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sábado, 10 de marzo de 2018

LA PASIÓN: LA POESÍA


Entre la vida
que no me pertenece el amor
y la vida que soy
la locura.
La poesía
puede llenar
todo ese vacío.
Hablaba
siempre en silencio
sin decirle nada.
Ella pensaba en el futuro.
Estábamos así,
sentados uno frente al otro
desde hacía siglos.
Mi voz sonaba hueca
entre los perfumes violentos
de sus nalgas
abiertas como manantiales
como vertientes cristalinas
de rocío abriéndose
al pequeño sol de la mañana.
Mi voz se perdía
entre la acústica marea.
Sigilosos movimientos de su cuerpo
vulva enamorada, vulva de miel
diamante enfurecido
espesa vulva azucarada
sella en mis labios
el silencio.
Más que escuchar mi voz
Ella seguía
pensando en el futuro.
Cabalgando feroz en su locura
yo soy
ese pequeño sol de la mañana.
Rómpete
como se rompe el cristal
haciendo música
y Ella se rompía
sin escucharme.
Bailábamos.
Éramos como un hombre
y una mujer bailando.
Ella me besaba las mejillas
y en ese ardor
yo le decía que la amaba.
Después
éramos capaces de detener la música
para mirarnos francamente a los ojos.
En silencio nos sabíamos famosos,
reyes del gesto
opíparos comensales del amor,
mirarnos
era como morir.
Después, aún, seguíamos
danzando levemente.
Instante de las formas
caídos uno sobre el otro
yo no decía nada.
Ella, era el futuro:
Escribiré en silencio
y la poesía
alforja delirante
silencio perenne
que necesita mi voz para vivir,
llena mi vida de sorpresas.
Hiriente,
jactándose de su momentáneo poder
sobre mis nervios habla para mí.
Yo soy Ella
y Ella es la Poesía
juntas
como si nos hubiesen
arrancado a la tierra
de la misma raíz
ocupamos
un solo espacio en tu corazón.
Somos el mismo tiempo.
Ella y la Poesía aman vestirse
con las mejores sedas.
Joya marina
flor
diadema de locura
brillos serpenteantes
y topacios
embravecidos de tanta luz
para tu cuerpo momificado
siempre igual cada vez
siempre diferente.
Nutren sus cuerpos manjares únicos.
Devorar limpiamente el universo
y hacer el amor las enloquece.
Cuando cierran la boca para morir
en silencio
desean conocer de los sabores
uno diferente.
Siempre ambicionan
estar en otros brazos
y una vez más,
doliente mueca sin sonido
comienza a latir.
Abre sus ojos y pregunta,
¿es el atardecer o la mañana?
Me desplomo a su lado
para no perturbar
el curso de sus sueños.
En silencio dejo de vivir.
Ella sueña
y la noche se puebla de sonidos,
misterios
ardores de su cuerpo y la música.
Sus ronquidos son el bravío mar
y la torpeza de sus dientes
entrechocándose en las sombras
cataratas volcánicas de lejanía y nube.
Ruidos ardientes
anuncian el final de la ternura.
Trenes ensangrentados en la guerra
chirriando a veces porque el dolor
es inalcanzable.
Su piel
brutal enredadera
trepa desordenada,
bramido sideral,
hacia las concavidades
más remotas
hacia los vericuetos.
Amianto vespertino
crece
en el tumulto de los cielos
hacia un destino en llamaradas.
Poesía de fuego
ardiente vulva desgarrada
Ella es la poesía
dragón enamorado
bocanada febril
humo y ceniza.
Mujer de fuego Poesía de fuego
consumen vorazmente
hacia los espacios infinitos
el cuerpo del amor.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo"

lunes, 5 de febrero de 2018

SOMOS EL FRUTO MADURO DE UNA ESTACIÓN LEJANA

 25 de Abril de 1982 


En plena noche
Ella sigue siendo mi luz
y descansar me parece
absurdo en su presencia.

Ella produce luz cuando vibra su cuerpo
cuando su cuerpo tiembla de volcanes perdidos
de volcanes abiertos cual pestilente herida
escupiendo y llorando
calientes tempestades de silencio.

Abro los ojos para verla temblar
y Ella me enceguece con su luz.

Cuando su cuerpo recorre
los escándalos de la noche
cuando su cuerpo se detiene
violín interminable
en infinitas notas imposibles
como una música
loca de silencio
la luz
infinita luz
se enceguece a sí misma.

Al compás
de los últimos movimientos de su cuerpo
todo es gris.
Como cuando la lluvia
te parte el corazón
como cuando en invierno
las heladas razones del odio
en tu cuerpo
hacen fracasar todo temblor
todo sueño.

Y el gris es
más que la soledad
más que el silencio
como cuando las piedras
se defienden de las piedras
como cuando la noche estalla
de oscuridad y sombras.

Reina la noche
y Ella, todavía,
es Poesía.

Animal de luz.
Bestia del tiempo
baila para mí
última danza.

Se contornea y salta entre la muerte y la locura
sin brusquedad como danzando entre corales
como danzando entre nubes ardientes de plenitud.

Su cuerpo es el amor
es el amor que nos lleva más lejos que la muerte
amor de amores más imposible, aún, que la locura.

Amor no sabe nada de la vida
es una carne abierta
a las palabras más pequeñas.

Amor no reina sobre nada
danza sin esperar respuesta
como si la vida fuera su compás.

Furtiva
entre la espesa niebla
donde se pudre el tiempo
envuelta en mis palabras
crucificada por el amor
sonríe
abierta como nube
partida por el sol.

Yo era el inefable
hombre de las cavernas
buitre feroz sin patria
caía
con toda mi destreza
sobre tu pequeño tiempo
muerto entre la niebla
y me lo comía.

 Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo"

domingo, 26 de noviembre de 2017

AMOR PERDIDO. LA JUVENTUD - X


Rencores tengo ajenos y los propios
maldecires y llantos conviven en mí.
Sin embargo en noches quiero amarte,
de risa y de sosiegos cantar por ti.

Cantar esas canciones de alma pura,
rondar ese silencio del bello amor .
Hilos de luz enredar en tu cabello,
pieles internas desatar con mi voz.

No me acuses de gozar en mis penas,
que aunque me duela aún el corazón,
saltar quiero, sí, hasta tus brazos.

No hieras con tus lágrimas mis ojos.
Bebe de mí el dolor, como de amores,
crucifica en mis penas, tu ambición.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos"

jueves, 2 de noviembre de 2017

AHORA HARÁN CONMIGO EL MONUMENTO AL PENE


Querida
Te lo dije en silencio,
no sueltes las amarras,
la libertad no existe.
Existe el desatino, las sombras,
la tonta esclavitud, del hombre,
por sus ocupaciones, por sus sexos.
Una colección de ultramodernos,
pequeños animalitos y grandes maricas.
Soy, te lo dije en silencio,
el último padre de occidente,
el último amante,
el fin del amor.
Entre la muerte y el deseo hablo la vida.
Te nombro amada, te nombro
y no me alcanza con nombrarte.
Recuerdo, cálidamente,
tu sangre sobre mi piel,
aquel delirio celular,
tu cuerpo en mi cuerpo.
Hablamos y dijimos: es imposible ser.
Recuerdo, sin embargo, bien amada,
argucias históricas, inesperadas,
contra la propia vida de los hombres.
Tu carne, amada, esplendorosa carne,
racimos de humanidad por todas partes.
Llagas, heridas por doquier. Sangres,
entre nosotros, recordando la muerte.
Ahora, me lo digo, no va más.
Soy un artista.
Una catástrofe del alma.
Una fe destrozada por la historia,
del hombre una fatal encrucijada.
Estar al lado mío, para mí, sería suficiente.
Un hombre que a nadie pertenezca,
con sus propios sentidos, amores,
una cadena de palabras, vida, deseo,
goce inagotable.
El pene, te lo dije, era una imperfección.
Deseo del hombre que deseaste,
que te quedes conmigo, detenida,
quieta en el alma, conversando.
Quisiera confesarte que soy un solitario.
Desde el principio de los siglos,
entre fieras, vivo carnes y hartazgos.
Soy el poeta,
en mi cuerpo profundo y milenario,
al borde de los abismos de la locura,
escribo, lentamente, mis versos y miro,
tu desenfrenada carrera hacia la muerte.
Haciendo el amor el tiempo siempre sobra,
somos millones y millones, miles de siglos,
compartiendo mi pan y mis venenos y, aún,
mis tontas preocupaciones por el hombre.
Esta vez se trata de gozar, vivir.
Basta de experimentos, basta de ser,
deseo que desees,
no te necesito,
hagamos el amor. 


Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

martes, 11 de octubre de 2016

1 de Mayo de 1981, Madrid. Última hora


Escribir un poema
y hacer el amor son
mis únicas preocupaciones.


¿Con quién hace el amor
un hombre que vive encadenado?
¿Cómo puede escribir un poema
un hombre que no conoce la libertad?
Hay días que me veo encantando serpientes.
Lujosas cobras como bandadas de calandrias
cantan sobre mis hombros.
El repiqueteo constante de mi voz
ha transformado sus entrañas.
El movimiento reptante .
de mis labios de marfil al hablar
anula repentinamente sus razones :
y yo soy ella.
Palabras como manos preocupadas
por los más leves movimientos.
El roce de un cabello con otro cabello
las pequeñas chispas
que se desprenden
de los ojos
el murmullo de las pieles deslizándose
unas sobre otras
anticipan que mis palabras
serán tragadas por la noche.
Ella deja de cantar y mis labios
bordan ahora los silencios.
Liberada del ruido ella repta
y toma posición de combate.
Mi cuerpo desnudo tiene
la palabra hermosura
untada en la piel.
Ella se enternece
por el milagro de mis formas
y repta
ahora envilecida
por la voluptuosidad
de sus propios movimientos
y desea besar
de toda la belleza
mis labios de marfil.
Cuando se detiene
es para decir que todavía
no ha comenzado el amor.
Y recorre mi cuerpo
como si mi cuerpo fuera
el camino hacia la montaña negra
y deja que su cuerpo
recuerde en silencio
mis palabras.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo"

martes, 27 de octubre de 2015

EL AMOR EXISTE Y LA LIBERTAD


Fui un hombre
amante de la libertad
y los venturosos días por venir.
Después cayeron sobre mí,
la guerra y sus estragos.
La libertad,
se fue poniendo negra entre mis brazos
y aquel bello rostro de los recuerdos infantiles,
su rostro,
se evaporó lentamente entre los ojos de la muerte.
Gritos desesperados saliendo a borbotones,
llamándola por última vez y, ella,
alta y desnuda, ráfaga inalcanzable de cielo,
ordena matar.

II
No sabemos, todavía, no sabemos:
¿Quién está vivo y quién está muerto?

III
A nuestro alrededor
la libertad seguía volando libremente
y volando,
se hablaba de ella en otros mundos
y volando,
había un reino más allá del cielo,
donde la libertad,
entre los soles de las galaxias superiores,
reinaba,
siempre intangible y serena,
la vida de los hombres.

IV
Para vivir, fue necesario
llenarse la cabeza y el alma de ilusiones.
Para vivir, fue necesario,
dejar de vivir.
V
De un ser despedazado hicimos escritura.
Una escritura hambrienta de porvenir,
libertad a los cuatro vientos,
amor, loco y vivaz, entre las letras.
Una escritura desesperada,
desenfrenada buscadora de amor.
de libertad, de humanidad.
Todo lo que no existe.

VI
Tiempo donde toda la música,
era el quejido de los moribundos.
Tiempo donde toda la alegría,
era recuerdo.

VII
Entre los bramidos de la muerte
me hundí en mi propio interior.
Quise encontrar sentido al universo
en el centro de mis tripas.
Hice de mi corazón,
un breve y opulento palacio de cemento.
Puse alambre de púas en mi piel,
me rodeé de fosos,
levanté los puentes levadizos
y puse cadenas a mi alrededor
y cadenas
y reflectores contra el sol
y dejé de escribir, porque temía,
que mi escritura transformara mi vida.

VIII
SILENCIO
era lo único que pedían.

IX
GRITAR
fue el único deseo.

X
Gritando y enmudeciendo para no morir.
Recordando y olvidando todo para no morir.
Levantando y agachando la cabeza para no morir.

XI
Quise volar como los pájaros, gruñir como las bestias.
Quise ser Dios
y me moría de hambre con los hambrientos.
Quise ser millones
y lloraba con los desesperados porque llorar,
es un recuerdo del hombre inolvidable.
La alegría me caló los huesos cuando le opuse
mi primer verso a la muerte.

XII
QUERIDA MUERTE,
a tu pesar,
a mi pesar,
la vida continúa.

XIII
Grotescas olas, cataclismos inesperados,
retorcimiento visceral.
Torturas
y hambre
y pequeños pecados solitarios,
que el tiempo castiga con la muerte.
Un tiempo que todo da lo mismo.

XIV
Un tiempo,
un viento,
un opaco murmullo,
te parte la vida en mil pedazos.
Después, un hombre es lo que es.

XV
Después de la catástrofe escribo versos
y hago el amor porque el amor,
también hace la guerra.
Hablo a mis hijos del movimiento de los astros:
es posible hablar de las estrellas sin tocarlas
y nos quedamos mirando, tranquilamente, la luna,
el vuelo borracho de alguna abeja entre las flores
y nos distraemos con cualquier tontería de la tarde
porque les hará bien, me digo,
que vayan olvidando el nombre de los muertos.
Y sueño todas las noches un futuro brillante
y me levanto buscando un sol que hoy tampoco estará
y busco entre los hombres con quién hacer la guerra,
porque la guerra, también, hace el amor
y escribo versos.

XVI
Creciendo contra todo,
ambicionando todo lo que pronuncio,
le fui poniendo alas,
bujías electrónicas,
motores supersónicos a mi canto.
Y creciendo hice versos
y mis versos creciendo,
fueron mi vida.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad"

miércoles, 26 de agosto de 2015

Ahora harán conmigo el monumento al pene


Querida
Te lo dije en silencio,
no sueltes las amarras,
la libertad no existe.
Existe el desatino, las sombras,
la tonta esclavitud, del hombre,
por sus ocupaciones, por sus sexos.
Una colección de ultramodernos,
pequeños animalitos y grandes maricas.
Soy, te lo dije en silencio,
el último padre de occidente,
el último amante,
el fin del amor.
Entre la muerte y el deseo hablo la vida.
Te nombro amada, te nombro
y no me alcanza con nombrarte.
Recuerdo, cálidamente,
tu sangre sobre mi piel,
aquel delirio celular,
tu cuerpo en mi cuerpo.
Hablamos y dijimos: es imposible ser.
Recuerdo, sin embargo, bien amada,
argucias, históricas. inesperadas,
contra la propia vida de los hombres.
Tu carne, amada, esplendorosa carne,
racimos de humanidad por todas partes.
Llagas, heridas por doquier. Sangres,
entre nosotros, recordando la muerte.
Ahora, me lo digo, no va más.
Soy un artista.
Una catástrofe del alma.
Una fe destrozada por la historia,
del hombre una fatal encrucijada.
Estar al lado mío, para mí, sería suficiente.
Un hombre que a nadie pertenezca,
con sus propios sentidos. amores,
una cadena de palabras, vida, deseo,
goce inagotable.
El pene, te lo dije, era una imperfección.
Deseo del hombre que deseaste,
que te quedes conmigo, detenida,
quieta en el alma, conversando.
Quisiera confesarte que soy un solitario.
Desde el principio de los siglos,
entre fieras, vivo carnes y hartazgos.
Soy el poeta,
en mi cuerpo profundo y milenario,
al borde de los abismos de la locura,
escribo, lentamente, mis versos y miro,
tu desenfrenada carrera hacia la muerte.
Haciendo el amor el tiempo siempre sobra,
somos millones y millones, miles de siglos,
compartiendo mi pan y mis venenos y, aún,
mis tontas preocupaciones por el hombre.
Esta vez se trata de gozar, vivir.
Basta de experimentos, basta de ser,
deseo que desees,
no te necesito,
hagamos el amor.

Miguel Oscar Menassa
De  "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista"

jueves, 23 de julio de 2015

LA MUJER Y YO - 29 -


Existen pasiones que no alcanzo a comprender,
hoy, un Dios, se beneficia con nuestro canto.
Y ella, con ternura y con rabia, quiso preguntar:
Y, si hasta Dios se beneficia con nuestro canto,
¿por qué no nos quieren pagar por nuestro canto?
Sus ojos eran lejanos en la pregunta,
fue entonces cuando le dije:
Estamos aquí para morir
Pero, el que muera hoy,
mañana no cenará con nosotros.
Eres tan diferente al resto del mundo
que muchas veces no lo puedo creer
y te trato como a todo el mundo, mal,
me alejo de ti cuando te necesito,
me obligo a romper y abandonar
lo que goza en mí y viene del mundo.
Soy, ¿cómo decirte? una piojosa
y no tanto por los piojos que no tengo
sino por celosa y envidiosa, mi amor,
no puedo soportar el goce ansiado
si proviene de ti, la caricia o el triunfo,
por eso es que prefiero pensar de ti
que eres vulgar, estúpido y hasta feo.
Que aprendiste a escribir a mi lado,
cuando nos conocimos no sabías
tratar a las mujeres ni al poema
y después la conclusión es sabia,
me lo digo para tranquilizarme:
Y, todavía, lleno de ilusiones,
pretende que goce con sus cosas.
No está mal, le dije con confianza,
al menos has aprendido a hablar,
ahora los dos juntos, tal vez, podamos aprender
que siempre habremos de alcanzar alguna altura
y, después, siempre y cada vez, habremos de caer.
Y no podrá ser de otra manera, subir y después, caer,
lo mejor es, entonces, aprender a caer como un atleta
para quedar saludables y en condiciones de empezar
a subir, nuevamente, amando y volando, a las alturas.
Ella fue contundente cuando dijo:
Y ahora ¿qué quieres?
que tome un profesor de vuelo
o que te chupe, sin más...
Sus puntos suspensivos puestos ahí
me indicaban hablar o permitir que,
a causa de mi silencio incomprensible,
una vez más, me llamara marica.
Espero, le dije, tembloroso,
estar torciéndome lo suficiente
para que nadie, exactamente,
me pueda seguir.
Cuando me doy cuenta
que puedo escribir
de todo lo que me proponga,
no me propongo nada.
Hay días que pienso que no merezco, del mundo,
sino aquello que el mundo me concede.
Lo que el mundo no me da y es necesario,
lo consigo yo mismo, trabajando.
Y lo que el mundo no me da y es superior
o superfluo o de lujo, lo consigo virtual,
escribiendo, haciendo el amor, soñando,
cambiando mi pequeña y pobre familia
por la ambición de producir dinero,
jugando con las palabras a los versos,
jugando con los colores a estar vivos,
jugando con nuestros cuerpos al amor.
Ella hace, con cierta inteligencia,
frases enteras donde mi sexo no existe,
no tanto por envidia o dolor sino,
sencillamente, para acortar distancias.
Ella, en definitiva, destruye todo
lo que se interpone entre ella y yo,
aunque sea propiamente mi sexo.
Entonces es cuando me pregunta:
Y después, ¿qué harás?
Escribo todo el tiempo,
desesperadamente,
día y noche
hago mío el color,
desesperadamente,
y amo como se debe
y como no se debe y,
a veces, hago el amor
con quien no corresponde,
pero debes saberlo:
Siempre, desesperadamente.
Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo"

miércoles, 30 de julio de 2014

Querida: He sabido por tu madre...


He sabido por tu madre, que te gustaría que antes de fin de año rocemos las aristas del espanto.
Quiero decirte que la familia es un hecho concreto tal, que sin familia, es como una ciudad sin agua. Es imposible vivir sin ella, o se la lleva afuera o se la lleva adentro; quiero decir: ahora, para evitar términos tan sugerentes entre nosotros como adentro y afuera, que la familia está presente en nosotros como forma de modelo ideológico social o bien está consolidada como modelo ideológico inconsciente.
Seré, «Te lo prometo» antes del acontecimiento, entre nosotros, del verbo enamorado, el arrebato perfecto de una mirada. Tu madre enamorada, encandilada por tu belleza, enajenada de poder transformarte según su algarabía, en su falta, su hombre, su deseo o, peor todavía, su envidia, su desprecio, su lejanía.
Antes de fin de año, mi pequeña, quiero hacerle saber, que
ya no volveremos a estar los dos a solas. El tiempo, para entonces, habrá
partido nuestra razón de ser. Un pozo de silencio, el tiempo, entre
nosotros, mi deseo, arrancándola brutalmente de mis brazos,
empobrecidos ahora, por su ausencia. Aleja su mirada de mi mirada, empobrecida ahora por su lejanía y estrella tu mirada, querida, contra lo que no habrá en tu aurora, ni aún después de los grandes acontecimientos. Contra lo que no podrá ser tu forma, ni, aún después, de las más bellas poesías.
Mutilado porque mi cuerpo es otro que tu cuerpo, desprestigiado, incluso, para tu mirada detenida por el horror de mi ser, impotente de ser mi cuerpo y mi palabra, mi forma y mi sentido. Tu mirada helada, en un rincón del alma, para siempre.
Por el horror de mi ser, impotente de ser, exactamente, tu imagen deshilachada en el espejo negro de la muerte. En el espejo muerto del negro silencio. En el silencio muerto y negro en el espejo. En el silencioso espejismo negro de la muerte, donde tus caderas comienzan a bailar al ritmo de macumba.
Negra de magia, abierta, silenciosa, al sonido espectral de los tambores, delicada y altiva, como una rosa entreabierta puesta en su lugar. Insolente, enamorada de ti misma y, todavía, antes de desear, te abrazas a la muerte para no morir nunca ¡CONDENADA! Tu silencio es negro. Tu silencio es la señal que te quedó en el cuerpo de aquel abrazo con la muerte, para no morir nunca, para nunca desear, para nunca ser otra que tu voz.
Y no queriendo llegar muy lejos o, por el contrario, quiero decirte, que ponerte a llorar, enfermarte gravemente o enamorarte de algún desconocido, no te servirá de mucho, a menos que puedas entender, que tus resistencias, cuando lo nuestro se trata, simplemente, de una conversación, siempre son exageradas.
Recuerdo que la primera vez que me animé a decirte, rodeado de precauciones, que era bonito conversar contigo, te pusiste a llorar al estilo de las lloronas sicilianas, interrumpiste el encuentro antes de tiempo e intentando pegarme con la cartera en la cabeza (golpe que esquivé con un paso atrás y un directo a la mandíbula) me dijiste con rabia: Usted es un desgraciado.
Al otro día volviste encandilada por la posibilidad de poder sentir y expresar esos sentimientos.
Mientras te desnudabas, pedías perdón por lo del día anterior y tus manos al borde del silencio me dijiste: Usted es un hijo de puta. No sé por qué se lo digo, pero me hace bien que sufra, sépalo. Soy la peor de todas, tengo sarna. Voy por la vida enarbolando mi fracaso, su fracaso, doctor, ¿se da cuenta? Conmigo no puede nadie. Yo soy la flema ardiente del deseo y no sigo adelante porque tengo miedo que usted me aumente los honorarios.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987