martes, 7 de septiembre de 2010

CUMPLIR 60 AÑOS. CAMARADA

A mi hermana Norma, camarada

Yo también fui camarada de la vida
en la trinchera amable de la amistad
y en la trinchera oscura de la muerte.

Fui zanja hecha pedazos, quieta hoguera,
carne que no sirve para nada, ni el amor,
palabra abierta, plena, que no pudo fluir.

Fui ese pedazo de adoquín sangrante
un tango que se baila sólo en el vivir
las vías del tranvía en la curva mortal.

Un beso en el andén del tren perdido,
estrellas aparcadas en un lejano cielo,
un amor que al morir no existió nunca.

Fui camarada de la tierra americana
sembrando el porvenir de la palabra.
Poesía que en el futuro será el amor.

Camarada, todos juntos atados
luchando por las letras del pan,
por la agonía en buenas manos.

Luchando camarada, todos juntos
por un salario justo, si lo hubiera,
un amor recíproco que no lo hay.

Historias que borran la memoria,
dejando el cuerpo sin recuerdos,
el beso sin sonido de los sueños.

Soy de aquí, camarada, aquí mi vida.
Aquí todas mis plantas, mis lechugas,
las cosas de la tierra en mis amores.

Camarada del agua siembro para ti
frutas del tamaño de altas ilusiones:
todos juntos venciendo a la tristeza.

Mago de mí, ato al cuello del mundo
el cinturón de ausencias del poema,
camarada del cielo lloro la soledad.

Y también digo tener para los locos,
los enfermos del alma, un camarada.
Bestia de amor descuartizada y sola.

Y fui el gran camarada de la noche,
del hombre insomne que no duerme
y del mundo quiere cambiar el alma.

Camarada de la esbelta mujer acróbata
la que se balancea, sin cesar en el amor.
Cae y alcanza el cenit y no dice palabra.

Camarada de la mujer que sin mirada,
camina sin rumbo de un lado para otro,
sin poder entender porqué nadie la ama.

Camarada del hombre trabajador,
hierro para el amor, débil de futuro,
alguien que ya perdió lo que no fue.

De la mujer trabajadora y su destino:
hacer del pan una verdad y del amor,
un sueño entretejido entre las sombras.

Fui camarada de la letra y la piedra
la letra que llega serena a la palabra,
piedra perdurable del sexo del amor.

Camarada de mí, fui deslumbrado,
como deslumbran las estrellas fugaces
por uno de mis versos que no escribí.

Fui camarada ocioso de la muerte,
la vigilaba, la vigilaba todo el día,
pero en los sueños ella podía más.


Miguel Oscar Menassa
De "Llantos del exilio", 2003

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