miércoles, 29 de mayo de 2013

"El sexo del amor" de Miguel Oscar Menassa.


Capítulo IV

-Me gustaría demostrarte algo que no puedo demostrarte:

Me cortaría los huevos y te los ofrecería y estoy seguro que vos pensarías que otra mujer se beneficia con ese gesto de amor.

Es por eso que no me corto los huevos, es por eso que te amo hasta el ofrecimiento de lo que no podré cumplir...

Miguel trataba de hacerle comprender a Zara, algo que él creía haber entendido en las entrevistas que tuvo con el Master.

-Lo que quiero decirte, prosiguió, es que no hay prueba de amor verdadera, en el sentido de que ninguna prueba de amor es suficiente prueba de amor.

Zara acababa de cumplir 30 años y no podía entender cómo un niño como Miguel, porque Miguel era casi un niño, tenía apenas 18 años y acababa de ingresar en la Facultad de Medicina, ¿cómo era posible que hablara como hablaba?


-Eso me calienta, pensaba Zara, yo hace 10 años que me psicoanalizo con el Master y no puedo hablar como Miguel habla, después de haber tenido tres entrevistas con él.

Zara tratando de disuadirlo, le dice:

-Para mí, sería prueba suficiente de amor, amar a la mujer que amas.

-Bueno, eso para vos es muy sencillo, vos sos la mujer que amo, dijo Miguel sin entender.

-Estaba pensando, en el caso que te enamoraras de otra mujer, yo la amaría.

Zara, nunca sabremos, si a propósito o sin querer, le había dado a Miguel una idea que éste, evidentemente, no tenía:

Amar a dos mujeres, hacer el amor con las dos juntas.

Cuando siguió la conversación ya Miguel había crecido más de una década, entonces pudo preguntar a su vez:

-¿Y qué mujer te gusta tanto para amarla como me amas a mí?

Ella respondió rápidamente:
-Ninguna, ninguna..../...

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