viernes, 10 de septiembre de 2010

CARTA a CARL-ERIK SJOBERG

Espero que la palabra fluya en la medida de mis posibilidades. Cada día es un siglo en estos territorios donde habito. Lo que ayer escribía mi mano y pensaba mi pensamiento hoy es pueril y su delicadeza nada tiene que darle de comer a las bajas y altas pasiones que deslumbran mi ser. La curiosidad no tiene límites.

Han pasado por mí, dioses y demonios, pequeños héroes de papel y tigres hambrientos, virtuosos y sagaces equilibristas, ha pasado la muerte y ha lamido con su grandiosidad mi saber.

He cortado todas las raíces, suelo por las tardes quedar suspendido en el espacio.

La palabra no fluye en la medida de mis posibilidades, es lento y caprichoso su fluir. Como un deseo que tarda en reconocerse, como el deseo de quien ignora todavía el final.

Ignoro el final de mi escritura, mi escritura me lo revela todo, menos los mecanismos de su fin.

Si quiero la locura, la locura viene y hace sus estragos. Si ambiciono la carne, la carne acontece hasta el hartazgo, hasta la humillación.

Si me acontecen los horrores del hambre nadie me negará su pan, nadie ocultará su cuerpo a mi voracidad.

Pero si a mi escritura le pidiera su fin, me encontraría sin más en un pozo ciego de mierda y de blasfemias. Ella detiene su curso cuando me vuelvo torpe y desconfiado. Ella necesita de mí un fanático, un alucinado por ella. Un dios o un semidiós o una basura humana pero todo por ella. Ella necesita de nuestra prosternación. Yo me prosterno.

Bendigo que ella me tenga entre sus huéspedes, entre aquellos que pueden visitarla en cualquier hora del día o de la noche.

Cuando está conmigo y yo me olvido de preguntar por el final, ella me da el lugar de los que saben, de los que pueden leer en su cuerpo las palabras del siglo. Alguna vez me entregaré a ella para siempre, sin importarme cuál será el final, sin importarme cuál será la vida, pero que sea.

15 de octubre de 1975

Miguel Oscar Menassa
De "Psicología animal y arte", 1975

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