En el intento de darte todas las horas
partí las horas en mil pedazos para darte más
abrí el corazón del tiempo y lo hice caricia
mueca de luz para tus ojos, mi pequeña agonía.
Caminé, como un poseído, todos los caminos
sin contar los pasos, sin soñar ningún sueño
porque todo era para provocar una sonrisa,
... un tajo feliz sobre la cara sombría del amor.
Y tú a veces reías y contabas para mi bien
besos enormes que te daba mientras dormías
caricias embriagadas, torpe sudor insondable.
Y en tus frágiles sueños yo era un caminante,
alguien que no llegaría nunca a sitio alguno,
algún amante sin cuentas, un collar invisible.
Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002
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