Volver por las noches para espiar sobre tu cuerpo
las pequeñas y brillantes marcas del amor
era algo a lo cual estábamos acostumbrados
y sin embargo hubo una marca insoportable.
Una marca que señalaba otro destino
para tu cuerpo de mujer.
Una marca celeste, abierta, en lo profundo de tu carne
-cielo de nubes y de alcántaras
fuego sagrado abierto a todos los horizontes
amada
rosa sin fin como metralla luminosa
encegueciendo sin dar tregua los ojos enemigos-.
Herida insoportable, tajo de amor, en lo profundo de tus ojos
-mansa vaca dorada, paciente tejedora,
tu mar de fondo
tiene el color del bronce que en su mirada
suelen tener los grandes asesinos-.
Devastadora
voraz incendio de los bosques.
Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975
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Lo que realmente deja huella en el alma es su poesía. Un lujo para los sentidos.
ResponderEliminarReferente al engaño, siempre he pensado que lo que hacemos realmente es engañarnos a nosotros mismos, al resto lo intentamos y raramente lo conseguimos.