilló,
sólo un instante.
Fueron palabras
todos mis odios,
todos mis amores,
el sexo y la locura
fueron palabras
hasta la libertad,
sólo palabras.

Miguel Oscar Menassa
De "El hombre y yo", 2005

domingo, 14 de abril de 2013

CARTA A MI PATRIA



 Todo está bien y todo está mal
y no diré, como se decía antaño:
un fuerte viento ha destruido nuestra razón
... y no diré:
fuertes borrascas,
se han llevado en su seno nevado el último amor.

Una tierra se descompone en el rumor alado de mi canto,
en el rumor de una tempestad sin fin,
un huracán que más que anunciar el porvenir
nos recuerda despiadadamente el pasado.

Entre las palabras que desollo vivas,
están las de tu piel.
Fragancia de limón entre los higos,
pequeña fragancia de amor entre las enredaderas.
Tajo de miel, tu sexo, abierto,
verde y natural.

Te enfrento en el fondo de tu mirada vacía
-obrera sarcástica de los pastos-
abro tu piel
y sobre alguna herida sangrante de tu rostro
una vía rápida y segura, entre tus venas
dejo caer mis palabras, veneno mortal,
gritos desmedidos sobre tu carne.

Soy un hombre que morirá casi seguro en sus andanzas.
Amante de los perfumes, la mujer, siempre me sobrecoge.
Un día cualquiera como me pasaba de muchacho,
escribiré un poema, encenderé la luz.
Soles, estrellas fugaces y soles majestuosos,
para que tu piel salte en pedazos.
Pradera verde y natural,
pradera infinita.
Ojo descuartizado de américa-latina,
pastos helados en plena primavera,
bajo el sol, exactamente, bajo el sol,
todos muertos.
Esfera de cristal,
banderita azul y blanca de mi pequeña patria muerta,
sobre mi ojos, en pedazos de sol, tu cuerpo resucita.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

viernes, 12 de abril de 2013

TERCER MANIFIESTO DEL GRUPO CERO

   
De la guerra,
                   lo supimos todo,
                                           estamos asqueados.
Las carnes maceradas,
                                  los pechos ensangrentados,
las almas,
              arrancadas de su lugar y lanzadas,
para siempre al vacío.
Desde entonces aconsejamos,
                                             nunca más raíces,
nunca más para nosotros,
                                      la ilusión de tener.
Llevamos con nosotros la muerte,
                                                  somos humanos.
La caricatura de lo indecible.
                                           Una guerra de las palabras,
contra la biología,
                           contra la física moderna.
Somos,
           la gran alternativa,
                                     el sexo contraatómico.
La verdad,
                el síntoma perfecto.
                                             Soy,
el único que no cambia,
                                   pasa la muerte,
y sin embargo,
                     me mantengo joven.
Pasa la mierda,
                      y aún,
                               mantengo mis perfumes,
mi culo virgen,
                     mi mujer indemne,
los pasaportes y el amor,
                                      en regla.
Poeta desde siempre,
                               no necesité,
                                                de mi cuerpo para vivir.
A los voraces reclamos de la justicia,
le fui dando palabras,
                                soy por eso,
la única pieza del sistema,
                                     completa.
Mi cuerpo,
                no existe.
Esta vez,
             venir,
                     hemos venido por el prestigio.
Somos,
           los destapadores de cloacas,
                                                      los roñosos,
los últimos buscadores de piojos,
                                                  el hazme reír,
los que emigramos sin saber,
                                           los extranjeros.
Somos,
           mi amor,
                       la marejada de mierda,
                                                         contra la antigüedad.
Los encargados de tocarle el culo,
                                                   al enfant terrible
a las bellas y pequeñas tacitas de porcelana,
y a tu gesto de reina,
entre las más altas copas de los árboles.
Somos,
           los bárbaros,
                              venimos,
para decirlo de alguna manera,
                                             a pinchar los globos.
 
Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América", 1978

miércoles, 3 de abril de 2013

CUANDO FUE NECESARIO CRECER


Cuando fue necesario crecer
y disciplinarse
crecí y me puse
la nostalgia en la mirada.
La disciplina viene sola.

Aprendí a mirar de costado
a provocar catástrofes
y a rejuvenecer.
Me dieron un diploma.

Algunos vienen a preguntarme
por el crecimiento y la disciplina.
Les digo que el diploma lo guardé
en el cajón del escritorio donde guardo
las fotografías de los muertos.

Decidí tener más valor
practicar un deporte violento.
Volver a los guantes.
Ser un triunfador.

Escribí poemas acerca de eso.

Del pasado
quedó olvidada en el rostro
mi mirada de chulo.
Del pasado
me quedó la cadencia.
Después
fui quitando de mi cabeza
el sol
las tontas ilusiones.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesaía y yo", 2000

martes, 2 de abril de 2013

ANOCHE LLORÉ


Anoche lloré toda la noche por la libertad muerta.

Está pasando
lo estoy viendo
pero no lo puedo creer

Un misil entra en la boca de un niño pidiendo pan.

Cuando muera, gritaba el niño, habré dejado un rastro pero ya estaré muerto.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002