-Me
gustaría demostrarte algo que no puedo demostrarte:
Me
cortaría los huevos y te los ofrecería y estoy seguro que vos pensarías que
otra mujer se beneficia con ese gesto de amor.
Es por eso
que no me corto los huevos, es por eso que te amo hasta el ofrecimiento de lo
que no podré cumplir...
Miguel
trataba de hacerle comprender a Zara, algo que él creía haber entendido en las
entrevistas que tuvo con el Master.
-Lo que
quiero decirte, prosiguió, es que no hay prueba de amor verdadera, en el
sentido de que ninguna prueba de amor es suficiente prueba de amor.
Zara
acababa de cumplir 30 años y no podía entender cómo un niño como Miguel, porque
Miguel era casi un niño, tenía apenas 18 años y acababa de ingresar en la
Facultad de Medicina, ¿cómo era posible que hablara como hablaba?
-Eso me
calienta, pensaba Zara, yo hace 10 años que me psicoanalizo con el Master y no
puedo hablar como Miguel habla, después de haber tenido tres entrevistas con
él.
Zara
tratando de disuadirlo, le dice:
-Para mí,
sería prueba suficiente de amor, amar a la mujer que amas.
-Bueno,
eso para vos es muy sencillo, vos sos la mujer que amo, dijo Miguel sin
entender.
-Estaba
pensando, en el caso que te enamoraras de otra mujer, yo la amaría.
Zara,
nunca sabremos, si a propósito o sin querer, le había dado a Miguel una idea
que éste, evidentemente, no tenía:
Amar a dos
mujeres, hacer el amor con las dos juntas.
Cuando
siguió la conversación ya Miguel había crecido más de una década, entonces pudo
preguntar a su vez:
-¿Y qué
mujer te gusta tanto para amarla como me amas a mí?
Ella
respondió rápidamente:
-Ninguna, ninguna..../...
Me encantó
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