JUEGOS PROHIBIDOS
El mundo es un giro de viento;
abre las puertas detenidas;
yo abro las puertas,
yo soy el mundo.
Hablo a las baldosas
con la lentitud ingenua
de la renovación,
yo me renuevo.
Salto las ventanas viejas
de un barrio pobre
y amo a las muchachas
aún despiertas.
Les dejo el corazón
y luego parto.
Conmigo queda el aliento
que más tarde doy
por las calles de aquí,
por donde caminamos todos
todos los días.
Al llegar a las esquinas frías
me detengo,
miro el cielo:
no es imposible.
Y vuelo entonces sobre esta sonrisa atlética
para cubrir
algunas faltas de amor.
PEQUEÑA HISTORIA
Yo soy
el hombre
que conmueve muchachas
en las mañanas empapadas;
el viento conocido
que desata la vida
de las esposas altas,
deshonestas,
de las hijas adúlteras
de casas como el mar;
la lluvia
que late en el vino
de mis hombres extraños de silencio
de caras como manos.
Soy
el que se queda solo
luego
y humanamente pide compartir
una risa
una copa
un hueco de saliva
MI PADRE SE CANSA
Después del esfuerzo
entrego mi último bostezo a la noche
y duermo.
Me permito luego
recorrer con severidad
hasta la hebra rubia
entretenida
en el primer mosquito de la noche
cubro maliciosamente
mi brazo desnudo
con el beso que deja mi madre
–sorprendida por mi presencia–
en un costado de mi cuerpo.
Y despierto
para aplaudir
alguna proeza de mi padre joven
que bebe junto a mí
una copa de vino
y una muchacha desconocida.
BOINA AZUL
Esta mañana, hurgando
por los techos vacíos y mojados
por los pisos y las maderas de los pisos,
temblando una canción,
he visto a una muchacha.
Caminaba gris, en este cielo gris
con una mano débil, tendida
en los bostezos de los hombres,
para tocar el viento que le negaban.
Ese viento fuerte
que se debatía en sus piernas mojadas
por el último rezongo de la lluvia.
Porque había llovido
y las caderas húmedas de las casas
se movían ligeras hacia el hombre
que conmovió en la mañana gris
a la muchacha que caminaba sola
sobre los techos y los pisos mojados.
ELLA Y EL VIENTO
El viento,
ese trotamundos incansable
que nos toca,
ha llegado hasta mí para traerme
el recuerdo de ti,
de tu voz en el viento,
de tu risa en el viento,
de tu ferocidad detrás del viento.
No es el mismo de las noches compartidas
ni el que levanta las polleras tristes de la tarde
para mostrarnos:
un amor de piernas,
un amor de noches,
un amor.
Es el gran luchador
como tú,
fuerte y frío
como tú
que te lleva
como tú solías llevarme
detrás de un beso
de una caricia prometida.
Él te retiene y te suelta
cuando quiere.
Él es el que repudiándose
te maldice y te ama,
como yo.
ELLA Y LA LLUVIA
La lluvia
libre e interminable
se mete por mi boca abierta de soledad
y te llama y te busca
como si estuvieses dentro mío
aquí, dulce
aquí, intacta.
Y tú
y tu nombre
que sólo puedo pronunciar cuando te toco
bostezan y se acuestan
bajo un cielo de agua que no acarician.
Tú, violable sólo
por el filo astuto de dios
y la sonrisa de los hombres rubios
y tu nombre que te llama
que se complica contigo
en el misterioso juego de tu fuga,
dónde, dónde
en qué cuerpo
en qué hombre permanecen.
Pensar que no eres
que no te llamas de ninguna manera.
Cómo decirle a la lluvia entonces
que tú no estás
aquí, dulce
aquí, intacta
que no has llegado nunca.
ELLA Y LA CALLE
Ella tiene tanta calle
en sus manos y en sus piernas
que uno la mira
y no puede más que amarla.
Ella perdió un zapato
un día de lluvia
y mis escrúpulos
comenzaron a recordarla.
Pero nosotros,
que caminamos juntos tantos árboles;
sabemos que el amor
no es:
encender velas en casa de los ciegos
ni creer que ella no está
dentro de ninguna rama verde.
Porque sus zapatos
eran las cinco de la tarde
y yo bebo a esa hora
con desesperación
mi primer trago de olvido.
BAJOS FONDOS
El agua de mi voz,
la misma que corre por los espigones,
espera verte caer en algún círculo del cielo
para golpear feroz tus huellas en el puerto.
Vuelve,
alegre,
por todo aquello que sufrimos.
Mientras yo, acostado en la orilla
cambiaré el rumbo de los hombres
y mojaré caliente, con mi aliento,
el rostro de todos los barcos
de todos los puertos.
POLLERA DE NOCHE
Es la calle angosta
perdiéndose dos cuadras adelante
entre el árbol inexplicablemente verde
y unas casas bajas nunca bien dispuestas.
Y tú por la calle,
caminando hacia el infierno de humo
de este bar
donde yo espero,
rubia desde antes
impúdica desde antes
te ocultas
corres
pero nunca llegas.
Otras mujeres hablan y fuman
mi cansancio
metidas infieles
en sus ropas estrechas de canto.
Nuevas,
infecundas mariposas de septiembre
me esperan
en algún lugar oculto del invierno
y me tocan el alma.
VENTANA COLOREADA
El gesto del niño
que te miraba a través
de la ventana empapada
la esperanza
de que fueses blanca
la ternura piel
que tú guardabas
todo quedó conmigo.
La calle perdida
entre otras calles
tu casa mar
tu padre marino
los hijos de tu padre marino
la pieza número
con su cama alta
y tu piel de afuera.
Así te conocí
después de amarte
por la ventana abierta.
Y aún queda conmigo
cuando me deslizo
dulce
por las sendas de tus hombros
tu voz
dulce
aquí
tan cerca.
ESTACIÓN DE TEDIO
Uno
nunca se siente solo las noches de verano.
Cuando el sol
ha dejado caliente las chapas
y este humo con olor a puerto
que escapa valiente
de mi boca contra el vidrio
y mi nariz contra el vidrio,
haciendo huecos de calor
en esta mañana de muchachas,
de puertos, de gente pequeña a mi lado.
De calles empedradas
mirándome interminables
que me penetran con el sol del ayuno
y me quieren.
Uno
siempre se siente solo las noches de invierno.
Cuando añora el aliento del amigo
entre el pecho y una canción,
cuando ya no se escuchan
las palabras templadas
de la compañera nocturna
y pierde
con el último movimiento que hace
el único calor recuperable.
SIRINGA DE SOLEDAD
He llorado anoche en los brazos de nadie,
pensaba en anguilas submarinas
y esta vieja manera de roerme.
Eran los ojos de mi gran amigo bajo el agua
y la boca de la mujer aquella
que gritaron al niño que tengo
prendido de este lado.
Era la ventana azul de tus labios,
mas, mi amigo
tirándome la piel
me susurraba del amor y de la vida
unas cosas extrañas.
(En los famosos días
de tierra al sol, de espaldas a la gente,
cuando el cielo de las mujeres arda
podría abrazarme al orgullo de mi padre
y dormir junto a mí por una noche).
De la noche pasada y la mañana
sólo recuerdo
aquellos ojos que lloraban solos
y esa boca tendida que trataba
de tomarme la mano y esas cosas que llevo
prendidas de este lado.
Y así,
moriré cualquier mañana
apretado a esta lágrima que guardo,
que no es la última,
ni siquiera la anterior a la última.
ESPIGÓN DE SOLTERO
Bueno,
ahora ya me encuentro
humanamente solo.
No puedo con mis ojos
mirar a las muchachas
porque las miro
y lloro.
Y ustedes,
por qué no se detienen
y me tocan un poco,
por qué dejan mis manos
galopar despiadadas,
por qué no se detienen
y me lamen un poco.
Comprendo,
ustedes han partido
también
humanamente,
pero a mí no me queda
más que dos piernas
(las manos ya perdidas
no piensan
no vuelven)
y esta rabia de todos
de mí
que no me sirve.
BEBIENDO DE ESTE VINO
No vuelvas
deja el celo perdido
y abreva toda tu claridad
contra algún beso
habla con tu voz por las calles
hasta sentir en tus cansados brazos
un calor una brevedad de cielo
entonces
acaricia solemne las astillas
de este material afinado
la soledad
ama las cosas más extrañas
húndete
hasta llegar al fin de mi tristeza
mas
no vuelvas
déjame solo
gozando de estas manos
déjame solo
amándome las piernas
bebiendo de este vino.
EL CUARTO DE LAS GOLOSINAS
Qué mujer
cruzaría sus piernas frente a mí
para mirarme
sentirse mía
cansarse en mi cansancio.
Quién concluiría su gesto
para amarme
en este pedacito que soy
de sed y de nostalgias.
Porque todos
nos encontramos algún día
y nos miramos
–en las muchachas quietas
en los caminos cortos–
pero luego
es tan difícil dormirse
–sin el humo del cigarrillo amigo
ardiéndonos los ojos–
que ya se han ido todos
y la apretada hendija de mi alma
cada vez más pequeña
cada vez más cerrada.
Quién podría amarme
en este pedacito que soy.