Hay sentimientos contagiosos, risas interminables, dolores terribles, dolores al corazón.
Tu rostro ha pasado una sola vez por mi corazón y se ha manchado para siempre de sangre, de pura sangre roja, al pedo, porque de cualquier otro color es lo mismo.
Y esa piel deliciosa, esa piel contagiosa como una enfermedad; como para volverse loco, muchacha, con tu piel; tu piel de almendras (para decir una fruta desconocida) tu piel de almendras almendradas y nada más por hoy, cerrar los ojos y repetir todo esto de nuevo.
Sexos iluminados por tu piel arrasan con todo lo posible, me arrasan, hacen volcar mi corazón. Basta por hoy, este cerrar y abrir de ojos puede enloquecernos, una locura demasiado seria como para ganar dinero (una pequeña fortuna a orillas del mar) como para poder cerrar los ojos para siempre a orillas del mar.
Pechos enormes flotan desesperadamente como barcos.
Tu rostro ha pasado una sola vez por mi corazón y se ha manchado para siempre de sangre, de pura sangre roja, al pedo, porque de cualquier otro color es lo mismo.
Y esa piel deliciosa, esa piel contagiosa como una enfermedad; como para volverse loco, muchacha, con tu piel; tu piel de almendras (para decir una fruta desconocida) tu piel de almendras almendradas y nada más por hoy, cerrar los ojos y repetir todo esto de nuevo.
Sexos iluminados por tu piel arrasan con todo lo posible, me arrasan, hacen volcar mi corazón. Basta por hoy, este cerrar y abrir de ojos puede enloquecernos, una locura demasiado seria como para ganar dinero (una pequeña fortuna a orillas del mar) como para poder cerrar los ojos para siempre a orillas del mar.
Pechos enormes flotan desesperadamente como barcos.
Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o cómo desesperar a los ejecutivos", 1966