sábado, 7 de julio de 2012

LA VIDA


Soy,
   lo que se dice,
      un hombre aniquilado por los papeles.
Mi vida va pasando,
   entre leves escrituras,
      leves trámites burocráticos.
         Mi vida,
va pasando con el tiempo.
   comer.
      Dormir.
Desesperarme alguna que otra vez por el amor.
Ir huyendo de a poco de la vida,
   temer de todo.
      Del ronco aliento del mar,
de las poderosas letras de la máquina.
   De mis palabras
      y de tus besos mi amor,
         tus besos,
tu boca abierta,
   incansable y abierta,
      manantial,
         agua fresca,
            tus besos.
Te confieso:
   ser,
      quise ser,
         un hombre normal.
            Todo me salió mal,
y tengo miedo que la justicia se dé cuenta que poseo,
los últimos secretos del amor.
   Las bombas contra las bombas.
Cada palabra contra cada palabra:
   Soy inmune,
      heterosexual
         y poeta.

Lo reconozco,
   no soy moderno.
      A veces,
         siento mi cuerpo despedazado y loco,
un cuerpo sin razón,
   sin límites precisos.
      En esos instantes,
         amo todos los cuerpos.
En esos instantes,
   mejor es dejarse llevar,
      ir olvidándose de todo.
Vivir no es fácil,
   a veces una ráfaga infernal se lleva todo por delante,
a veces ocurre,
   fatal e inevitable,
      la torpeza.
         A veces el amor,
roza sin par,
   la algarabía por vivir.
      Tardes y noches y soledades,
apretujándose unas contra otras,
   para ser,
      instante único,
         vuelo final.

A veces entre sueños,
   conquisto mi libertad.
      Ajada y vieja libertad,
pintarrajeada
   y vestida con sedas para la fiesta,
      descansa,
ahora sobre mi lecho,
   entre mis genitales.
      Necesitaba,
un poco de amor,
   se parece a la muerte.
Y si canto por las mañanas,
   será tal vez,
      que el mundo es agradable,
vivir,
   ameno,
comerse una ciruela en pleno verano,
   fresco.
Hacer el amor,
   entretenido.
      Morir,
         natural,
            y todo en perfecto orden,
como ustedes pueden imaginarse,
   un hombre,
      totalmente encaminado,
un hombre serio,
   respetado,
      un muerto en vida.
Una palabra estampada hace siglos,
   una vejez permanente desde la infancia,
lo que se dice,
   -algunos libros escritos por algunos hombres-
el peso de la historia.
   Escribo por lo tanto,
      no para ser histórico,
sino más bien con el intento
   y no es poco decir,
de transformar el pequeño hombrecito,
   que nos permiten,
      las históricas leyes.

Insisto,
   algunos libros escritos,
      por algunos hombres.
Para empezar,
quiero empezar por el principio:
Vivir,
   no es,
      eso que usted tanto defiente.
         Eso,
que usted argumenta con tanta pasión,
que no se lo permiten,
eso,
eso es morir.
   Vivir,
      es siempre,
         una pasión contra uno mismo.
Un levantarse todas las mañanas,
   terco,
      empecinado,
         voluptuoso,
            contra el día anterior.
Contra mi propia manera de ser,
   contra mi famosa personalidad,
      mis ritos.
Vivir,
   os digo,
      una flor que se abre,
         cada mañana,
            diferente.
Cada mañana
   un movimiento nuevo para el amor,
cada mañana
   una circulación diferente.
      La familia no existe.
Mi madre,
   también es una historia.
      Mi padre,
         esas palabras,
            otros padres.

Vendavales de furia,
   orgías de locas enredaderas,
creciendo hacia lo alto,
   hacia la nada,
      embriagan mi ser.
Me recuerdan,
   la primitiva ceguera donde el hombre,
pequeño y despiadado animal,
   mataba para comer.
Os digo:
   el amor,
      es lo que vive en el propio centro de las tripas,
el resto,
   enseñanzas de la primera escolaridad,
aquel inolvidable padre nuestro,
   rezado,
en brazos de mi madre,
   chupándole las tetas.
En el amor,
   nadie entrega,
      y nadie recibe nada.
         Todo es invisible,
maceración sin huellas,
   sangre olvidada,
      en el amor,
el crimen es perfecto.
   Limpio.
      Inolvidable
         y no,
por la algarabía de su reinado que no existe,
   sino más bien,
por el olor,
   el simple olor de carne humana,
      madura.
Fui,
   la fuga fugaz.
      Una ilusión,
         poder partir,
            alejarse del mundo.
Sólo entre los recuerdos
   y algunas relaciones familiares,
conquisté el universo.
   Todo lujuria y vértigo,
      todo palabra.
Grandes espejos, disfrazados de conchas marinas,
mostraban entre sus valvas abiertas desmesuradamente,
   el ojo,
violento del amor,
   clavado en mi mirada.
      Y todo era luz,
ceguera y luz.
   Estábamos,
      lo recuerdo,
tomados de la mano,
   extendidos sobre la arena,
      muertos.
Vendrán tiempos,
   donde no habrá precisamente,
      ni furia,
         ni sonido.
Y te lo prometo,
   en un tiempo más,
      los niños y los poetas,
         cagarán en el baño.
Y los ruidos orgánicos,
   por decreto,
cambiarán sus sórdidos sonidos de cloacas,
   por música de Bach.

Compuestos y almidonados,
   con el pene,
      -planchado por mi madre-
de los días domingos,
   haremos el amor.
      Y habrá fiesta,
en el corazón sublime de la esperanza,
   y ese día,
      nos miraremos a los ojos.
Y mi cuerpo tendrá la arrogancia,
   de saberme un hombre de bien,
y recitándote al oído,
   mi último poema,
      “el amor existe”
hago estallar,
   precisamente a media-noche,
      tu culo,
         en mil fragmentos ambarinos,
            catarata de amor,
aguas dulces del orinoco sobre el mundo,
   entre tus blasfemias.

De mi padre,
   soy lo más brusco,
      quiero decir,
         lo permanente.
Varias mujeres,
   hacen la mujer.
      Varios hombres,
         la guerra.
Una manera de decir,
   los encuentros son raros,
las dimensiones incomparables.
   Un hombre,
      Una mujer,
son,
   quiero decirlo,
      el borde de un abismo,
         todavía prohibido.
De mi madre,
   soy,
      todo lo que vuela.
         Lo que desaparece.
El milenario rimmel,
   negro en sus ojos.
      El carmín,
         en sus labios,
y el frenético temblor de sus tetas frente a mi sonrisa,
   de niño enamorado,
amante de la libertad,
   contaba empecinadamente el tiempo de su cautiverio.
Reloj de sangre.

Miguel Oscar Menassa
¿Perversión? o ¿La muerte de la palabra? y Psicoanálisis del Amor”, 1970
"Psicoanálisis del Amor”, 1994

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