Caigo, voy cayendo por la comisura de tus labios,
detengo mi caída para besarte, porque voy a morir.
Deslizo por tus pechos, agonizantes, mi sonrisa
y alcoholes y locuras inician la danza del adiós.
No es que se baile festejando mi cercana muerte,
no se emborrachan las almas puras para llorarme,
ni se quiebran las voces altas para oírme partir,
ni estallan los vientres de pasión para olvidar.
Se danza para que los temblores lleguen a tu piel,
para que tu piel alcance en los sonidos quebrados,
la música radiante e imposible, las voces del amor.
Antes de morir la caricia negra se contorsiona,
vive con frenesí los últimos goces de tu cuerpo
y doce campanadas desesperadas devoran el final.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987
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