He vuelto de los más negros atardeceres
y he vuelto con las manos vacías, ciegas.
He dejado tirado al borde del camino
mi pequeño poeta enamorado del amor.
Me dieron unas monedas de oro y plata
y una pequeña soga de seda oriental
para ahorcarme feliz y arrepentido
al darme cuenta que el oro ya no brilla.
El camino donde perdí al cálido poeta
quedó clavado en el desierto del tiempo
en lo profundo de un instante de locura.
Cada palabra se transformó en una piedra
todo amor se conjugó en pasado remoto
toda luz fue noche, todo color, vacío.
Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002
domingo, 11 de diciembre de 2011
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