miércoles, 30 de junio de 2010

ARTE POÉTICA


Poesía, lo sé, mientras te escribo,
dejo de vivir.

Entrego, mansamente, mis ilusiones,
mis pobres pecados proletarios,
mis vicios burgueses y, aun,
antes de penetrar tu cuerpo,
-tapiz enamorado-
abandono mi forma de vivir,
miserias,
locuras,
hondas pasiones negras,
mi manera de ser.

Vacío de mis cosas,
abanderado de la nada,
transparente de tanta soledad,
invisible y abierto,
permeable a los misterios de su voz,
intento,
rasgo sonoro sobre la piel del mundo
la piel de la muerte
la piel de todas las cosas.

Poesía, sobre tu piel, rasgos sonoros,
esquirlas apasionadas,
imborrables astillas de mi nombre.


Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991

martes, 29 de junio de 2010

La prensa española, la deportiva y la otra también...

Madrid, 28 de junio de 2010

La prensa española, la deportiva y la otra también, pensando en un posible encuentro de la selección española y la selección argentina en semifinales, se cuidan las espaldas, es decir, el culo, por las dudas se lo rompan.

Argentina, es cierto, puede perder contra Alemania, contra Portugal o contra España pero, también es cierto, puede ganarles y llegar a la final.

En caso de perder dirán: “Ya lo sabíamos, Maradona nunca podrá ser un buen entrenador y Messi juega mejor en el Barcelona”.

En el caso hipotético que la selección argentina llegue a la final, no dirán que Messi juega bien en cualquier equipo, ni que Tevez es un jugador matrícula de honor, ni que el Pipita es más respetado en la selección argentina que en el Real Madrid, ni siquiera que Maradona es un genio.

Sino que dirán: “no nos rompieron el culo, fue una violación. Fuimos violados por el gran poder que argentina tiene en el campo (Messi, Tevez, el Pipita y un largo etcétera), en las salas de prensa, la ironía y la verborragia de Maradona y el poder de Argentina en la FIFA.

Argentina puede perder pero, también, puede ganar. Es decir, algún culo quedará roto, y no valdrán como excusa los maldecires de la prensa española, en general.
Chau pinela.

Hasta la próxima.

Miguel Oscar Menassa
Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010
www.menassacandidatopremionobelliteratura2010.com

lunes, 28 de junio de 2010

Escribir un poema

1 de Mayo de 1981, Madrid
Última hora

Escribir un poema

y hacer el amor son
mis únicas preocupaciones.

¿Con quién hace el amor
un hombre que vive encadenado?

¿Cómo puede escribir un poema
un hombre que no conoce la libertad?

Hay días que me veo encantando serpientes.

Lujosas cobras como bandadas de calandrias
cantan sobre mis hombros.

El repiqueteo constante de mi voz
ha transformado sus entrañas.
El movimiento reptante
de mis labios de marfil al hablar
anula repentinamente sus razones
y yo soy ella.

Palabras como manos preocupadas
por los más leves movimientos.
El roce de un cabello con otro cabello
las pequeñas chispas
que se desprenden
de los ojos
el murmullo de las pieles deslizándose
unas sobre otras
anticipan que mis palabras
serán tragadas por la noche.

Ella deja de cantar y mis labios
bordan ahora los silencios.

Liberada del ruido ella repta
y toma posición de combate.
Mi cuerpo desnudo tiene
la palabra hermosura
untada en la piel.
Ella se enternece
por el milagro de mis formas
y repta
ahora envilecida
por la voluptuosidad
de sus propios movimientos
y desea besar
de toda la belleza
mis labios de marfil.

Cuando se detiene
es para decir que todavía
no ha comenzado el amor.

Y recorre mi cuerpo
como si mi cuerpo fuera
el camino hacia la montaña negra
y deja que su cuerpo
recuerde en silencio
mis palabras.


Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

sábado, 26 de junio de 2010

Bujía supersónica de luz


Bujía supersónica de luz y misterio,
fui lanzado al espacio y sin saber por qué, caí en Madrid.
Al poco tiempo me dijeron de qué iba y yo lo supe todo.
¡Con tanta luz, aquí en Madrid, no se va a ningún lado!

Quise apagar los gritos que traía, de América, en mi vientre
y me estalló en el pecho el llanto desgarrado de los Andes,
la violencia de un idioma, luchando por su libertad
y nunca más pude callar y nunca más pude vivir en paz.

Después de los primeros golpes me fue documentando.
Buena Conducta, Certificado de haber nacido vivo
y el D.N.I. de un muerto, para salvar las apariencias.

Me vendieron una casa a pagar en quince años y un coche en tres.
Pregunté por los grandes Poetas de España y qué con mis versos.
Dijeron nada, con los poetas nada. Los exiliamos, los dejamos morir.


Miguel oscar Menassa
De "Un argentino en España", 1987

jueves, 24 de junio de 2010

Madre, querida, mujer


Una palabra, Madre, se me impone,
como ancho caudal de ceremonias.
Palabra residual abierta a los abismos,
ya ves, estoy aquí, vengo a entregarme.

Vengo a decir que te amaba como un loco,
que vos. fuiste para mí. lo más hermoso.
Miles de flores olí desesperadamente,
buscando tus olores, amor, de primavera.

Mil pieles encadenadas a mis pieles.
buscando aquélla suavidad perdida.
Mil bocas abrí mil veces con mi boca,

y, después, otras mil y mil caídas
y un millón de palabras envenenadas,
ferozmente devoradas, para olvidarte.


Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

miércoles, 23 de junio de 2010

CONSEJO III


Cuando llueve
hay que tener cuidado con los ángeles.
Suelen caer pesadamente sobre nosotros
cuando mojan sus alas.

No hay que tener piedad.

Uno solo de ellos
puede alegrarnos la vida para siempre.

Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975

lunes, 21 de junio de 2010

CONSEJO II


No hay que temer: el mar es para todos.
En marea alta dejarse llevar
no hacer movimientos contradictorios.
En marea baja dejar librado todo a la imaginación.

Es necesario que el mar
sea navegable en todos los casos.


Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975

domingo, 20 de junio de 2010

CONSEJO I

No te detengas
lo que nada lo puede
lo podrá tu amor
lo que no puede tu amor
lo podrá tu deseo.

Y si tu amor y tu deseo no pueden
el estallido debe haberse producido
seguramente en tu corazón, en tu cabeza.

Repliégate.
Húndete en el mar.


Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975

viernes, 18 de junio de 2010

LLANTO DEL NACER

A mi hija Alejandra

Antes de que nacieras,
el mundo
era una flor que te esperaba.

Cuando hiciste el primer movimiento
en la penumbra del vientre de tu madre
toda una gran ciudad del sur americano
se movió, tranquilamente, a tu compás.

Antes de que nacieras,
el mundo
era una flor que te esperaba.

Los hombres, las mujeres,
las naturales caricias de la noche
el sol doliente de la pampa húmeda
se reunieron para elegir tu nombre:
Alejandra.

Detuvimos la vida para verte nacer,
todo en nosotros, día y noche, era poesía.

Los más fuertes guerreros de la época
los jefes indios sublevados, y yo mismo,
detuvieron la guerra, el ruido de la guerra,
para no perturbar la delicada música
de aquel primer poema, tu vagido inicial.

El mundo, pequeña y bella flor que te esperaba
se hizo jardín radiante, multiplicando los colores.
El movimiento de tus ojos detenía los tiempos,
abriendo nuestra vida a un mundo diferente.

Cuando apenas hablabas, la continuada guerra
nos expulsó, en bandadas, del verde paraíso.
Montados en mis versos llegamos, desfallecientes,
casi sin esperanzas, a una tierra de paz.

Comimos y bebimos los más dulces manjares
y, también, las agrias constelaciones del dolor.

El mundo, pequeña y bella flor que te esperaba
se hizo jardín radiante multiplicando los colores.

Tú crecías hermosa mientras la vida
se transformaba en mis palabras.
Mis versos crecían hasta alcanzar la inteligencia
y, vos, volabas segura entre mis versos
hacia el brillante porvenir que hoy festejamos.

Después vino, a tu vida, tu poeta,
y las delicias del verbo hicieron tu camino.
Te solté de la mano cuando supe
que eras del mundo para el mundo.
Y aún, antes del esplendor
antes de que tus versos
grabaran en la historia
tu «Primera Inquietud»,
vino, para nosotros, el dolor del siglo,
la muerte vino a poner, delante de tus ojos, la vida
y fuiste, a pesar o a causa de tu juventud,
sabia:

Lloraste
hasta alcanzar la voz con tu tristeza.
Apartaste de todas nuestras vidas,
con gesto delicado, a la señora muerte,
te dejaste llevar por las palabras
y con alegre y dulce fe, llena de amor,
te fundiste, con pasión, a la poesía.

Y hoy brindamos por ti, bella Alejandra,
por la serena inteligencia que viene del futuro
y no sólo por ti, sino contigo, quiero brindar
por todos los presentes.
Lleno las copas, nuevamente, para brindar
por todos los amigos y las lejanas tierras,
y todo aquel que quiera ser dueño del amor.

Si te he pedido, hija, tan generoso brindis,
es porque quiero, ahora, que todos juntos:
mis versos, la inteligente y bella Olga,
tu esplendor, la fuerza de Cecilia y Antonio,
la vida plena de Fabián y Manuel,
la sonriente abuela, los olvidados,
los amigos presentes y, aun,
aquellos que no existieron nunca,
juntos te digo, levantemos
lo más alto posible nuestras copas
lo más alto posible nuestra voz
lo más alto posible radiante poesía
para brindar por Pablo,
porque nuestro pequeño Pablo amado
lo deseaba tal cual está ocurriendo hoy.

Gracias Alejandra porque hiciste del mundo,
aquella pequeña y bella flor que te esperaba,
esta selva radiante multiplicando los amores.

Miguel Oscar Menassa
De "Llantos del exilio", 2001

miércoles, 16 de junio de 2010

LA GUERRA


La guerra,
hoy estuve pensando en los señores y la guerra.
Y tengo que decirlo, aunque nadie lo crea,
mil litros de sangre coagulada rompieron a llorar.
El vientre de mi madre partido en mil pedazos,
sus brazos, sus amores, sus nervios congelados.
Mi padre, su mirada quebrada por el tiempo,
mi padre muerto, podrido, agusanado
y mis tristes hermanos y yo mismo, viviendo de silencios.

La guerra,
hoy estuve pensando en las señoras y la guerra.
En mi pueblo nadie dormía bien,
el corazón de la ciudad vivía alborotado.
Las mujeres tejían por las noches trapos de sangre,
los hombres murmuraban, urdían venganzas, se morían.
Los más jóvenes vestían de luto permanentemente
y los pequeños ángeles futuros morían antes de nacer
y mis tristes hermanas y yo mismo, muriendo de silencios.

La guerra,
esta vez, también, será con otros.
Hablaré con las voces ocultas de la tierra,
con aquellos muertos que fueron, totalmente,
privados de su libertad.
Hermosos muchachos, llenos de energías,
muertos antes de tiempo.
Soy esa grandiosa energía liberada,
nadie podrá conmigo, soy un millón de muertos,
el himno que la muerte reclama para sí,
lo negro de lo negro,
los brillos de lo negro,
las esmeraldas de la muerte.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

lunes, 14 de junio de 2010

En la ciudad


La soledad del parque
ha vuelto.

La soledad del niño
que no se puede dormir
pero tampoco levantar
ha vuelto.

Qué hago con ella ahora
cuando no quedan
parques que frecuentar
ni habitaciones donde dormir.


Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966

domingo, 13 de junio de 2010

Querida:


El impacto que te produjeron mis primeras cartas, me hizo dudar acerca de seguir escribiendo de nuestra apasionante aventura, por temor a dañar tu sensibilidad, tu orgullo.

Tu silencio es aún más hondo, tu disociación más extrema.

Tratando de ayudarte te diré, que las últimas veces hablamos
del dinero, de la relación entre el dinero y tu cuerpo, yeso, siempre te perturba de alguna manera espectacular.

Tú hubieses preferido que fuese todo por amor.

Si hubiese sido todo por amor, mi pequeña, ahora no habría ninguna necesidad de separarnos. Pero quiero recordarle, querida, que usted llegó hasta mí para volar y no para morir, como a veces parece que usted quisiera, pequeña, y muerta de miedo entre mis piernas.

«No me deje, doctor, espere un tiempo más, todavía no pude
ni escribirle un poema a mi madre. Yo vine a usted, es cierto, porque quería ser como las grandes escritoras que no temen, a nada. Esas escritoras que no mueren en la guerra, esas escritoras que no sucumben frente a ningún amor, esas que se ponen a llorar, sólo, en presencia de un poema bien escrito. No me deje, doctor, justo ahora, que había comprendido que usted no era el bramido del viento, llamándome a la muerte, ni la superficie helada de los vientos donde, al anochecer, plasmaba mi locura.»

No dije que se fuera, sólo que el tiempo se abre camino entre nosotros.

«Sí, el tiempo, doctor, claro... nuestro adiós, la propia muerte de nuestras cosas, doctor, nosotros y el tiempo.»

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

sábado, 12 de junio de 2010

LOS OTROS TIEMPOS


Tremenda esta vida, Perkins
cuando recuerdo mi pasado.

Los sepultamientos innecesarios, me pregunto
el mar inhabitable
¿Dónde estarán las luces las luciérnagas, el fuego de San Pablo?

Cómo no recordar con nostalgia las fresas marinas
las uvas marineras, las mujeres oceánicas.

Dónde la luz, Perkins, que encegueció al viejo Cat.

De puño y letra te escribo estas líneas
para decirte que te quiero.
Me place decirte, además,
que otros aires, que otros peces
son los que me preocupan.


Miguel Oscar Menassa
De "Los otros tiempos", 1970

viernes, 11 de junio de 2010

AL SUR DE EUROPA

Hoy no daría nada por nada, estoy bien como estoy.
Hoy ni volar ni caerse. Estoy a una altura normal, soy feliz.
Hoy ni enamorarse perdidamente ni quedarse solo.
hoy, teniendo corazón, no sufro de eso.
Tal vez mañana dando una vuelta por el patio
sentiré que el patio es muy pequeño para mí.

Si perdiera el miedo a quedarme desnudo
en la calle una noche de invierno,
seguramente, dejaría todo como está. Me gusta estar aquí,
sentado en el patio de mi casa, en Madrid. Plaza de España,
mirando los altos edificios, las altas nubes inalcanzables
y me siento feliz de vivir en la tierra, sentado, se entiende
en una silla pequeña, en el patio de mi casa, en Madrid,
a un metro de la plaza, casi en España.

Me gustaría pulsar, templar una guitarra,
pero no tengo uñas de guitarrero,
ni música ni luz ni tiempo ni guitarra.
Así que mejor me quedo aquí,
sentado en mi sillita, en medio de mi patio,
como si mi patio fuera parte del mundo,
como si mi sillita fuera pública, y me lo digo:

¡Qué bien que vive la gente en este país!


Miguel Oscar Menassa
"Al sur de Europa", 2002

jueves, 10 de junio de 2010

CERTIDUMBRE


Puedo ponerme triste
por aquello que nos diferencia
y aquello que nos une.

Me identifico:
Soy un hombre del sur
Parado
los vientos cálidos pasan por mi cabeza
y los fríos
por mis pies.
Mis genitales miran hacia oriente
donde nació mi padre
donde crecen los linos
donde el amor -me dicen- y los ríos
son parecidos en el color y la frescura.

Conozco de los pasos hacia adelante
y de los pasos hacia atrás
de las peligrosas caídas
y de los saltos hacia el cielo.

Tengo
ciertas costumbres extranjeras
en mi país,

hago el amor y sueño.


Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975

miércoles, 9 de junio de 2010

España por fin es mi país, Madrid mi ciudad

26 de agosto de 1982

Hay un decreto-ley del 26 de agosto,
donde se me promulga,
en todo el territorio Ibérico
(con todos los derechos y deberes)
ciudadano español, casi nativo,
casi con todos los derechos,
con todos los deberes.

Oriundo de un sur donde las cosas,
más que suceder, se sueñan,
al principio no podía creer lo que pasaba.

El señor Juez me dio la mano y me dijo:
Obediencia y serenidad y serenidad y obediencia.
La secretaria del Juez, bailaba,
con las dos mujeres que siempre me acompañan,
una danza Inca, para festejar
el milagro de mi nacionalización.

Pensar que estaba otra vez delirando
era prematuro y, sin embargo, el Juez,
detuvo la danza para pedirme,
800 pesetas prestadas para unos sellos en mi trámite
y, luego, todavía, las tres mujeres se mataban unas a las otras,
para poder besar los labios del Juez.

Mis mujeres, hembras de luz,
mataron a la secretaria y la archivaron,
entre las personas que, todavía, no habían nacido
y, alternativamente, besaban y mordían los labios del Juez
y, después, bajaron las escaleras gritando:
Somos la nueva España. Somos la nueva España.

Saludaron al policía de la puerta,
con un movimiento a dúo de caderas
y escaparon por la calle abierta,
ciegas, plenas de libertad.

Yo trataba de explicarle al Juez
que, en nuestro trabajo, habíamos descubierto
que ciertos procesos interiores se parecen
a ciertos procesos exteriores y, entonces, le expliqué:

Yo quería ser español y, ahora, lo soy,
se da cuenta lo que le quiero transmitir:
cuando las fantasías se hacen realidad,
es cuando, a veces, se parte el corazón.

Comprendo, dijo el Juez.
Usted quisiera morir entre mis brazos,
como mueren los pájaros sedientos,
como mueren los hombres desesperados,
los hombres que, como usted, lo han conseguido todo.
¡Defínase!, Menassa. Olvide su pasado.
Ahora, usted, es español, serénese,
escuche cómo su corazón late alborozado,
de tener una nueva Patria a quien deberse.

Espere, señor Juez, la Mili no la puedo hacer,
tengo cuarenta y dos años y seis hijos
y siete mil pensamientos girando todo el tiempo en mi cabeza
y trabajo de médico todo el día
y pinto algún cuadrito
y escribo algún poema miserable
y hago el amor con esas dos fieras
que, Usted, alucinó hace un instante.

Vio cómo se prendían de sus labios,
como bocas abiertas de libertad, bueno,
así voy por la vida:
hablando del camino después de recorrerlo,
así voy por la vida:
como si no existiesen ni mapas, ni países
sino, sólo mis versos.

El Juez, sonriente, por haber entendido,
me concedió la gracia de ser dos.

Y así voy por la vida,
con el alma partida en dos volcanes.
Viven en mí,
-como dos amplias mujeres en los días de gloria-
un corazón de plata
donde la imagen persistente de un río
dulce y marítimo golpea las puertas de una ciudad,
abierta a todos los idiomas, a todos los males.

Y un corazón de sol ,
donde la imagen persistente de la luz -cósmica y sonora-
revive en la propia ciudad donde vivo,
recuerdos de otras ciudades en tiempo de paz.
Y cada mañana con la luz me voy alejando de la muerte.
Y así voy por la vida,
ambicionando poder ,
además de mi madre, una mujer .

Y así voy por la vida,
ambicionando poder alimentar pasiones tan diversas.
Al mismo tiempo,
un corazón de plata (mi vieja Buenos Aires)
siempre a punto de morir o de recordar alguna muerte.
Y un corazón de sol (mi pequeña Madrid que estoy haciendo)
siempre a punto de olvidarse de todos sus muertos,
siempre a punto de nacer.

Comprende, señor Juez,
por qué habré de pagar todos mis impuestos.
Porque en mi alma, ciudades y mujeres,
se pasean libremente en cualquier dirección,
sin ponerse, nunca, de acuerdo para nada.
Viajan por el espacio alado de mi voz,
una detrás de la otra o, bien, todas al mismo tiempo.

Comprende, señor Juez,
por qué habré de pagar todos mis impuestos.
Porque ciudades y mujeres y ciudades y mujeres,
bailan frenéticamente en mí, tratando de ser reconocidas,
cada una a su tiempo o, bien, todas a la vez.

Por eso pago los impuestos.
Para que nadie me venga a preguntar,
por esta oceánica soledad, partida en dos.

Miguel Oscar Menassa
De "Un argentino en España", 1987

martes, 8 de junio de 2010

La mujer y yo (47)


A medida que me acerco a los setenta años
comprendo con lujuria que estoy un poco solo.
Los jóvenes que crecen todo el tiempo
y los adultos que tienen problemas de dinero
y las bellas mujeres que vivirán al lado mío,
hasta que la muerte, en verdad, nos separe,
están muy ocupadas con sus cosas
con su propia vejez que se les viene encima
sin prisa pero sin ningún recato.

Así que te lo digo, a los setenta años,
conseguiré quedarme solo,
sin lazos de amor y de dolor,
solo, atado al mundo que me toca vivir
por palabras, por versos, algo de música
algún color desesperado con luz propia.
Pensando así, la verdad, amor mío
¿a quién no le gustaría envejecer?

A mí, me dijo ella, a mí
no me gustaría envejecer ni sola
ni mal acompañada y ya más de mil veces,
te dije, amado mío, que envejecen las plantas,
los muebles, el pavimento, las armas de guerra
pero la mujer, el sexo y la alegría no envejecen.

La sentí tan segura que llegué a pensar
que ella, de alguna manera, me decía:
Podrán envejecer hasta tus versos
pero nuestro amor, querido, no envejecerá,
aquí estoy yo, para sostenerlo,
y era tan hermosa cuando lo decía
que yo la vi diosa y desnuda,
desnuda y valiente toda para mí
y ahí fue cuando no tuve
miedo de envejecer o de morir.

Ella me habló del mar y yo lo entendí todo:
su carne esplendorosa sería la guarida
de mi vida carnal y mi palabra
y su carne, sin límites, del deseo,
la pulsión desmedida de mi canto,
será tumba de amor para mis huesos.

Palabra contra piedra, piedra contra palabra
se escribirá una historia, tal vez, de amor.

Hoy dos amantes mueren y, a la vez,
perduran en un verso de amor
donde la muerte atada por palabras
unidas entre sí al sol,
ocupada, con alguna inocencia,
de sus cosas, nos dejará
vivir un día más, un amor más,
nos dejará terminar este poema.

Y, después, dijo ella resignada,
la muerte perseguirá a los amantes
hasta alcanzarlos y algo les dirá,
algo les dirá, repitió ella, interrogándome.

Bueno, le dije yo, tranquilizándola,
si se tratara de nosotros dos
la muerte no diría nada.
Se quedaría enmudecida, pálida de dolor,
por tener que matar tanta hermosura.

Pero algún día, igual, lo hará
insistió ella, terca y ensombrecida
y yo, macho y cantor,
sin darme cuenta de mis años
le dije toda la verdad:

Tenemos como cien años, amor mío,
algún día vendrá.


Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo", 2003

domingo, 6 de junio de 2010

30 de octubre de 1976, Madrid


He decidido dejarme crecer la barba, crecerá.
Se tiene que saber: todo crecimiento depende de una decisión.

La prohibición del incesto me sigue resultando una ley,
todavía adecuada
para el mantenimiento de las relaciones sociales.
Primero debe ser abolida la neurosis,
ver si es posible poner a punto la sexualidad que reclama,
la revolución burguesa.
Otras formas de sexualidad vendrán después.
El plus goce,
y esto es verdad en cualqueir lugar del mundo,
antes o después del edipo,
delante o detrás del espejo,
tiene que ver con la esclavitud.

El que quiera su libertad que se la procure.
A mí, particularmente, la libertad no me interesa.
Me interesa condenar,
a quienes por el peso de una palabra teórica,
pretenden redimir la falta corporal repudiada.

El cuerpo no existe,
la palabra tampoco.

Se trata,
de una combinación.

Los grupos deberían olvidarse de su prehistoria.
Si el pasado no existe,
la madre es un invento.

Todo,
debe ser escrito nuevamente.


Miguel Oscar Menassa
Salto mortal, 1977

sábado, 5 de junio de 2010

Soy el cantor, le dije sonriente


Soy el cantor le dije sonriente,
no tengo nada que perder, sólo mi canto.
Así que usted y yo, podemos besarnos,
pisar fuerte la tierra, volar más alto.

Ya sé que no es decente, amar la vida tanto,
que no es honesto, sincero, quererla para mí.
Que el infinito fuego debe ser apagado.
Que el inquietante deseo, debe morir.

Sin embargo, usted y yo podríamos
hundirnos levemente en el abismo
llenar todo el abismo con mi canto.

Aunque en verdad nadie lo quiera,
vivir, vivir, podríamos mil años.
Yo sería el cantor y usted mi canto.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

miércoles, 2 de junio de 2010

EL NACIMIENTO DEL POETA

I
Abro y cierro mis mandíbulas
dejo escapar, agrestes humos,
cálida energía vital, nazco.

II

Partícula agónica de la matanza,
Otro del Otro que fui, escribo.

III

No tengo que dejar,
que mi pensamiento sea desviado.
Porque mi pensamiento es,
el pensamiento desviado.

IV

A los pobres nos pasa,
todo en nuestro cuerpo.
Morimos jóvenes o,
nos endurecemos.
Nos vamos haciendo de granito,
vamos uniendo unos contra otros,
nuestros sentimientos y,
sin embargo, sabemos:
Un hombre a cierta edad
no necesita estar unido a nadie
para pretender cambiar el mundo.
No necesita estar unido a nadie,
para decir:
Yo soy la humanidad.

V

algo vibra...

VI

Pequeño conjunto de células sin voluntad,
pequeño niño a punto de nacer,
boca abierta a tibias leches y al veneno.
Pedacito, carne sin voluntad,
arrastrado en cualquier dirección,
maleable,
barro sensible a las miradas.
Postergo, deliberadamente,
mi nacimiento:
El miedo me mata antes de nacer.

VII
Hacia los mundos
que el hombre desconoce como mundos.
Hacia esos recorridos del alma no señalizados,
vuelo, hacia las huellas que el hombre,
dejará sobre la tierra.
Vuelo, azul, sobre los dientes de la noche,
ato al perfume de tus nalgas, mi soledad.
Sucumbo en ese cráter cósmico,
descanso en paz, entre tus brazos.

VIII

Buscando tus entrañas, oro azul,
me encontré con la muerte. Luz.

IX

Espía de mí mismo,
me entrego, definitivamente,
anclo.
Busco en tu piel y sonrisas de tu vientre
se deslizan entre suaves movimientos del mar,
olas detenidas como para siempre en tus ojos.
Pequeños surcos en la frente y una juventud,
tocada por la repetición de los errores,
me deciden a todo:
Vuelco sobre mi copa los últimos soles del verano
y bebo en los contornos de un ritmo, desesperado,
mi vida.
Cabalgo, lumínica presencia,
hacia donde el hombre no puede más
y, ahí, precisamente, en ese límite,
comienzo a galope tendido,
a galope feroz,
mi última carrera.
Vuelo entre las tumbas de los que no pudieron,
ellos son mi recuerdo y mi esperanza.
Lo que podría pasarme y, también, la ilusión,
de una nueva estrella entre los astros.
Sencillamente arrastro todo lo que fui.
No fui feliz,
porque ser feliz es,
argucia del sistema.

X

Pretendía caminar, tranquilamente, por la vida
y no fue posible.
Desde el rostro sangrante de la nada,
escribo este poema.
Dolorosamente recuerdo,
mis años juveniles,
donde decir, era alcanzar,
con la palabra, el cielo.
Decir,
para que nada quede de lo dicho,
también, es un destino.
Sangro y lo digo.
Me duele y lo digo.
Recuerdo a mi madre y al decirlo
entre sus brazos me recuerdo.
En libertad arriesgo todo lo que tengo,
para llegar a ser este temblor,
acacia dormida en hondo mar,
hoja tenue y sencilla, al viento,
en el otoño,
pequeño sol.

MIGUEL OSCAR MENASSA
De “La patria del poeta”, 1991

martes, 1 de junio de 2010

PEQUEÑA HISTORIA


Yo soy
el hombre
que conmueve muchachas
en las mañanas empapadas;

el viento conocido
que desata la vida
de las esposas altas,
deshonestas,
de las hijas adúlteras
de casas como el mar;

la lluvia
que late en el vino
de mis hombres extraños de silencio
de caras como manos.

Soy
el que se queda solo
luego
y humanamente pide compartir
una risa
una copa
un hueco de saliva

Miguel Oscar Menassa
De "Pequeña Historia", 1961