Caigo, voy cayendo por la comisura de tus labios,
detengo mi caída para besarte, porque voy a morir.
Deslizo por tus pechos, agonizantes, mi sonrisa
y alcoholes y locuras inician la danza del adiós.
No es que se baile festejando mi cercana muerte,
no se emborrachan las almas puras para llorarme,
ni se quiebran las voces altas para oírme partir,
ni estallan los vientres de pasión para olvidar.
Se danza para que los temblores lleguen a tu piel,
para que tu piel alcance en los sonidos quebrados,
la música radiante e imposible, las voces del amor.
Antes de morir la caricia negra se contorsiona,
vive con frenesí los últimos goces de tu cuerpo
y doce campanadas desesperadas devoran el final.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987
sábado, 31 de diciembre de 2011
jueves, 29 de diciembre de 2011
EL HOMBRE VUELA, SE HACE NOSTALGIA, VUELA
No vengo yo a escribirlo si soy el Otro.
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.
Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
cuando la triste muerte compañera deja de aullar,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.
Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz,
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.
Y así, sin escribirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas, en mis manos, que no son yo.
Hay de golpe, cosas, en el mundo, que no son mi vida.
Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.
Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
cuando la triste muerte compañera deja de aullar,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.
Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz,
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.
Y así, sin escribirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas, en mis manos, que no son yo.
Hay de golpe, cosas, en el mundo, que no son mi vida.
Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991
Etiquetas:
La patria del poeta,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
miércoles, 28 de diciembre de 2011
RECUERDO LA LIBERTAD
Un mayo frío, sin luz, recuerda mi ciudad.
Extraño todo lo que fui:
Rosas y ventanales sobre el mar,
aquella pasión,
por cuerpos femeninos huyendo de sí.
Retazos de pasión,
antiguos pájaros al viento sobre la arena.
Vaho de luz,
efervescencia marítima,
desenvolviendo la maraña del tiempo.
Horas en que el recuerdo cae
y los ídolos
y algunos sueños infantiles caen
y el universo se desmorona
y las hojas escritas vuelan por mi alma
y caen, antiguas leyendas donde el hombre,
era feliz.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
Extraño todo lo que fui:
Rosas y ventanales sobre el mar,
aquella pasión,
por cuerpos femeninos huyendo de sí.
Retazos de pasión,
antiguos pájaros al viento sobre la arena.
Vaho de luz,
efervescencia marítima,
desenvolviendo la maraña del tiempo.
Horas en que el recuerdo cae
y los ídolos
y algunos sueños infantiles caen
y el universo se desmorona
y las hojas escritas vuelan por mi alma
y caen, antiguas leyendas donde el hombre,
era feliz.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
Etiquetas:
El amor existe y la libertad,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
lunes, 26 de diciembre de 2011
LA MUJER Y YO -1-
Puedo estar contento de haberla conocido,
algo de ella he recibido, algo le he dado.
Mas hoy quisiera hablar del lado oscuro:
Cuando yo le pedía su verdadero amor,
su cuerpo temblando, su alegría futura,
ella me daba sus dudas, su vergüenza.
Y cuando, sobresaltado por pensares
que vienen hacia nosotros del futuro,
le pido que volemos los dos juntos
por los Orinocos amables del canto,
volar juntos, le digo,
por los mundos donde la palabra
hace la música y el color,
Ella, me da su miedo,
su amor paralizado,
un teatral anticipo
de la muerte.
Cuando, tiernamente, le pido que bailemos,
comienza a mover sus nalgas con voluptuosidad,
me desafía y me llama por mis nombres propios:
intelectual sin clase, poeta cobarde, débil marica
y me pide, por favor, que la azote antes de bailar.
Me quito el cinturón con elegancia
y le digo, apretando los dientes:
A ver, mi amor, a ver ese culito
y ella vomita orgasmos por doquier
cuando le prometo cerca de su oído,
pegarle con pasión, sin debilidades.
Después cuando, ella,
comenzó a ganar algo de dinero
hacíamos el amor más civilizados:
ella se levantaba la falda azulada
y ofrecía sus nalgas casi perfectas
al castigo, que yo le aseguraba
día a día a cambio de su amor para siempre.
Y yo, sin besarla, sin acariciarla como antaño,
le pegaba cuatro o cinco latigazos, en el culo,
sin emocionarme demasiado, casi fríamente
y ella era muy feliz hasta la semana siguiente.
Cuando pasaban dos o tres días
me decía. Todavía siento mis nalgas,
es hermoso ir con ellas todo el día,
los hombres me desean en los sueños
y las mujeres me envidian, soy feliz.
Hasta que un día, cansada o aburrida
de gozar siempre de la misma manera,
abandona el trabajo y habla entre amigas
de mi refinada, estudiada, sutil crueldad.
Les cuenta, con todo lujo de detalles,
los secretos del polvo, el goce de la tierra
cuando se riega con los líquidos del amor.
Su semen caía por mi cintura, les cuenta,
como una lágrima perdida, sin destino.
Yo me abría y él caía en mí como la noche
y me inundaba de infinito goce y de dolor
y yo me abría y él seguía cayendo, cada vez
más lejos del mundo, de la civilización
y ahí, cuando hasta un beso me hubiese dado
de habérselo pedido, le pedí que me pegara
y me puse en cuatro patas y me abría más
y él, pobre hombre hipnotizado por el amor
alejado, totalmente, de sí mismo, me pegaba,
apretaba mi cuello con firmeza y me pegaba.
Un día se pasó, me amó de más,
como un, verdadero, poseído,
como un loco.
Ninguna palabra pudo detenerlo
y me pegó y me pegó y me pegó
y alcanzamos juntos el orgasmo
y fue por eso que no le vi más.
Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo", 2003
algo de ella he recibido, algo le he dado.
Mas hoy quisiera hablar del lado oscuro:
Cuando yo le pedía su verdadero amor,
su cuerpo temblando, su alegría futura,
ella me daba sus dudas, su vergüenza.
Y cuando, sobresaltado por pensares
que vienen hacia nosotros del futuro,
le pido que volemos los dos juntos
por los Orinocos amables del canto,
volar juntos, le digo,
por los mundos donde la palabra
hace la música y el color,
Ella, me da su miedo,
su amor paralizado,
un teatral anticipo
de la muerte.
Cuando, tiernamente, le pido que bailemos,
comienza a mover sus nalgas con voluptuosidad,
me desafía y me llama por mis nombres propios:
intelectual sin clase, poeta cobarde, débil marica
y me pide, por favor, que la azote antes de bailar.
Me quito el cinturón con elegancia
y le digo, apretando los dientes:
A ver, mi amor, a ver ese culito
y ella vomita orgasmos por doquier
cuando le prometo cerca de su oído,
pegarle con pasión, sin debilidades.
Después cuando, ella,
comenzó a ganar algo de dinero
hacíamos el amor más civilizados:
ella se levantaba la falda azulada
y ofrecía sus nalgas casi perfectas
al castigo, que yo le aseguraba
día a día a cambio de su amor para siempre.
Y yo, sin besarla, sin acariciarla como antaño,
le pegaba cuatro o cinco latigazos, en el culo,
sin emocionarme demasiado, casi fríamente
y ella era muy feliz hasta la semana siguiente.
Cuando pasaban dos o tres días
me decía. Todavía siento mis nalgas,
es hermoso ir con ellas todo el día,
los hombres me desean en los sueños
y las mujeres me envidian, soy feliz.
Hasta que un día, cansada o aburrida
de gozar siempre de la misma manera,
abandona el trabajo y habla entre amigas
de mi refinada, estudiada, sutil crueldad.
Les cuenta, con todo lujo de detalles,
los secretos del polvo, el goce de la tierra
cuando se riega con los líquidos del amor.
Su semen caía por mi cintura, les cuenta,
como una lágrima perdida, sin destino.
Yo me abría y él caía en mí como la noche
y me inundaba de infinito goce y de dolor
y yo me abría y él seguía cayendo, cada vez
más lejos del mundo, de la civilización
y ahí, cuando hasta un beso me hubiese dado
de habérselo pedido, le pedí que me pegara
y me puse en cuatro patas y me abría más
y él, pobre hombre hipnotizado por el amor
alejado, totalmente, de sí mismo, me pegaba,
apretaba mi cuello con firmeza y me pegaba.
Un día se pasó, me amó de más,
como un, verdadero, poseído,
como un loco.
Ninguna palabra pudo detenerlo
y me pegó y me pegó y me pegó
y alcanzamos juntos el orgasmo
y fue por eso que no le vi más.
Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo", 2003
Etiquetas:
La mujer y yo,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
domingo, 25 de diciembre de 2011
COMO LAS ALAS SIRVEN PARA VOLAR, CREARE ALAS A ESTAS PALABRAS QUE PARECÍAN HABERSE INMORTALIZADO DENTRO DE MI
Abriré las compuertas
inundaré con mis palabras las poblaciones vecinas
para encontrarme por fin con mi destino.
Mi destino de azúcares y azahares
País de la locura
donde transitan libremente
animales salvajes y ocas doradas.
Reino
de las dulces pasadas de lengua por el culo
o de las extrañas e inquietantes travesías nocturnas
donde amar al prójimo, era en verdad, nuestro único fin.
Anémonas
arrojemos anémonas a los ojos de los malvivientes
busquemos en sus pieles
el cariñoso beso de una madre ajena y sombría
Eva de Adán, diosa de las tristes putas de occidente,
muéstrales la manzana
aloja en tu seno lo que habrá de morir.
Tu Adán no ha de morir.
Arbitraria foca de mar bésame en la boca
hiela mi piel
necesito escribir acerca de las palabras escritas.
Humo de incienso
blanco y perfumado olor de los orientes
abre la cripta de su corazón
y arroja en su ser desde las ánforas azules
pequeños animales salvajes y frescos vinos.
Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975
inundaré con mis palabras las poblaciones vecinas
para encontrarme por fin con mi destino.
Mi destino de azúcares y azahares
País de la locura
donde transitan libremente
animales salvajes y ocas doradas.
Reino
de las dulces pasadas de lengua por el culo
o de las extrañas e inquietantes travesías nocturnas
donde amar al prójimo, era en verdad, nuestro único fin.
Anémonas
arrojemos anémonas a los ojos de los malvivientes
busquemos en sus pieles
el cariñoso beso de una madre ajena y sombría
Eva de Adán, diosa de las tristes putas de occidente,
muéstrales la manzana
aloja en tu seno lo que habrá de morir.
Tu Adán no ha de morir.
Arbitraria foca de mar bésame en la boca
hiela mi piel
necesito escribir acerca de las palabras escritas.
Humo de incienso
blanco y perfumado olor de los orientes
abre la cripta de su corazón
y arroja en su ser desde las ánforas azules
pequeños animales salvajes y frescos vinos.
Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975
Etiquetas:
Miguel Oscar Menassa,
poesía,
Yo pecador
sábado, 24 de diciembre de 2011
UNA REPETICIÓN INCALCULABLE
Soy un hombre,
nací hace 50.000 años
y tengo derecho a la palabra.
Un hambre por el amor,
una boca abierta a los cuatro vientos,
por el amor,
un ansia por la música ligera,
clave de mar,
tu cuerpo.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
nací hace 50.000 años
y tengo derecho a la palabra.
Un hambre por el amor,
una boca abierta a los cuatro vientos,
por el amor,
un ansia por la música ligera,
clave de mar,
tu cuerpo.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
Etiquetas:
El amor existe y la libertad,
Miguel Oscar Menassa
jueves, 22 de diciembre de 2011
26 de diciembre de 1975, Buenos Aires en todas las horas del día
ANIVERSARIO
A OLGA, MUJER
Yo fui el poeta que desvastó tus territorios
Dueño del pan y de las uvas
llegué para ofrecerte de mi cuerpo
las marcas del amor.
Las manos y los pies heridos por la cruz
mi cuerpo pisoteado por los fieles
su piel arrancada a tirones por los que más me amaron.
Mi sexo mutilado para no ver:
tristes mutilaciones
y estas simples palabras del corazón.
Y todo fue verdad. Amé tu cuerpo y los excrementos de tu cuerpo.
Amé, amé con alegría tu piel y tus delirios.
No tuve paz y sin embargo fui feliz.
Amo esta cárcel y a sus severos carceleros.
Cadenas, amo las cadenas que estrangulan mi ser.
La sed de este desierto me matará, y sin embargo soy feliz.
Pido cadena perpetua para quien mata su ser por el amor. Y digo,
para que todos sepan, que ella ama mi esclavitud.
Ella es una mujer
ni venderá mi cuerpo
ni me despojará del alma
Ella necesita en su casa un cantor
y la voz del cantor no cesará jamás.
El cantor necesita ser amado, es un pequeño niño con miedo a la oscuridad.
Luz para que el poeta no muera de terror.
Y ella será,
colgada de un rincón del cuarto, mi lámpara votiva.
Pequeña y a veces mortífera luz.
EL FIN SERÁ EL HORROR.
Ver y amar desesperadamente la destrucción de nuestros cuerpos.
Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977
A OLGA, MUJER
Yo fui el poeta que desvastó tus territorios
Dueño del pan y de las uvas
llegué para ofrecerte de mi cuerpo
las marcas del amor.
Las manos y los pies heridos por la cruz
mi cuerpo pisoteado por los fieles
su piel arrancada a tirones por los que más me amaron.
Mi sexo mutilado para no ver:
tristes mutilaciones
y estas simples palabras del corazón.
Y todo fue verdad. Amé tu cuerpo y los excrementos de tu cuerpo.
Amé, amé con alegría tu piel y tus delirios.
No tuve paz y sin embargo fui feliz.
Amo esta cárcel y a sus severos carceleros.
Cadenas, amo las cadenas que estrangulan mi ser.
La sed de este desierto me matará, y sin embargo soy feliz.
Pido cadena perpetua para quien mata su ser por el amor. Y digo,
para que todos sepan, que ella ama mi esclavitud.
Ella es una mujer
ni venderá mi cuerpo
ni me despojará del alma
Ella necesita en su casa un cantor
y la voz del cantor no cesará jamás.
El cantor necesita ser amado, es un pequeño niño con miedo a la oscuridad.
Luz para que el poeta no muera de terror.
Y ella será,
colgada de un rincón del cuarto, mi lámpara votiva.
Pequeña y a veces mortífera luz.
EL FIN SERÁ EL HORROR.
Ver y amar desesperadamente la destrucción de nuestros cuerpos.
Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977
Etiquetas:
Miguel Oscar Menassa,
poesía,
Salto mortal
martes, 20 de diciembre de 2011
Esta tranquilidad, esta paz, por la cual somos capaces de cometer los errores más enormes, de hacer las más felinas trampas, las traiciones más oportunas. Esta tranquilidad, esta paz, algunas veces es el amor.
Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966
Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966
lunes, 19 de diciembre de 2011
153_
12 de mayo de 1977
A la muerte, aunque nos guste, hay que decirle que no. a la locura, aunque nos resulte simpática, hay que decirle que no. Quiero mi vida sesgando una gran vida, del resto a mi alrededor, no hay que preocuparse, crecerá junto conmigo.
Miguel Oscar Menassa
De "Los secretos de un psicoanalista", 2011
A la muerte, aunque nos guste, hay que decirle que no. a la locura, aunque nos resulte simpática, hay que decirle que no. Quiero mi vida sesgando una gran vida, del resto a mi alrededor, no hay que preocuparse, crecerá junto conmigo.
Miguel Oscar Menassa
De "Los secretos de un psicoanalista", 2011
viernes, 16 de diciembre de 2011
ULTIMO CANTO
El tiempo pasa para los niños.
No se detiene.
Áspero golpea
de soledad en la ciudad tremenda
los corredores de la infancia.
Madre se queja por amor. Limpia el verano.
Amada vuelca su contenido en la tierra.
Esta realidad no tiene parecido.
Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966
No se detiene.
Áspero golpea
de soledad en la ciudad tremenda
los corredores de la infancia.
Madre se queja por amor. Limpia el verano.
Amada vuelca su contenido en la tierra.
Esta realidad no tiene parecido.
Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966
martes, 13 de diciembre de 2011
Intelectual sin clase definible
Intelectual, sin clase definible,
abierto a la sospecha de las horas,
obrero de la nada, patrón del tiempo,
inefable poeta del amor y la muerte.
No vengo, por ventura, buscando nada.
Ni las ondas malignas de nostalgia.
Ni el corazón sangrante de un poema.
Ni el fugitivo dinero, ni personas.
Estoy aquí por los olores del viento.
Por la penetrante caricia de las olas.
Por palpitantes estrofas, por palabras.
Por palabras dispersas sobre todo el océano,
por un océano frío, abierto en mi garganta,
por esas perlas negras arrancadas del alma.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987
abierto a la sospecha de las horas,
obrero de la nada, patrón del tiempo,
inefable poeta del amor y la muerte.
No vengo, por ventura, buscando nada.
Ni las ondas malignas de nostalgia.
Ni el corazón sangrante de un poema.
Ni el fugitivo dinero, ni personas.
Estoy aquí por los olores del viento.
Por la penetrante caricia de las olas.
Por palpitantes estrofas, por palabras.
Por palabras dispersas sobre todo el océano,
por un océano frío, abierto en mi garganta,
por esas perlas negras arrancadas del alma.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987
domingo, 11 de diciembre de 2011
HE VUELTO DE LOS MÁS NEGROS ATARDECERES
He vuelto de los más negros atardeceres
y he vuelto con las manos vacías, ciegas.
He dejado tirado al borde del camino
mi pequeño poeta enamorado del amor.
Me dieron unas monedas de oro y plata
y una pequeña soga de seda oriental
para ahorcarme feliz y arrepentido
al darme cuenta que el oro ya no brilla.
El camino donde perdí al cálido poeta
quedó clavado en el desierto del tiempo
en lo profundo de un instante de locura.
Cada palabra se transformó en una piedra
todo amor se conjugó en pasado remoto
toda luz fue noche, todo color, vacío.
Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002
y he vuelto con las manos vacías, ciegas.
He dejado tirado al borde del camino
mi pequeño poeta enamorado del amor.
Me dieron unas monedas de oro y plata
y una pequeña soga de seda oriental
para ahorcarme feliz y arrepentido
al darme cuenta que el oro ya no brilla.
El camino donde perdí al cálido poeta
quedó clavado en el desierto del tiempo
en lo profundo de un instante de locura.
Cada palabra se transformó en una piedra
todo amor se conjugó en pasado remoto
toda luz fue noche, todo color, vacío.
Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002
Etiquetas:
Al sur de Europa,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
viernes, 9 de diciembre de 2011
ALGO DE MIEDO TENGO
Algo de miedo tengo o mucho,
vivo como asustado,
como si no hubiese pagado los impuestos,
como si hubiese mirado lo que no debía
o me hubiese apropiado de mi trabajo.
Qué mal que la he pasado, pero qué mal,
agachándome todo el día para evitar
el balazo que sería certero en medio de los ojos
de no haber vivido estos últimos años agachándome.
Era la parte de las cloacas que sobresalía,
con la cabeza a ras del suelo conocí el amor,
con la cabeza torcidita para ver llegar al agresor,
descubrí sus piernas de brillantes desnudos.
Quise besar sus nalgas de nácar o delirio
y mis labios besaban con fervor la vereda.
La bella mujer se burlaba de mis cosas,
hacía como que bailaba sobre mi cabeza
y me tiraba un beso con la mano al partir,
indiferente,
como si yo pudiera alcanzar algún beso.
Después al trote movía sus caderas con intención,
diciéndome, tal vez, que si la amaba, la siguiera.
Le pregunté al primer transeúnte
si me ayudaba a levantarme
y el pobre, con ternura, me preguntó. ¿Por qué?
¿acaso te preocupa algún sueño de amor?
Es un amor sin límites, le dije al caminante,
un amor que alejándose me quiere en libertad.
Libre de pies, de manos, de palabras,
todo para el amor.
Miguel Oscar Menassa
De Al sur de Europa, 2002
vivo como asustado,
como si no hubiese pagado los impuestos,
como si hubiese mirado lo que no debía
o me hubiese apropiado de mi trabajo.
Qué mal que la he pasado, pero qué mal,
agachándome todo el día para evitar
el balazo que sería certero en medio de los ojos
de no haber vivido estos últimos años agachándome.
Era la parte de las cloacas que sobresalía,
con la cabeza a ras del suelo conocí el amor,
con la cabeza torcidita para ver llegar al agresor,
descubrí sus piernas de brillantes desnudos.
Quise besar sus nalgas de nácar o delirio
y mis labios besaban con fervor la vereda.
La bella mujer se burlaba de mis cosas,
hacía como que bailaba sobre mi cabeza
y me tiraba un beso con la mano al partir,
indiferente,
como si yo pudiera alcanzar algún beso.
Después al trote movía sus caderas con intención,
diciéndome, tal vez, que si la amaba, la siguiera.
Le pregunté al primer transeúnte
si me ayudaba a levantarme
y el pobre, con ternura, me preguntó. ¿Por qué?
¿acaso te preocupa algún sueño de amor?
Es un amor sin límites, le dije al caminante,
un amor que alejándose me quiere en libertad.
Libre de pies, de manos, de palabras,
todo para el amor.
Miguel Oscar Menassa
De Al sur de Europa, 2002
Etiquetas:
Al sur de Europa,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
miércoles, 7 de diciembre de 2011
EL HOMBRE Y YO -6-
Un hombre que no sabe
reír cuando se ríe,
que no sabe llorar
aunque lo diga un tango.
Un hombre
sin círculos ni rectas.
Un ave, mas María,
que no sabe volar.
Miguel Oscar Menassa
De "El hombre y yo", 2005
reír cuando se ríe,
que no sabe llorar
aunque lo diga un tango.
Un hombre
sin círculos ni rectas.
Un ave, mas María,
que no sabe volar.
Miguel Oscar Menassa
De "El hombre y yo", 2005
Etiquetas:
El hombre y yo,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
martes, 6 de diciembre de 2011
CAPITÁN CAT
La vida de los marineros es una vida sin
[esperanzas.
Yo soy el capitán Cat y quiero decirles
que el mar, fue mi mejor amigo.
A Morgan y a Perkins, los conocí
en un café de la calle Córdoba
lejos del mar.
Teníamos una manera distinta de vivir.
Para mí el mar era la vida misma
Cuando en el puerto esperaba el regreso de la
[tripulación
nunca tuve miedo.
Yo soy el Capitán Cat
y esto es cierto.
Cuando Perkins y Morgan en alta mar
pretendían atemorizarme
luchando como adolescentes
contra el mar
las ballenas asesinas o alguna embarcación
[inglesa
-que para esa época eran terribles-
Y Perkins con su corbata negra
Y Morgan dale que dale con el arpón;
yo solía entretenerme con Rosie Probert y
[esas cosas del amor
y mi madre muerta dentro de mis ojos sin luz
como si todo el universo estuviera en mis ojos
y todo el universo era el mar.
Mis ojos y el mar se parecían
y la aventura era sin dudas, para mí,
mi madre enloqueciéndose dentro de mis ojos.
Miguel Oscar Menassa
De "Los otros tiempos", 1970
[esperanzas.
Yo soy el capitán Cat y quiero decirles
que el mar, fue mi mejor amigo.
A Morgan y a Perkins, los conocí
en un café de la calle Córdoba
lejos del mar.
Teníamos una manera distinta de vivir.
Para mí el mar era la vida misma
Cuando en el puerto esperaba el regreso de la
[tripulación
nunca tuve miedo.
Yo soy el Capitán Cat
y esto es cierto.
Cuando Perkins y Morgan en alta mar
pretendían atemorizarme
luchando como adolescentes
contra el mar
las ballenas asesinas o alguna embarcación
[inglesa
-que para esa época eran terribles-
Y Perkins con su corbata negra
Y Morgan dale que dale con el arpón;
yo solía entretenerme con Rosie Probert y
[esas cosas del amor
y mi madre muerta dentro de mis ojos sin luz
como si todo el universo estuviera en mis ojos
y todo el universo era el mar.
Mis ojos y el mar se parecían
y la aventura era sin dudas, para mí,
mi madre enloqueciéndose dentro de mis ojos.
Miguel Oscar Menassa
De "Los otros tiempos", 1970
Etiquetas:
Los otros tiempos,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
lunes, 5 de diciembre de 2011
CONSCRIPTO CLASE 40
A veces te pierdo.
No sueles estar en los ojos
de ningún marinero de mi país.
Ellos son altos
y hablan de sus mujeres
voluntariamente casadas con ellos
voluntariamente cansadas de ellos
casualmente enamoradas de otros.
Tú no apareces en sus ojos
pero en verdad
ellos no saben de ti
más que estas ganas mías de decirles:
hace tanto tiempo que no la veo
ella es dulce
como el corazón de vuestras abuelas
ella no está cansada
y, si no aparece,
es porque le gusta ser misteriosa.
Los ojos de los marineros de mi país
son de un color ronco,
mas ella, a veces, se complace
en convertirlos en tardes de verano.
Cuando esto sucede
ellos miran dulcemente
mi tremenda manera de saber estar solo
y al continuar sus caminos
se acuerdan de sus mujeres.
Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966
No sueles estar en los ojos
de ningún marinero de mi país.
Ellos son altos
y hablan de sus mujeres
voluntariamente casadas con ellos
voluntariamente cansadas de ellos
casualmente enamoradas de otros.
Tú no apareces en sus ojos
pero en verdad
ellos no saben de ti
más que estas ganas mías de decirles:
hace tanto tiempo que no la veo
ella es dulce
como el corazón de vuestras abuelas
ella no está cansada
y, si no aparece,
es porque le gusta ser misteriosa.
Los ojos de los marineros de mi país
son de un color ronco,
mas ella, a veces, se complace
en convertirlos en tardes de verano.
Cuando esto sucede
ellos miran dulcemente
mi tremenda manera de saber estar solo
y al continuar sus caminos
se acuerdan de sus mujeres.
Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966
sábado, 3 de diciembre de 2011
DESPUÉS DE LA MUERTE
En el refugio de la noche
la vida se desplaza levemente
Tan soberbio
tan espectacular era el poema entre las sombras,
que no me alcanzará para escribirlo,
ni la mañana, ni la noche,
ni el resto de mi vida.
Navego como navegaron los grandes navegantes,
a ciegas,
con el pulso detenido por la emoción de cada instante,
oliendo tierra firme en todas direcciones
y así,
otra vez el mar y el profundo cielo permanentemente.
Vientos perfumados
y peces enloquecidos por el hambre, festejan,
la inminencia de un nuevo fracaso.
Nadie ha de morir en ese olvido,
surgen, fortalecidas,
por el odio de seguir buscando,
imprecaciones y blasfemias.
Capitán del hastío,
siempre buscando tierra firme,
siempre encontrando abiertos mares y perfumes,
cerrados océanos.
Con la soberbia de un hombre encadenado
y libre,
un día terminaré gritando entre tus brazos:
yo maté a Dios, quiero la recompensa
y, seguramente, alguien me dará 30 dineros
y mi locura seguirá avanzando sobre todo.
Viene del sur, dirán, es un desaforado.
Anguila escurridiza y voraz,
eléctrico perfume entre las piedras,
palabra desmedida, es el poeta.
Vengo para que conmigo muera lo último.
Más allá de la nada comienza mi camino.
Un hombre es a otro hombre, su poeta y el Otro.
Olímpico destino y, a la vez,
embalsamada furia detenida.
Contraste primordial entre mi ser y el mundo.
Un hombre es a otro hombre, su mirada y el cielo.
Paloma mensajera y, a la vez,
nostálgico asesino entre las sombras.
Entrecortado canto poblado de silencios.
Un hombre es a otro hombre, la muerte y su milagro.
Intento arrancar la venda de mis ojos,
doy duros golpes en el propio centro del timón,
para desviar el rumbo y no consigo nada.
Fumo cigarros y bebo alcoholes fuertes.
Dibujo entre los ojos de la mujer que amo,
la posibilidad de un nuevo recorrido,
y frente a esa mirada maravillada por mi terror
rompo el sextante y la pequeña brújula marina,
y en el corazón pleno de la niebla
-en el comienzo de este nuevo final-
arrojo como si fueran desperdicios
mis últimos recuerdos al mar
y beso tus labios.
Tierra firme
y nuestro barco se retuerce entre las olas,
movimientos desesperados a punto de naufragar,
son el movimiento de nuestros cuerpos.
Babas y leches
se confunden con el torrente de aguas marítimas
y algas
y brillantes moluscos como perlas,
sacrificados a un dios.
Mar abierto
y nuestro barco encalla
en los afiebrados latidos de tu corazón,
tambor entre los leves murmullos de la selva.
Indómito
-salvaje anidando en la maleza-,
arranco tu sexo de la tierra, violines de la música,
movimientos como puñales clavándose en el cielo.
Antes de comenzar mi nuevo camino,
trato de señalizar el punto de partida.
Arranco desde donde el hombre se debate,
en los brazos sangrantes de la nada.
Yo soy ese hombre,
mordido por la vida humana a traición,
enajenado en el entontecido ritmo del reloj,
enloquecido por el palpitante ruido de las máquinas,
ensombrecido por la lujuria de los dioses asesinos
-hombres solitarios y, también, hombres habitados-,
y, sin embargo, doy mi primer paso.
Pequeño paso,
no emprendo veloz carrera hacia las tinieblas,
porque soy un hombre atemorizado,
que ya no sabe si su próximo paso
será marca o nivel de otros pasos humanos
o el callejón sin salida de su muerte.
En los pasos siguientes me desorienta
ver mi nombre en el nombre de las calles,
indicando la dirección deseada.
Brutal encuentro conmigo mismo y sigo andando,
porque seguir andando hacia otro descubrimiento cada vez,
después de los primeros pasos se hace costumbre.
Y, sin embargo, uno también se dice: aquí me detendré.
Detrás de mí, sólo montañas,
y sembraré esa tierra,
y atraeré con mi canto el agua de la lluvia
para que todo florezca y se reproduzca
y lo femenino sea ley del amor,
manzana delirante sin pecado,
y en ese paraíso viviré, tranquilamente, un tiempo.
Después algún humano habitante de la nada de Dios
intentará colonizarme y tampoco habrá guerra.
Cuando se sequen las flores,
cuando se pudran definitivamente los frutos,
porque ya no hay amor en su cuidado,
daré otro paso más,
pequeño paso conmovido como aquel primer paso,
y así, seguramente, veré distintos horizontes,
y así, seguramente, un día, moriré caminando
y nada pasará,
porque los violentos perfumes de mi cuerpo,
cuando camino, son mis propias palabras
y así, veo mi nombre volando en ese olor alucinado,
más allá de mi muerte,
caminando.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad" 1984
la vida se desplaza levemente
Tan soberbio
tan espectacular era el poema entre las sombras,
que no me alcanzará para escribirlo,
ni la mañana, ni la noche,
ni el resto de mi vida.
Navego como navegaron los grandes navegantes,
a ciegas,
con el pulso detenido por la emoción de cada instante,
oliendo tierra firme en todas direcciones
y así,
otra vez el mar y el profundo cielo permanentemente.
Vientos perfumados
y peces enloquecidos por el hambre, festejan,
la inminencia de un nuevo fracaso.
Nadie ha de morir en ese olvido,
surgen, fortalecidas,
por el odio de seguir buscando,
imprecaciones y blasfemias.
Capitán del hastío,
siempre buscando tierra firme,
siempre encontrando abiertos mares y perfumes,
cerrados océanos.
Con la soberbia de un hombre encadenado
y libre,
un día terminaré gritando entre tus brazos:
yo maté a Dios, quiero la recompensa
y, seguramente, alguien me dará 30 dineros
y mi locura seguirá avanzando sobre todo.
Viene del sur, dirán, es un desaforado.
Anguila escurridiza y voraz,
eléctrico perfume entre las piedras,
palabra desmedida, es el poeta.
Vengo para que conmigo muera lo último.
Más allá de la nada comienza mi camino.
Un hombre es a otro hombre, su poeta y el Otro.
Olímpico destino y, a la vez,
embalsamada furia detenida.
Contraste primordial entre mi ser y el mundo.
Un hombre es a otro hombre, su mirada y el cielo.
Paloma mensajera y, a la vez,
nostálgico asesino entre las sombras.
Entrecortado canto poblado de silencios.
Un hombre es a otro hombre, la muerte y su milagro.
Intento arrancar la venda de mis ojos,
doy duros golpes en el propio centro del timón,
para desviar el rumbo y no consigo nada.
Fumo cigarros y bebo alcoholes fuertes.
Dibujo entre los ojos de la mujer que amo,
la posibilidad de un nuevo recorrido,
y frente a esa mirada maravillada por mi terror
rompo el sextante y la pequeña brújula marina,
y en el corazón pleno de la niebla
-en el comienzo de este nuevo final-
arrojo como si fueran desperdicios
mis últimos recuerdos al mar
y beso tus labios.
Tierra firme
y nuestro barco se retuerce entre las olas,
movimientos desesperados a punto de naufragar,
son el movimiento de nuestros cuerpos.
Babas y leches
se confunden con el torrente de aguas marítimas
y algas
y brillantes moluscos como perlas,
sacrificados a un dios.
Mar abierto
y nuestro barco encalla
en los afiebrados latidos de tu corazón,
tambor entre los leves murmullos de la selva.
Indómito
-salvaje anidando en la maleza-,
arranco tu sexo de la tierra, violines de la música,
movimientos como puñales clavándose en el cielo.
Antes de comenzar mi nuevo camino,
trato de señalizar el punto de partida.
Arranco desde donde el hombre se debate,
en los brazos sangrantes de la nada.
Yo soy ese hombre,
mordido por la vida humana a traición,
enajenado en el entontecido ritmo del reloj,
enloquecido por el palpitante ruido de las máquinas,
ensombrecido por la lujuria de los dioses asesinos
-hombres solitarios y, también, hombres habitados-,
y, sin embargo, doy mi primer paso.
Pequeño paso,
no emprendo veloz carrera hacia las tinieblas,
porque soy un hombre atemorizado,
que ya no sabe si su próximo paso
será marca o nivel de otros pasos humanos
o el callejón sin salida de su muerte.
En los pasos siguientes me desorienta
ver mi nombre en el nombre de las calles,
indicando la dirección deseada.
Brutal encuentro conmigo mismo y sigo andando,
porque seguir andando hacia otro descubrimiento cada vez,
después de los primeros pasos se hace costumbre.
Y, sin embargo, uno también se dice: aquí me detendré.
Detrás de mí, sólo montañas,
y sembraré esa tierra,
y atraeré con mi canto el agua de la lluvia
para que todo florezca y se reproduzca
y lo femenino sea ley del amor,
manzana delirante sin pecado,
y en ese paraíso viviré, tranquilamente, un tiempo.
Después algún humano habitante de la nada de Dios
intentará colonizarme y tampoco habrá guerra.
Cuando se sequen las flores,
cuando se pudran definitivamente los frutos,
porque ya no hay amor en su cuidado,
daré otro paso más,
pequeño paso conmovido como aquel primer paso,
y así, seguramente, veré distintos horizontes,
y así, seguramente, un día, moriré caminando
y nada pasará,
porque los violentos perfumes de mi cuerpo,
cuando camino, son mis propias palabras
y así, veo mi nombre volando en ese olor alucinado,
más allá de mi muerte,
caminando.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad" 1984
Etiquetas:
El amor existe y la libertad,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
viernes, 2 de diciembre de 2011
Amor perdido. Buenos Aires
IV
Estuve en Buenos Aires cuando un viento helado del pasado,
rozó por un instante a la mirada del mundo nuestro futuro,
cuando por poco pasa, lo que por no pasar fue todo goce,
ahí, en ese tiempo de la historia, estuve en Buenos Aires.
Que la justicia sea igual para todos, sólo eso pedían.
Altaneros, sabiendo que la vida, aún, es el futuro.
Un domingo de Pascuas, como si fuera Poca fiesta,
resucitó, alegre, así debo decirlo, todo un pueblo.
Una vez sacudida la nostalgia, el miedo, todo lo pasado,
salieron a la calle despiertos, cientos, miles, millones
y se juntaron como bandadas de palomas abiertas de paz.
Y todos juntos cantaban a los gritos sus deseos.
Nadie pedía pan, nadie pedía libertad para nadie.
La justicia sea igual para todos, sólo eso pedían.
Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos", 1995
Estuve en Buenos Aires cuando un viento helado del pasado,
rozó por un instante a la mirada del mundo nuestro futuro,
cuando por poco pasa, lo que por no pasar fue todo goce,
ahí, en ese tiempo de la historia, estuve en Buenos Aires.
Que la justicia sea igual para todos, sólo eso pedían.
Altaneros, sabiendo que la vida, aún, es el futuro.
Un domingo de Pascuas, como si fuera Poca fiesta,
resucitó, alegre, así debo decirlo, todo un pueblo.
Una vez sacudida la nostalgia, el miedo, todo lo pasado,
salieron a la calle despiertos, cientos, miles, millones
y se juntaron como bandadas de palomas abiertas de paz.
Y todos juntos cantaban a los gritos sus deseos.
Nadie pedía pan, nadie pedía libertad para nadie.
La justicia sea igual para todos, sólo eso pedían.
Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos", 1995
Etiquetas:
Amores perdidos,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
jueves, 1 de diciembre de 2011
5 de julio de 1984
Estoy, en verdad, más cerca que nunca de mis primeros sueños. Aquellos sueños donde el poder, todo el poder, eran mis pequeños versos enamorados.
No puedo volver,
estoy encaramado más alto que la vida, más arriba que yo. Invento, pero no consigo inventar lo perfecto.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
No puedo volver,
estoy encaramado más alto que la vida, más arriba que yo. Invento, pero no consigo inventar lo perfecto.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
Etiquetas:
El amor existe y la libertad,
Miguel Oscar Menassa,
poesía
Suscribirse a:
Entradas (Atom)