Vinieron hacia mí creyendo que la hora,
en que los lobos callan desesperadamente,
había tocado mi corazón.
Aullar no era necesario todos los días
y sin embargo los que llegaban
hacían preguntas acerca de mi voz.
-Se atragantó con las estrellas
de las serenas noches de noviembre
y su sed calmó las torrenciales lluvias
en aquel silencioso y triste verano
donde las algas marinas y los helechos
crecían desaforadamente azules, dispuestos a matar-.
Bailando, callado, en torno de la hoguera
acercaba a los distraídos turistas
al borde del abismo.
Miguel Oscar Menassa
De Yo pecador, 1975
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