jueves, 28 de marzo de 2013

ADOLESCENTE PESCADOR


Adolescente pescador de enamoradas viejas
gran pescador de trufas
de muchachas alegres como el sol
de a1guna fija para jugarse el alma
.
Yo, gran cazador
gran manejador de redes solitarias
de redes para la soledad
de redes especiales
                               para cazar
tímidos corazones.
Cansado de ver morir
caliente
tanta gente
un verano de tarde
por los jardines públicos
por las calles públicas
por los baños públicos
puse mis redes silenciosas.
Después me dije
el tiempo es necesario
me aconsejé
tomar café sin ninguna leche

todas las mañanas.
Me aconsejé sentarme
le dije a una mujer
que se sentara al lado mío
Tu culo fresco
                       le dije
                                 sobre la tierra fresca.
Nos dimos un gran beso de amor.
Ella me dijo sus maneras de entretener la soledad
Mostrar sus piernas o moverlas
según el frío o nuestras costumbres,
sentarnos al lado de un hombre
y dejarnos tocar
hasta sentir la necesidad de ser madres
.
A veces, se entiende
,
vendemos perlas a los hombres
alocados, perdidos en el sol.

Perlas orientales
perlas blancas de amor
pedacitos de perlas, dispuestas
generalmente sobre nuestro vientre
perlas, en fin, en forma de collares a dos vueltas
para estrangular mejor

   me dijo
               perlas violentas.


Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas  y la máquina electrónica o cómo desesperar a los ejecutivos", 1966


martes, 26 de marzo de 2013

DESPUÉS DE LA MUERTE



En el refugio de la noche
la vida se desplaza levemente
Tan soberbio
tan espectacular era el poema entre las sombras,
que no me alcanzará para escribirlo,
ni la mañana, ni la noche,
ni el resto de mi vida.
Navego como navegaron los grandes navegantes,
a ciegas,
con el pulso detenido por la emoción de cada instante,
oliendo tierra firme en todas direcciones
y así,
otra vez el mar y el profundo cielo permanentemente.
Vientos perfumados
y peces enloquecidos por el hambre, festejan,
la inminencia de un nuevo fracaso.
Nadie ha de morir en ese olvido,
surgen, fortalecidas,
por el odio de seguir buscando,
imprecaciones y blasfemias.
Capitán del hastío,
siempre buscando tierra firme,
siempre encontrando abiertos mares y perfumes,
cerrados océanos.
Con la soberbia de un hombre encadenado
y libre,
un día terminaré gritando entre tus brazos:
yo maté a Dios, quiero la recompensa
y, seguramente, alguien me dará 30 dineros
y mi locura seguirá avanzando sobre todo.

Viene del sur, dirán, es un desaforado.
Anguila escurridiza y voraz,
eléctrico perfume entre las piedras,
palabra desmedida, es el poeta.

Vengo para que conmigo muera lo último.
Más allá de la nada comienza mi camino.

Un hombre es a otro hombre, su poeta y el Otro.
Olímpico destino y, a la vez,
embalsamada furia detenida.
Contraste primordial entre mi ser y el mundo.
Un hombre es a otro hombre, su mirada y el cielo.
Paloma mensajera y, a la vez,
nostálgico asesino entre las sombras.
Entrecortado canto poblado de silencios.
Un hombre es a otro hombre, la muerte y su milagro.
Intento arrancar la venda de mis ojos,
doy duros golpes en el propio centro del timón,
para desviar el rumbo y no consigo nada.
Fumo cigarros y bebo alcoholes fuertes.
Dibujo entre los ojos de la mujer que amo,
la posibilidad de un nuevo recorrido,
y frente a esa mirada maravillada por mi terror
rompo el sextante y la pequeña brújula marina,
y en el corazón pleno de la niebla
-en el comienzo de este nuevo final-
arrojo como si fueran desperdicios
mis últimos recuerdos al mar
y beso tus labios.
Tierra firme
y nuestro barco se retuerce entre las olas,
movimientos desesperados a punto de naufragar,
son el movimiento de nuestros cuerpos.
Babas y leches
se confunden con el torrente de aguas marítimas
y algas
y brillantes moluscos como perlas,
sacrificados a un dios.
Mar abierto
y nuestro barco encalla
en los afiebrados latidos de tu corazón,
tambor entre los leves murmullos de la selva.
Indómito
-salvaje anidando en la maleza-,
arranco tu sexo de la tierra, violines de la música,
movimientos como puñales clavándose en el cielo.
Antes de comenzar mi nuevo camino,
trato de señalizar el punto de partida.
Arranco desde donde el hombre se debate,
en los brazos sangrantes de la nada.
Yo soy ese hombre,
mordido por la vida humana a traición,
enajenado en el entontecido ritmo del reloj,
enloquecido por el palpitante ruido de las máquinas,
ensombrecido por la lujuria de los dioses asesinos
-hombres solitarios y, también, hombres habitados-,
y, sin embargo, doy mi primer paso.
Pequeño paso,
no emprendo veloz carrera hacia las tinieblas,
porque soy un hombre atemorizado,
que ya no sabe si su próximo paso
será marca o nivel de otros pasos humanos
o el callejón sin salida de su muerte.
En los pasos siguientes me desorienta
ver mi nombre en el nombre de las calles,
indicando la dirección deseada.
Brutal encuentro conmigo mismo y sigo andando,
porque seguir andando hacia otro descubrimiento cada vez,
después de los primeros pasos se hace costumbre.
Y, sin embargo, uno también se dice: aquí me detendré.
Detrás de mí, sólo montañas,
y sembraré esa tierra,
y atraeré con mi canto el agua de la lluvia
para que todo florezca y se reproduzca
y lo femenino sea ley del amor,
manzana delirante sin pecado,
y en ese paraíso viviré, tranquilamente, un tiempo.
Después algún humano habitante de la nada de Dios
intentará colonizarme y tampoco habrá guerra.
Cuando se sequen las flores,
cuando se pudran definitivamente los frutos,
porque ya no hay amor en su cuidado,
daré otro paso más,
pequeño paso conmovido como aquel primer paso,
y así, seguramente, veré distintos horizontes,
y así, seguramente, un día, moriré caminando
y nada pasará,
porque los violentos perfumes de mi cuerpo,
cuando camino, son mis propias palabras
y así, veo mi nombre volando en ese olor alucinado,
más allá de mi muerte,
caminando.

Miguel Oscar Menassa
De “El amor existe y la libertad”, 1984

lunes, 25 de marzo de 2013

LA MUJER Y YO - 45 -


Esta noche me gustaría reconocer
que, si bien, hubo épocas
que estuve distraída
y días escandalosos de silencio
y noches y noches queriéndome morir
para no enfrentarme al día siguiente,
y hubo épocas
que estuve enamorada y loca
y te amaba tánto
que con rencor te amaba
y dudé, llegué a dudar de todo
pero debo reconocer y hoy lo hago:
siempre me amaste con la misma intensidad,
tánto que, una vez, llegué a preguntarme,
¿Que será el amor para este hombre?
Y una vez que lo vi sumido
en una tristeza, aparentemente, sin salida
me dijo: Hoy no he podido amarte
y eso es la muerte para mí, 
aunque no me muera.
Me di cuenta que ese día
él había suspendido su amor
para que yo escribiera mi primer poema.

Bueno, la interrumpí casi sin fuerzas,
también es cierto que ese día yo
escribí mi poema número mil.

Él siempre trataba de disculparse,
nunca aceptaba que hacía algo para mí,
pero me observaba todo el tiempo.
Gozaba con todas mis caídas, todos mis triunfos,
hasta me lo imaginé gozando con mis amores
y, por ese motivo, dejé de tener amores.
No soportaba que él gozara siempre
aunque no hiciera nada, pero
él me amaba siempre con la misma intensidad.

Un día, recuerdo, lo aprisioné contra una frase
y le pregunté con mucha precisión:
¿Cómo te las arreglas?
¿Puedes preguntarme con alguna precisión?
Sí, ¿cómo haces para amarme,
siempre, con la misma intensidad?

Lo que amo depende, en parte, de mí
pero yo no soy el que controla la intensidad,
algo del mar, algo de la tierra, el reflejo del cosmos,
la historia del amor grabada en esas rocas.
Es por eso que el mar me beneficia tanto,
las olas van y vienen quitando el amor de las rocas,
y si tú estás ahí, como al descuido, amor te toca.

En esa ocasión, muy alterada, le dije: Vamos al mar,
mi amor, vamos a hundirnos en el mar para siempre
y él, hoy día estoy segura que para ahorrar,
que pocas veces me miraba a los ojos,
entró en mí para decirme: El mar eres tú.
Y esa noche fui atlántica y pacífica,
ardiente y coloquial, fría y escarpada
y él no necesitó ni moverse ni hablar
para ser hielo, fuego y dolor, todo para mí.
Y en medio de ese terremoto de amor,
no sé qué maldición atravesó mi cuerpo,
que cambiando de ritmo le pregunté
¿Aún me amas?
Él hizo como que su cuerpo volaba
alrededor de mi locura y me respondió:
Nunca te amé,
a tu lado,
siempre fui feliz.

Miguel Oscar Menassa
De “La mujer y yo”, 2003

viernes, 22 de marzo de 2013

Soy el cantor, le dije sonriente



Soy el cantor le dije sonriente,
no tengo nada que perder, sólo mi canto.
Así que usted y yo, podemos besarnos,
pisar fuerte la tierra, volar más alto.

Ya sé que no es decente, amar la vida tanto,
que no es honesto, sincero, quererla para mí.
Que el infinito fuego debe ser apagado.
Que el inquietante deseo, debe morir.

Sin embargo, usted y yo podríamos
hundirnos levemente en el abismo
llenar todo el abismo con mi canto.

Aunque en verdad nadie lo quiera,
vivir, vivir, podríamos mil años.
Yo sería el cantor y usted mi canto.

Miguel Oscar Menassa
(De “Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista”, 1987)

jueves, 21 de marzo de 2013

HOY VINO JOSEFINA


Hoy vino Josefina
para poder decirme
que con un gorila
se quiere casar.

Un gorila tranquilo
que no le hablara
que la dejara morir
sola y abandonada.

Un día el gorila
al volver de trabajar
la vio tan pálida y quieta
que comenzó a llorar.

Mientras lloraba
gritaba en voz alta:
volvamos a la selva,
mi muy amada,
que en medio de Madrid
nadie nos ama.

Quiero beberme el río
chocar contra las cumbres,
después desfallecer,
caer y al mismo tiempo
levantarme y volar.

El gorila tenía razón
pero Josefina se sentía
muy contradecida.
Entonces se quedaron
viviendo en Madrid.

Ella al poco tiempo
murió de tristeza
y el pobre gorila
algo desorientado
sin saber qué decir
volvió a la selva.

Al entrar en la selva
sintió un escalofrío
un cazador furtivo
le había pegado un tiro.

Pero en lugar de morir
el pobre gorila se puso a cantar:
Me han torturado
y estoy cantando
no caben dudas:
un hombre soy.

Miguel Oscar Menassa
De "Carnaval de la tercera edad", 2011

martes, 19 de marzo de 2013

LLANTO DEL POETA

A mí mismo

Se solía decir:
este siglo no será posible
sin embargo,
rompiendo las barreras de la historia
y porque ella lo ha deseado para mí,
aquí me tenéis, yo soy un hombre.

Un hombre masculino, atravesado,
por el sonido de su voz abierta.
Mujer, mujer del pan y las caricias,
de las revoluciones y el trabajo duro.
Una mujer construye la tierra donde vivo,
el mar, la plena, rotunda libertad del mar.
Ella construye para mí, el vuelo de los pájaros,
palabras y mujeres, permanentemente,
pero no por mi gracia, belleza inteligente,
una mujer, la Poesía,
sostiene con su deseo inagotable,
infinitas mujeres y entre todas al viento,
hacen de mí esta sustancia incandescente.

Un fuego que viene de la letra y va a la letra,
un fuego, una pulsión
y ella abre sus nalgas, abre sus nalgas y sonríe
y un tiempo se detiene en las pupilas del amor
y violentas canciones de cuna nos dejan sin aliento
y el hombre vive y muere y ya no sabe qué decir
y la mujer toca un violín, silencio, interminable,
y se deja caer entre nosotros, tal vez, benéfica,
tal vez, desesperada de tanta soledad,
lo cierto, es que se deja caer entre nosotros
y tiñe con sus movimientos, afines al poema,
toda vida oculta, toda tristeza, la soledad,
con la misma luz de los grandes milagros
para que todo brille con la ilusión del amor,
manantial para el sediento y el incrédulo,
ella es la fe.

Mujer, mujer, escándalo que se apodera de mi ser,
de todas mis palabras, de mis versos más altos
y en esa cumbre del saber humano,
cada palabra, todo poema sangra con tu presencia.

Hay hombres,
hay hombres en el mundo moderno,
hay hombres,
hasta yo mismo vivo en el mundo moderno,
pero la mujer tiene, secretamente,
guardada una energía,
inexistente para el hombre,
por eso busco en ella,
- poeta incorregible -
lo perdido, lo nunca hallado,
lo imperfecto que nos hace sublimes.
Por eso busco en ella
y ella que lo sabe hace más de tres siglos,
no deja de producir pájaros en todas direcciones,
mujeres y palabras, algunas para mí, el resto,
para el mundo, si existiera.
Una mujer,
Yo soy la noche, me decía,
y la noche es una capa de visón caliente
para la soledad del poeta.
La noche y el poeta juntos,
única manera de atravesar la nada del invierno
y se apretaba a mí con ternura y, yo,
al borde de las lágrimas,
para verla contenta,
haciendo con su deseo el universo,
me oscurecía.

Una ella me ama y me consuela,
quiere aprender de mí lo que ella me enseñó.
Otra me muestra todo el día lo estúpido que soy,
buscando todo el tiempo por todos lados una vida,
cuando en ella late con frenesí una vida imposible,
desde mucho antes de encontramos, de conocernos.
Antes de irse habló de la mujer:
construyendo su vida y su alegría
una mujer teje ese sueño, ese destino.
Y yo que soy un hombre,
de verdad, masculino,
porque ella así lo desea con fervor,
me levanto a la mañana y se lo digo:
Allá voy, señora,
tras el latido frenético,
múltiple de tus deseos.

Aunque no te des cuenta,
aunque nadie lo crea,
estás en mí, iluminada,
estás en mí.

Y cuando hacemos el amor, ella recuerda:
Qué mal te comportaste con esa coma,
en el cuaderno del domingo, o bien,
los verbos singulares atrapados,
en una adjetivación inconsecuente.
Yo la dejaba recordar, tranquilamente,
y aprendía todo lo que podía,
pero no tocaba nada,
dejaba cada cosa en su lugar.
Esa promesa era el fundamento, sencillo,
de nuestro gran amor:
ella me lo daría todo, todo,
pero yo, no tocaría nada.

Yo soy un hombre masculino
y vivo atravesado por ella en mil pedazos,
todo lo que ella quiere encontrar en mí,
lo coloca ella misma, delicadamente, en silencio
y, después, ama con frenesí todas sus virtudes
y yo me dejo llevar por el haz de luz de sus deseos
y no dejo de amar lo que ella construye sin saber,
y no dejo de enloquecerme con tantos pájaros volando,
y no dejo de morir a cada instante entre las letras
y toco, yo también, embelesado, ese violín sangrante,
su boca enamorada, su locura de alas, su pantera,
ese violín sangrante, aullido quieto, desgarrado,
toco su voz marina, su libertad espléndida, su mar,
sus ojos de gaviota desesperada y escribo este poema.

Miguel Oscar Menassa (De “Llantos del exilio”, 2001)

sábado, 16 de marzo de 2013

LLEGÓ LA POESÍA Y ME DIJO


Un sí o, bien, un no, me hicieron
abrir nuevos caminos, abandonar caminos.

Hasta que topé, una noche, con la Poesía
me la pasaba volando de un lado para otro
según el capricho de mis tiernas amadas
que del amor, sólo sabían hacer el amor.

La Poesía me dijo con solvencia:
Para vivir, un hombre, no necesita volar
menos aún de un lado para otro tras su amada.
Un hombre debe tener los pies a la altura de los pies.

El alma al alcance de una breve caricia,
el sol sobre la tierra a la hora del sol,
el cuerpo y la palabra cual ríos disponibles
y a la noche algún sueño, una historia de amor.

Un hombre tiene todas sus esperanzas en el hombre.
Un hombre tiene como bandera la libertad.
Le da agua al sediento y lucha por un trozo de pan
y ama, hace como que ama pero no sabe amar.

Un hombre, dijo la Poesía, con severidad,
un hombre sabe que morirá y no le importa.
Sabe que muere cuando escribe y, sin embargo, escribe.
Sabe que cada amor le mata y, sin embargo, se enamora.

Un hombre, le dije, ambiciona volar
y aunque no pueda no le importa.
Ambiciona volar, ama la ilusión de volar.
Sentir en ese instante que algún día...

Un hombre, Poesía, es capaz de matar,
es capaz de comerse el corazón amado,
quitarse de la boca con asco un beso de amor
y amar, de sus cautivos amantes, el dinero.

También una tarde cualquiera un hombre
se deja acariciar por una brisa, un aire,
un sentimiento lo golpea en el pecho
y el pobre hombre cayendo se enamora.

Y hace como si tuviera sangre en las venas
y salta y corre y se acaricia con frenesí
y quiere entregarse, totalmente, por amor
y, ahí, viene la policía y lo encarcelan.

¿Me sigues, Poesía? Del hombre hablamos.
Es capaz de morir por ideales falsos
capaz de hacer la guerra por casi nada
dejar morir su otra mitad, en silencio.

Se mete en el centro del volcán y lo desafía.
Quiere atravesar los océanos con su cuerpo,
tocar la inmensidad, el cielo con sus versos
agujerear el vientre de la montaña, la piedra.

El hombre quiere llegar con sus latidos
al centro desconocido de la tierra,
a la vida íntima de todos sus amantes,
quiere llegar, al corazón de las cosas.

Y se enamora, Poesía,
y se pudre como una flor al sol
cuando alguien se muere o lo abandona.

Miguel Oscar Menassa
(De “Al sur de Europa”, 2002)

viernes, 15 de marzo de 2013

Querida:


Encuentro estos momentos de nuestra relación propicios para comenzar a decirte cómo es que a mí me gustarían las cosas entre nosotros. Y, sin embargo, elijo el silencio entrecortado de mis versos para no decirte del todo, para dar cabida, una vez más, a tu frondosa imaginación, sin la cual, debo reconocerlo, ya me sería muy difícil seguir viviendo.
Soy, mi querida señora, el que quiso matar la paloma de la paz. El buitre ensangrentado lleno de furia por haber sido maltratado en el amor desde pequeño. Por eso, en los encuentros mortales, en la desavenencia nocturna del alba, allí puedo decirle los olores de las tristes mariposas muertas antes de volar verdaderamente. Esas almas sin destino.
Voladoras para recreación de algún espíritu volador, sin nada para ellas en ese arte de volar.
Quisiera, junto contigo, amada, ser el estruendo mortal de la ineficacia.
Portero de la nada, del viento contra el viento, un ser confundido con las más airadas protestas de libertad.
Embelesado de no saber volver a ningún sitio, abierto después de la tremenda ineficacia, en llamas multicolores, envuelto entre las razones de su odio, la espero. Malherido, lleno de horror por lo inevitable.
Envuelto en ramas, sacrificando algún olor, conteniendo la ira y el miedo, el amor ha permanecido en mí, inalterable. Lo sé, en los odios y las envidias más fuertes, en los desgarros más profundos, ahí, anida la poesía
No es a un imbécil liberado a quien se le entrega la poesía, sino a quien le costó la vida liberarse, es a quien se le entrega la poesía
Me ama cuando le muestro mi rostro ensangrentado. Cuando en mi cara aparece la mueca de la muerte, me adora.

Miguel Oscar Menassa
(De “Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista”, 1987)

jueves, 14 de marzo de 2013

LA MUJER Y YO – 28-


Yo grité, “El oro está aquí, yo tengo el oro”
y todos miraron mis manos hasta arrancármelas
y revisaron mis bolsillos hasta rasgar mi piel.
Y nadie miró mi corazón
y nadie se deslizó por mis palabras
sólo la muerte, la locura, la mujer
se abalanzaron sobre mí y ella me dijo:
Arráncame los ojos, y yo le regalé todo mi amor.

Blandiendo el estallido genial de la memoria,
recuerdo haber nacido, le dije con entusiasmo,
recuerdo, perfectamente, los primeros pasos,
después llegué hasta aquí, cumbre o vacío,
rodeado, inmerso en el lenguaje,
ese mar espectacular y bravío y yo,
como dice el poema,
una pequeña balsa enamorada.

Me gusta cuando hablo, me dijo ella,
entrar en escena después de mis palabras.
Una rama madura que me permita,
ver a través de su textura los pequeños
rayos de sol, ofreciéndose,
como comida y consuelo al árbol amigo.
Una rama madura envuelta 
en el torbellino de tus ojos, alerta siempre,
desesperada siempre, esperando la plenitud
para decirnos las palabras de amor.
Rama madura de la poesía por doquier,
como una lluvia de camelias encendidas,
suave lecho nupcial,
para los enamorados de la canción
que, en este caso, me dijo
sonriendo hasta con los ojos, 
somos tú y yo.

MIGUEL OSCAR MENASSA
De "La mujer y yo", 2003

lunes, 11 de marzo de 2013

Querida:


    Entregado a un destino que me depara lo mejor, lo más grande, te escribo, para que no pienses que riquezas y famas, me han separado de ti, oh, diosa de los encantamientos más puros; espejismo todo real.
   Te llamo querida, porque así han de saber que te amo. Y nadie andará diciendo por ahí, que nuestra relación fue vana o que nuestros besos no eran lo más puro del amor. Y si hundo mis manos en tu vientre es para definir la situación con mayor claridad. El hombre vuelve a la tierra y en la tierra se consumen miles de historias que no han sido publicadas. Por eso te escribo para que la serpiente de la duda anide para siempre en nuestros corazones. Un poema para que nuestros cuerpos sean inmortales en ese silencio del amor, o un gran amor, tal, que alguna vez inmortalice algún poema.
   Oh, querida, querida, cuántas veces me desmoroné en tus labios. A veces llevado simplemente por las horas del día, caía sobre vos, amada desde grandes alturas siempre en el medio preciso de una frase. Sin saber lo que quería decir, todavía, pero intuyendo de sesgo, algún final.
    Siempre me faltaban palabras, siempre había algo indecible entre nosotros. No era el sexo, sino la historia sangrante y cruel que lo hace cantar. No eran de carne nuestras historias, aunque se grabaran sobre nuestro cuerpo.
    Cuando amanecía tus brazos se quebraban sobre la lluvia y un llanto infinito nos acogía para morir. Cuando amanecía, la luz hacía trizas nuestra soledad.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987


domingo, 10 de marzo de 2013

"CONVERSACIÓN CON EL INSPECTOR FISCAL SOBRE POESÍA" de VLADIMIR MAIACOVSKI. Las 2001 Noches nº 26


CONVERSACIÓN CON EL INSPECTOR FISCAL SOBRE POESÍA

Ciudadano inspector,
                                perdone la molestia.
Gracias,
              no se preocupe,
                                         me quedaré de pie.
Quiero tratar
                  un asunto bastante delicado:
qué sitio ha de ocupar
                               el poeta
                                         en las filas obreras.
Igual que los que tienen
                                 tiendas y terrenos
también yo debo pagar
                                impuestos.
Usted me pide
                       quinientos al semestre
más veinticinco
                          por no declarar a tiempo.
Mi trabajo
                 es igual
                             a cualquier otro.
Mire
        cuántas pérdidas,
                                 cuántos gastos
invierto en materiales.
Usted sabe
                   naturalmente
                                        eso que llaman rima.
Si la primera línea
                            termina en "ajo"
entonces, la tercera,
                             repitiendo las sílabas
debe poner
                   algo así
                                 como "cascajo".
Si utilizo su lenguaje
                                la rima es un cheque,
hay que cobrarlo alternando los versos
y buscas
                 con detalle sufijos y prefijos
  en el cofre vacío
                         de las declinaciones,
                                               de las conjugaciones.  
   
Coges una palabra
                          y quieres meterla en la estrofa
pero si no entra
                          y aprietas,
                                      se rompe.
Ciudadano inspector:
                                 le juro
que el poeta paga caras
                                      las palabras.
Hablando mi lenguaje
                              la rima es un barril
de dinamita,
                       y la estrofa es la mecha.
La estrofa se consume,
                                  y estalla la rima,
y por el aire y la ciudad
                                       la estrofa
                                                             vuela.
¿Dónde hallar,
                         y a qué precio,
rimas que estallen
                               y de golpe maten?
Quizá sólo sean
                            cinco las rimas
                                                   increíbles
y sin estrenar, perdidas
                                  más allá
                                                de Venezuela.
Me voy a buscarlas,
                                    haga frío, haga calor,
atado por anticipos, préstamos y deudas.
Ciudadano,
                  tenga en cuenta
                                       el pago de los viajes.
La poesía
                 toda
                         es un viaje a lo desconocido.
La poesía
                     es como la extracción del radio
-Un año de trabajo
                           para sacar un gramo.
Sacar una sola palabra
                                 entre miles de toneladas
                                                de materia prima verbal.
Pero ¡qué ardiente
                             el calor de estas palabras
comparado
                   con la humeante
                                           palabra bruta!
Esas palabras
                        mueven
millares de años,
                      millares de corazones.
Claro
               que hay poetas
                                         de distinta calidad.
Muchos
                     de hábil mano,
                                           como prestidigitador,
                                                 sueltan estrofas de la boca,
suyas y de otros.
Y para qué hablar
                                  de los castrados líricos.
Meten un verso ajeno
                                 y están felices.

Eso es
                             robo y despilfarro
uno más entre los que azotan el país.

Esos
                    versos y odas
aplaudidos
                     hasta la saciedad
entrarán en la historia
                            como gastos accesorios
de lo hecho
                    por dos o tres buenos versos
                                                                 de nosotros.
Muchos kilos de sal
                            habrás de comer
como suele decirse,
                      y fumar cien cigarrillos
hasta
                  sacar
                                    la palabra preciosa
de las honduras artesianas
                                  de la humanidad.
Rebaje por eso
                     los impuestos,
quítele
              una rueda
                                a los ceros.
Uno noventa
                   cuestan cien cigarrillos.
Uno sesenta
                       la arroba de sal.
Demasiadas preguntas
                                     su formulario tiene:
¿Ha viajado
                          o no ha viajado?
Y si le respondo
                         que en estos quince años
he reventado
                      decenas de Pegasos,
                                                         ¿qué?
Póngase usted
                        en mi sitio,
piense en el servicio
                            y propiedades.
¿Qué ha de contestarme
                               si le digo que soy
                                                          caudillo popular
y al mismo tiempo
                                 trabajo a su servicio?
La clase obrera
                      vibra en nuestras palabras,
somos proletarios
                                   motores de la pluma.
La máquina
                   del alma
                                 se gasta con los años.
Dicen entonces:
                   estás gastado,
                                                 fuera.
Cada vez amas menos,
                                       te arriesgas menos
y mi frente
                    desgastada
                                              por el tiempo no arremete.
Entonces llega
                        el desgaste mayor,
el desgaste
                      del alma, del corazón.
Y cuando
                      este sol,
                                    grande y redondo
 se alce
               en el futuro
                              sin lisiados ni tullidos,
ya me habré
                          podrido,
                                     muerto en una cuneta
junto
                      a decenas
                                       de mis colegas.
Hago
                  mi balance final.Afirmo,
                         y no miento:
entre los vividores
                           y actuales fulleros
seré
   el único
                        con deudas impagables.

Nuestra deuda
                           es aullar
                                         como sirenas de bronce,
entre la niebla filistea
                               y el fragor de la tormenta.
El poeta
                    siempre adeuda al universo,
paga con su dolor
                            las multas,
                                                   los impuestos.
Adeudo
                  las calles de Broadway,
los cielos de Bagdad,
                                 el ejército rojo,
los jardines de cerezos del Japón,
todo aquello
                       sobre lo que aún
                                                 no pude cantar.
Al fin y al cabo
                           ¿para qué
                                                  tanto jaleo?
¿Para disparar rimas
                           y atronar con el ritmo?
La palabra del poeta
                                 es su resurrección,
su inmortalidad,
                              ciudadano inspector.
Dentro de cien años,
                       en un pliego de papel
cogerán una estrofa
                                    y resucitarán este tiempo
Y ese día
                        surgirá
con fulgor de asombros,
                                          y olor a tinta
le envolverá en su vaho,
                                señor inspector.
Usted, habitante convencido

                             del día de hoy
saque en el Comisariado de Caminos
                                       un pasaje para la eternidad,
calcule
                 el efecto de mis versos,
divida
                     mi salario
                                    en trescientos años.
Mas la fuerza del poeta
                                    no estriba
en que le recuerden a usted en el futuro
                                                 y se asusten.
No.
                                 Hoy
                                                    la rima del poeta
es caricia también,
                                       consigna,
                                                          látigo,
                                                                       bayoneta.
Ciudadano inspector,
                                      pagaré cinco
             quitando los ceros que van detrás.
Por derecho
                            yo
                                          reclamo un hueco
entre las filas
                             de los obreros
                                               y campesinos más pobres.
Y si usted piensa
                            que todo consiste
en saber utilizar
                                palabras ajenas,
entonces, camaradas,
                                 aquí tienen mi pluma,
y escriban
                           ustedes
                                                               cuanto quieran.




SOLO UNA VEZ ES NECESARIO

Vacío la espera, abro la espera,
silencio tu silencio.

Amo
entre los pastos que crecen bajo el sol,
tu terquedad,
tu sórdida ceguera,
tu verdad:

Un cuerpo siempre alborotado,
recorrido por innombrables historias.
Un tajo en el cuerpo del futuro del hombre.

Sin sentido feroz,
una ausencia.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

viernes, 8 de marzo de 2013

Yo querida Te amo, te amo, pero...



Hay algo sórdido entre los pliegues de un corazón rendido.
Hay algo oscuro, de morir, en el amar.
Yo te amo, te amo, pero el alma se vacía de goce.
Yo te amo, te amo, pero el goce se vacía de alma.
Es como cuando por decir escribo un verso.
Le pido nada a nadie y, sin embargo,
hay hombres y pronombres,
hay cosas, la vida, que se pierden.

Es como cuando por las noches mirando las estrellas,
me pregunto: ¿Qué habrá en nosotros de esos soles lejanos?
¿qué habrá, en nosotros, de esa vida?
¿qué vida llevarán, en ellos, de nosotros?
Y, ahí, soy recorrido por un fulgor,
algo de cielo, algo de soles, algo de lejanía.

Yo te amo, te amo, pero en un pozo negro de vergüenza.
Yo te amo, te amo, pero en un pozo negro de soledad.
Un pozo negro donde la muerte todo lo fragmenta.
Yo te amo, te amo, pero te amo en pedazos,
en hilachas, en sobresaltados fantasmas de la noche.
Tus ojos, tu mirada, querida, son aquel color,
tu rabia por gozar, tu desesperación, aquellos suspiros.

Yo te amo, te amo, pero me pierdo en mí,
soy un náufrago de mi propia ternura,
un ser que se quiebra antes de ser.
Yo te amo, te amo, pero...

Miguel Oscar Menassa
De Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista, 1987

miércoles, 6 de marzo de 2013

Monólogo entre la vaca y el moribundo -XXI-


-Todo ha cambiado, vaca, han aparecido situaciones que me llevan a pensar de nuevo todo lo pensado. Desde hace unas semanas comenzó a surgir la posibilidad de que el psicoanalista venga a trabajar a la casa del poeta.
Con lo cual, la casa del poeta sería compartida en un alto porcentaje con la casa del psicoanalista.
La vaca, preocupada, consultó a todos los jefes del Cero y a los viejos amigos, y a todos les pareció una idea sensacional.
Sin prestar atención a las dudas de la vaca, estoy radiante de alegría. La huella comienza a ser trazada. La huella tiene que ver conmigo, es mi propio destino que hace la huella.
Han pasado apenas unos días y ya está todo cambiado, han aparecido las primeras flores y todo se transformó en la casa del psicoanalista, se consiguió el gas y la luz en apenas dos días y en la casa no habrá cama.
Desde que él ocupó la casa, todo progresa. Ya empiezan a aparecer verdaderos aliados del cambio, ayer mismo, sabiendo que a partir de ahora él será el dueño de la situación, me regalaron los accesorios del baño pequeño y un botiquín todo de espejos para el baño grande.
Que él fuera tan querido, me hizo pensar que como poeta soy un solitario, alguien que cree que se lo darán todo por sus ojos bonitos, por sus bonitos versos.
-Mhuhuhuhuhuhuhuhuhu, expresó la vaca con sentimiento.
Ayer vino el doctor Menassa y me dijo:
-Todo esto está sucio.
Y hoy, ya hay una muchacha limpiando el gran balcón, mientras escribo estas líneas. Me siento mirado por la mujer que barre sin pasión el balcón donde las flores han comenzado a mostrarse de manera valiente, es decir, primaveral.
Hoy no tengo frío, eso ha de dar sus frutos.
Lo que siento todo el tiempo, cómo se las arreglará con el dinero, si quiere hacerlo todo lujoso y para muchos años. Yo no sé de dónde este hombre saca el dinero, a veces, me lo imagino todo el día trabajando.
-Aquí estoy, dice el macho, vengo a poner el orden necesario para crecer, para que tus versos, miserable, alcancen todos los mares, todas las ciudades.
A mí, que soy el poeta, el miserable, me conmueve que alguien piense tan intensamente en mí.
Me halaga esa voluntad a favor de mis versos, pero de cualquier manera sigo pensando que puedo seguir escribiendo varios versos por día sin tanto lío de dinero y tanta represión de los halagos de la propia vida que, como sabemos, son muchos halagos, pero todos tienen que ver con el sexo.
Yo, de cualquier manera, acato los mandatos del jefe y el jefe es el psicoanalista, él es el que paga la experiencia.
Así que si él dice que la próxima década dirige él, yo no tengo nada que decir, pero junto a la vaca recordamos fases:
“El psicoanálisis, tarde o temprano, ha de recurrir a la poesía; para la poesía no fue necesario.”
De cualquier manera, no se trata de no escribir por diez años. El jefe es un razonador y no se le escaparía un detalle así.
Escribir, puedo escribir todo lo que quiera o pueda, el problema es que no tengo que tener ideas por diez años, durante este período que viene, él es el único que puede tener ideas.
La vaca me consuela diciéndome que él, también, será el único responsable de lo que pase estos diez años.
Yo me pregunto de dónde sacará tantas ideas para mantener en soledad un gran movimiento. Y él me responde, sin haberme escuchado, que no se trata de ningún movimiento, sino que se trata de una Escuela de Psicoanálisis.
Él se pone muy serio cuando dice esto último, pero yo me lo sigo imaginando en esa soledad y me pregunto sin entender ¿para qué? ¿por qué tanta soledad?
El doctor, mirándose las manos y luego mirándome a los ojos, me dijo:
-Primero, poeta, yo también soy escritor y si a un escritor le piden que ocupe la función de Director de una Escuela de Psicoanálisis, es sólo para que su estilo impregne los fenómenos de transmisión. Y para que el estilo que conllevo se ponga ahí, es absolutamente necesario que yo mismo cometa todos los errores y todos los hallazgos de la escenografía.
El tipo algo había pensado del asunto, así que preferí callar, al fin y al cabo, la vez que me sentí más halagado como poeta fue cuando la poeta Concepción Silva Belinzón dijo de mí: “Menassa escribe con palabras, no con ideas”. Así que no dije nada pero pensé que el jefe se equivocaba de comienzo con eso de las ideas, mas yo no era, precisamente, quien habría de oponerme a su mandato.
Pero no dije nada, él también era joven y tenía que ir haciendo su propia experiencia.
La vaca estaba en silencio profundo.
Yo me puse a escribir un poema.
Él sacó sus horarios de trabajo y me dijo:
-Completo poeta, hoy tengo el día completo, de la mañana a la noche produciendo bienes. La poesía es inefable –dejó caer, por las dudas yo hubiera pensado que era un boludo.
Al fin y al cabo, yo no sabía cómo decirlo, pero en verdad, me venía bien un jefe así. Alguien que creyera en algo, alguien que tuviera deseos de enseñarle algo a la humanidad o bien a una persona, a mí, por ejemplo; ese me gustaba como jefe y el doctor, como si me escuchara pensar, tenía la frase entre sus dientes:
-Después de mí, ningún poeta morirá de pobreza.
Y entonces yo me digo, por unos ideales tan grandes y magníficos, hasta podría dejar de escribir si fuera necesario.
Él repitió con entonación y fuerza:
-Después de mí, ningún poeta, usted tampoco, morirá de pobreza.
La vaca me abrazó con ternura contenida y yo me dejé estar y recordé grandes océanos donde todo era movimiento y el único deseo claro que tuve fue dejarme estar en los brazos de la vaca, mientras el doctor comenzaba su arduo día de trabajo.

Miguel Oscar Menassa
De “Monólogo entre la vaca y el moribundo”, 2001