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miércoles, 22 de abril de 2020

Este año quiero comenzar el año

Este año quiero comenzar el año
brindando y no escribiendo
como todos los años anteriores.
Brindo por la revolución
porque nací en su tiempo
y por ser éste el tiempo de la furia
brindo por el amor a la revolución
y en ese amor
bebo la sangre y, también,
bebo la poesía de la revolución.
Levanto mi copa cual estandarte
para brindar por la mujer
porque Ella es de la revolución
su poesía.
Brindo por el hombre que no podré ser.
Tiro el contenido de mi copa
a la tierra
y brindo con los muertos.
En mi copa vacía penetran
los espíritus burlones
y poéticos de la noche,
y yo me los bebo
no sólo para divertirme
sino también,
para brindar contra la muerte.
Oscuridad para las luces
que huyen de mi cuerpo
violencia de claveles afiebrados.
Me detengo en la mirada de los amigos
para llenar mi copa con este verso.
Arranco de la espesura de la mañana
palpitantes estrofas.
Dejo caer sobre mi cuerpo
vertiente iluminada,
licores y sueños.
Unto mi cuerpo con babas perfumadas,
pólvoras humedecidas por el llanto,
olores de una revolución asesinada
y brindo por mi Patria.
En el intento
de universalizar mi canto
pongo sobre mi cuerpo
las sedas del ocaso
terráqueo sin medida
palabra rota
descuartizado ser
hacia el espacio
brindo por mí.
Delicado y fugaz
me parto en tus entrañas,
como el cristal del tiempo
como el cristal que suena
en la garganta cósmica
canción del Universo.
Hago de las astillas una flor,
dejo que los más pequeños,
rompan la flor entre sus manos
y arrojen al viento
las partes más bellas de la flor.
Caballero de la poesía
monto en pelo
a lo indio
una yegua con alas.

Miguel Oscar Menassa
Del libro "La poesía y yo"

domingo, 7 de abril de 2019

NI COMO TU NI COMO YO


Ni como tú. Ni como yo.
Si es necesario
para vivir
que muera todo.
La Poesía
independiente
de toda pasión
no le teme a la muerte
porque la muerte
es su presencia iluminada
y en esa dimensión
más que morir
la sangre se transforma.
Vientre animal
pariendo el universo
voz gutural
nocturna del poeta
piedra y, a la vez,
un movimiento felino
entre los árboles.
Exóticos manjares y preludios
de frutos mojados por la lluvia
anidan en tu cuerpo,
carnes sangrantes del tiempo
feroces como raíces violentas
atadas al amor.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo"

domingo, 21 de enero de 2018

ULTIMO CANTO


El tiempo pasa para los niños.
No se detiene.
Áspero golpea
de soledad en la ciudad tremenda
los corredores de la infancia.
Madre se queja por amor. Limpia el verano.
Amada vuelca su contenido en la tierra.
Esta realidad no tiene parecido.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o cómo desesperar a los ejecutivos"


domingo, 29 de octubre de 2017

SOCORRO NO PUEDO DETENER MIS PALABRAS


Este año quiero comenzar el año
brindando y no escribiendo
como todos los años anteriores.
Brindo por la revolución
porque nací en su tiempo
y por ser éste el tiempo de la furia
brindo por el amor a la revolución
y en ese amor
bebo la sangre y, también,
bebo la poesía de la revolución.
Levanto mi copa cual estandarte
para brindar por la mujer
porque Ella es de la revolución
su poesía.
Brindo por el hombre que no podré ser.
Tiro el contenido de mi copa
a la tierra
y brindo con los muertos.
En mi copa vacía penetran
los espíritus burlones
y poéticos de la noche,
y yo me los bebo
no sólo para divertirme
sino también,
para brindar contra la muerte.
Oscuridad para las luces
que huyen de mi cuerpo
violencia de claveles afiebrados.
Me detengo en la mirada de los amigos
para llenar mi copa con este verso.
Arranco de la espesura de la mañana
palpitantes estrofas.
Dejo caer sobre mi cuerpo
vertiente iluminada,
licores y sueños.
Unto mi cuerpo con babas perfumadas,
pólvoras humedecidas por el llanto,
olores de una revolución asesinada
y brindo por mi Patria.
En el intento
de universalizar mi canto
pongo sobre mi cuerpo
las sedas del ocaso
terráqueo sin medida
palabra rota
descuartizado ser
hacia el espacio
brindo por mí.
Delicado y fugaz
me parto en tus entrañas,
como el cristal del tiempo
como el cristal que suena
en la garganta cósmica
canción del Universo.
Hago de las astillas una flor,
dejo que los más pequeños,
rompan la flor entre sus manos
y arrojen al viento
las partes más bellas de la flor.
Caballero de la poesía
monto en pelo
a lo indio
una yegua con alas.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

jueves, 8 de junio de 2017

AMOR 2000



Es una voz inconfundible la que me confunde.
Los vientos detenidos clavándose en mi tiempo,
recurren a las más viejas fantasías de olvido
y, en ese punto negro de la memoria, surge el poema.
 
No es una sustancia, un ser, que atraviesan la nada.
Es nada lo que se come la sustancia, atravesando el ser.
Es huecos de huecos, el infinito que me mira,
es línea sobre línea, generando agujeros invisibles.
 
Opongo al misterioso siglo del vacío perfecto,
la carne desmesurada y abierta de tus ojos,
la sangre de tu boca, herida por lo insondable.
 
Opongo a la siniestra ceguera universal,
incandescente luz del choque de los cuerpos,
la magnética luz de tus palabras, amándome.

 Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991 

martes, 13 de diciembre de 2016

ADIÓS CULTURA MI SEÑORA


Cuando pequeño escuchaba hablar a los mayores:
Ella, un día, abriría sus puertas,
para que yo entrara, por fin, a la vida.
Joven príncipe entrando al palacio que le corresponde.
Yo crecía
y mis amigos crecían
y todo era esperanza.
Estábamos aniquilados por una ilusión:
Ella un día abriría sus piernas, sus puertas, sus ventanas
y nosotros entraríamos en ELLA como ELLA en nosotros
y, en ese instante, el reino de los cielos en la tierra,
sería la cultura.
Con el tiempo, esperando y haciendo nuestras cosas,
-esperando de día, haciendo nuestras cosas por la noche-
fuimos transformando todas las ilusiones en banderas.
Salimos a la calle para gritar:
¡la cultura es nuestra!
¡la poesía al pueblo!
¡la mujer a la poesía!
Gritábamos de todo, después,
percibimos los aullidos de Hiroshima,
empobreciendo cualquier dolor.
Dejamos de gritar.
Con los dientes apretados,
con una palpitación interior, increíble,
como si la vida fuera eso, apretar los dientes.
En la quietud de ese silencio pasaron años.
Éramos empecinados, amábamos con fervor las ilusiones
y esa pasión entre los hielos,
fuego brutal que aún me sobrevive
y canta en el propio centro del silencio mortal,
-que me sobrecoge para matarme-
una canción,
última entre tus brazos.
Adiós,
viejo deleite cuando niño
y pensaba llegar a las estrellas.
Mi señora, guardaré en mi corazón las huellas
de haber hecho el amor con usted y algún día,
no me lo perdonarán y, sin embargo, me confieso:
Yo fui feliz entre sus carnes de violetas
Cuántas veces un soneto hizo estallar mi corazón de porvenir.
Cuántas veces la armonía, la perfecta armonía, vuestro Dios,
hizo que de mis ojos cayera una lágrima.
Y acunando a mis hijos,
supe recitar, acompasadamente,
de los grandes poetas, los mejores versos.
Y viajé por las sílabas buscando la longitud exacta de la noche.
Y calculé el destino de una vocal durante años.
Y me até a las palabras.
Y viví maniatado entre las hojas de los libros.
De seguir por ese camino me tocaba la gloria,
más, una tarde, inexplicablemente, comencé a crecer.
Las palabras no cabían en las frases.
Las frases se caían de la página.
Mis sentimientos agrandaban el corazón del mundo peligrosamente.
Y al caminar,
tropezaba con las palabras
y caía.
Una
y otra vez.
Y las palabras se metían por mis ojos abiertos
y me dejaban ciego, y ahí,
precisamente, vacío de negruras,
transparencia donde la blancura hace pensar en el infierno,
la Poesía me tendió su mano y en esa algarabía,
-borrachos de habernos encontrado-
rompimos,
trastabillando juntos, todas las barreras.
Ella deformó su ser en el encuentro
y yo,
entregué mi vida en el adiós.

Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta"

jueves, 6 de agosto de 2015

ARRÁNCAME LA VISTA, AMADA


 Arráncame la vista, amada, le dije sin mirarla
 y ella, acostumbrada a mis palabras, bajó el telón.
 Quedamos, al besarnos, de este lado del mundo,
 sin ver lo que pasaba, sin mostrar lo que hacíamos.

Devuélveme la vista, amada, le dije sin mirarla
 y ella, acostumbrada a mis palabras, subió el telón.
 Quedamos, al besarnos, de ese lado del mundo,
 lo vimos y lo mostramos todo, mas todo daba igual.

Déjame como estoy, no toques mi delirio.
 Algo te doy amándote y nadie se da cuenta.
 Algo me guardo para mí del amor pero no siento nada.
 No somos náufragos perdidos, aún no hemos partido.

Aún, amada, nadie ha llegado al puerto
 y al llegar no habrá barca esperándonos.
 Sólo la bruma de la orilla espera,
 sin novedad, sin mundo, volvemos a la página.

Ya fuimos ciegos, ya fuimos videntes,
 ya dimos de beber a quien no amaba el agua,
 nos sentamos a comer en la mesa de los ayunadores
 y una cama vacía de amor la llenamos de lágrimas.

Ya fuimos la luz que no se enciende
 aunque de golpe aparezca Aladino.

Ya fuimos los condenados de la tierra
 y el dolor de quien nada tiene para sí.

Somos, ahora, como los árboles perennes
 que una vez plantados no dejan de crecer;
 más allá de los soles, del viento, de las lluvias,
 más allá de los tiempos, del amor, de la muerte.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa"

martes, 7 de abril de 2015

22 de octubre de 1976, Madrid.


Querida:
            escribir siempre es difícil.

Recordar a las personas es un entretenimiento.
                                                                      Recuerdo todo.
Donde estaban colocadas las palabras,
donde las arrugas del alma.
                                       Donde los ojos y los labios.
En tardes de niebla
                            recuerdo los estremecimientos,
                                                                          los escrúpulos.
ni bien ni mal,
                    ni contento ni triste,
                                                ni desesperado ni muerto.
En tránsito.
                Tiernas arenas movedizas. Mares turbulentos.

Escucho a Gardel y me cago en la civilización europea y sin embargo,
algo me aprisiona, algo me da pasión.
Una sorda voz,
                      un espejito de colores,
                                                        nubla mi lucidez.
Compro mierda y pago con oro.
Todo      
por un estúpido espejo,
                                  donde mirar,
                                                     lo que creo que soy.

 
Te agradezco,
como solemos agradecer los árabes,
que trates de comprender.
Ser hombres y mujeres, es algo que nos concierne a todos.


Miguel Oscar Menassa


De “Salto mortal”, 1977

 

miércoles, 1 de abril de 2015

TRES AÑOS SON MAS QUE LAS MIL Y UNA NOCHES

22 de agosto de 1979

Partí de Buenos Aires
a caballo de las palabras
donde la poesía
construyó su residencia.
Mil días y mil noches
y me sorprende, aún,
estar vivo.
Calmo mi sed todos los días
y hago el amor
cuando las constelaciones del sur
me recuerdan la Pampa.
El cielo desolado me llama al amor.
Soy lo que queda
después de la matanza
más que un hombre
un rastro.
El tiempo fue pasando
y junto con el tiempo
fueron pasando
los rostros de la muerte.
Y todo fue delirio
en cada máscara.
No tengo paz. No tengo Paz.
Tengo en mi vida huellas
de haber amado la libertad.
La poesía en mi decir
no soporta las trabas
ni las cadenas
no soporta la muerte.
Más allá de mi cuerpo
las letras de mis versos
cantan a la vida.
Más allá de mi amor
las letras de mis versos
tocan el universo.
Mi vida no da más.
Estos escritos son
lo que mi vida da.
Pájaro y serpiente
vuelo y repto
al compás de mis pasiones.
Brujo de mí
transformo los estertores
en música
y creo que danzo.
Una Patria
hecha trapo sangrante
una bandera hecha blasfemia
se agita entre los muertos:
Matar
en nombre de la Patria.
Morir por ella, morir
como las piedras calcinadas.
A mí no me tocó la vida
me tocó sólo su recuerdo.
Patria
esparcida por todo el Universo.
América de plata
te mancharon con sangre.
Estás herida
sangre de las tinieblas
Argentina de cielo
república del pan
herida de muerte
corrompida a muerte.
Deshilachado
helecho de la historia.
Vómito de sangre y terror
sobre la libertad.
Ojo de miel
vaciado a tiros.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo"

viernes, 6 de marzo de 2015

AMOR 2000



Es una voz inconfundible la que me confunde.
Los vientos detenidos clavándose en mi tiempo,
recurren a las más viejas fantasías de olvido
y, en ese punto negro de la memoria, surge el poema.

 

No es una sustancia, un ser, que atraviesan la nada.
Es nada lo que se come la sustancia, atravesando el ser.
Es huecos de huecos, el infinito que me mira,
es línea sobre línea, generando agujeros invisibles.

 

Opongo al misterioso siglo del vacío perfecto,
la carne desmesurada y abierta de tus ojos,
la sangre de tu boca, herida por lo insondable.

 

Opongo a la siniestra ceguera universal,
incandescente luz del choque de los cuerpos,
la magnética luz de tus palabras, amándome.

 

Miguel Oscar Menassa

De "La patria del poeta"

sábado, 20 de diciembre de 2014

Veo abrirse futuro en tus entrañas


Veo abrirse futuro en tus entrañas,
veo inflamarse mi corazón de dicha.
Ataco sin piedad mis versos anteriores
y escupo la cara del oro y la miseria.

Soy el loco Siglo Veinte, estoy espantado de mí.
Hago el amor y contraigo enfermedades incurables.
Trabajo con ahínco y deseos para ser explotado.
Escribo bellos versos para metérmelos en el culo.

Todo está calculado para mí, menos mi ansia.
Todo está computado para mí, menos mi deseo.
Todo está ordenado para mí, menos mi hambre.

Cuando escribo se rompen los relojes
y ese futuro abierto en mis entrañas,
se libera, se hace carne en el mundo.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista"

jueves, 23 de octubre de 2014

AMOR PERDIDO. LA JUVENTUD - XII


Cuando te miro,
veo detrás de ti,...
me dijo ella sin pensarlo
y cuanto más te miro
veo más lejos.

Si te quedaras quieto para siempre,
vería hasta el confín,
vería al hombre nuevo,
nacer en la distancia.
Moví mis ojos,
de un lado para otro
y en cada movimiento,
ella desesperaba más y más.
Salté sobre mis ojos,
corrí por los suburbios de mi piel, para dejarla ciega.
Ella me dijo, tranquilamente,
sin mirarme:
cuando te toco,
siento que el Universo se parte,
para nacer a la distancia
y sus palabras, sin más,
sus sentimientos,
aquietaban mi espíritu,
paralizaban, sencillamente,
mis movimientos,
dejaban mi piel,
abierta,
extendida en sus ojos.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos"

lunes, 13 de octubre de 2014

Remotamente como una historia de viejos tiempos


Remotamente, como una historia de viejos fantasmas,
me veo de rodillas. Mis manos en perfecta supinación,
tus ojos sobre mi nuca abierta a tus deseos claros.
Mi vientre retorciéndose de asco por pedir ese amor.


Remotamente, como una historia del hombre primitivo,
recuerdo tu aristocrática locura atada a mi bragueta,
tus besos de mujer educada, tus besos de señora culta,
en tropel, alcanzan la dimensión oculta de mis tetas.

No ya en el tiempo, sino en los sueños donde el tiempo,
moría irremediablemente atacado de golpes de ternura.
Te amé, lo reconozco, con furia y con dolor. Te amé,
arrancando de la feroz humillación, tenues sonidos.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista"

jueves, 31 de julio de 2014

SOY UN HOMBRE MODERNO



 Soy un hombre moderno.
Atado de pies y manos decido el vuelo.

Al principio me arrastraré
y con el tiempo
podré levantar un poco la cabeza.

Veré el cielo....
El infinito cosmos será
mis pequeñas cadenas y mis babas.

Al principio conseguiré comida
y me la robarán.
Después
aprenderé a cuidar la comida.
Otra cadena más
y así con el tiempo podré
cuidar mi dinero.

Otro eslabón se cierra y otro más
y tendré hijos y serán mis hijos
y tendré que conseguir
comida para ellos
y aprender a cuidarla.

Y mientras cuido la comida
y no dejo
que me arrebaten mi dinero
tendré que tener
educación para mis hijos
para que el infinito cosmos sea
sus pequeñas cadenas y sus babas.

Y también habré de conseguir un amor
como se consiguen puestos de trabajo
y cuidar ese amor con mi propia vida
y no es
un eslabón lo que se cierra sobre mí
sino
los propios tentáculos de la muerte.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo"

miércoles, 30 de julio de 2014

Querida: He sabido por tu madre...


He sabido por tu madre, que te gustaría que antes de fin de año rocemos las aristas del espanto.
Quiero decirte que la familia es un hecho concreto tal, que sin familia, es como una ciudad sin agua. Es imposible vivir sin ella, o se la lleva afuera o se la lleva adentro; quiero decir: ahora, para evitar términos tan sugerentes entre nosotros como adentro y afuera, que la familia está presente en nosotros como forma de modelo ideológico social o bien está consolidada como modelo ideológico inconsciente.
Seré, «Te lo prometo» antes del acontecimiento, entre nosotros, del verbo enamorado, el arrebato perfecto de una mirada. Tu madre enamorada, encandilada por tu belleza, enajenada de poder transformarte según su algarabía, en su falta, su hombre, su deseo o, peor todavía, su envidia, su desprecio, su lejanía.
Antes de fin de año, mi pequeña, quiero hacerle saber, que
ya no volveremos a estar los dos a solas. El tiempo, para entonces, habrá
partido nuestra razón de ser. Un pozo de silencio, el tiempo, entre
nosotros, mi deseo, arrancándola brutalmente de mis brazos,
empobrecidos ahora, por su ausencia. Aleja su mirada de mi mirada, empobrecida ahora por su lejanía y estrella tu mirada, querida, contra lo que no habrá en tu aurora, ni aún después de los grandes acontecimientos. Contra lo que no podrá ser tu forma, ni, aún después, de las más bellas poesías.
Mutilado porque mi cuerpo es otro que tu cuerpo, desprestigiado, incluso, para tu mirada detenida por el horror de mi ser, impotente de ser mi cuerpo y mi palabra, mi forma y mi sentido. Tu mirada helada, en un rincón del alma, para siempre.
Por el horror de mi ser, impotente de ser, exactamente, tu imagen deshilachada en el espejo negro de la muerte. En el espejo muerto del negro silencio. En el silencio muerto y negro en el espejo. En el silencioso espejismo negro de la muerte, donde tus caderas comienzan a bailar al ritmo de macumba.
Negra de magia, abierta, silenciosa, al sonido espectral de los tambores, delicada y altiva, como una rosa entreabierta puesta en su lugar. Insolente, enamorada de ti misma y, todavía, antes de desear, te abrazas a la muerte para no morir nunca ¡CONDENADA! Tu silencio es negro. Tu silencio es la señal que te quedó en el cuerpo de aquel abrazo con la muerte, para no morir nunca, para nunca desear, para nunca ser otra que tu voz.
Y no queriendo llegar muy lejos o, por el contrario, quiero decirte, que ponerte a llorar, enfermarte gravemente o enamorarte de algún desconocido, no te servirá de mucho, a menos que puedas entender, que tus resistencias, cuando lo nuestro se trata, simplemente, de una conversación, siempre son exageradas.
Recuerdo que la primera vez que me animé a decirte, rodeado de precauciones, que era bonito conversar contigo, te pusiste a llorar al estilo de las lloronas sicilianas, interrumpiste el encuentro antes de tiempo e intentando pegarme con la cartera en la cabeza (golpe que esquivé con un paso atrás y un directo a la mandíbula) me dijiste con rabia: Usted es un desgraciado.
Al otro día volviste encandilada por la posibilidad de poder sentir y expresar esos sentimientos.
Mientras te desnudabas, pedías perdón por lo del día anterior y tus manos al borde del silencio me dijiste: Usted es un hijo de puta. No sé por qué se lo digo, pero me hace bien que sufra, sépalo. Soy la peor de todas, tengo sarna. Voy por la vida enarbolando mi fracaso, su fracaso, doctor, ¿se da cuenta? Conmigo no puede nadie. Yo soy la flema ardiente del deseo y no sigo adelante porque tengo miedo que usted me aumente los honorarios.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

sábado, 12 de julio de 2014

Querida: El impacto...


El impacto que te produjeron mis primeras cartas, me hizo dudar acerca de seguir escribiendo de nuestra apasionante aventura, por temor a dañar tu sensibilidad, tu orgullo.
Tu silencio es aún más hondo, tu disociación más extrema.
Tratando de ayudarte te diré, que las últimas veces hablamos del dinero, de la relación entre el dinero y tu cuerpo, y eso, siempre te perturba de alguna manera espectacular.
Tú hubieses preferido que fuese todo por amor.
Si hubiese sido todo por amor, mi pequeña, ahora no habría ninguna necesidad de separarnos. Pero quiero recordarle, querida, que usted llegó hasta mí para volar y no para morir, como a veces parece que usted quisiera, pequeña, y muerta de miedo entre mis piernas.
«No me deje, doctor, espere un tiempo más, todavía no pude
ni escribirle un poema a mi madre. Yo vine a usted, es cierto, porque quería ser como las grandes escritoras que no temen, a nada. Esas escritoras que no mueren en la guerra, esas escritoras que no sucumben frente a ningún amor, esas que se ponen a llorar, sólo, en presencia de un poema bien escrito. No me deje, doctor, justo ahora, que había comprendido que usted no era el bramido del viento, llamándome a la muerte, ni la superficie helada de los vientos donde, al anochecer, plasmaba mi locura.»
No dije que se fuera, sólo que el tiempo se abre camino entre nosotros.
«Sí, el tiempo, doctor, claro... nuestro adiós, la propia muerte de nuestras cosas, doctor, nosotros y el tiempo.»

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1991

domingo, 26 de enero de 2014

24 de septiembre de 1976, Madrid


El tiempo pasa para los niños, no se detiene. 
Áspero golpea de soledad en la ciudad tremenda 
los corredores de la infancia
Madre se queja por amor, limpia el verano.
Amadas vuelcan mi contenido en la tierra.
Esta realidad, no tiene parecido.

Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977