Vino de tarde y me contó su vida,
con todo lujo de detalles, íntimos.
Sin esperar siquiera que yo hablara,
me contó sus amores.
Al rato bostecé y ella sin más me dijo:
¿entonces no me amas?
¿es mentira que has estado escuchándome?
¿es tan brutal la vida?
Yo terminé el bostezo
y le cogí la cara con mis manos.
Ella convulsionó sus ojos,
tembló todo su cuerpo,
abrió, sin compasión, sus labios.
Yo dejé caer mis manos al viento
y el viento devoró nuestras miradas.
Sin mirada, sin brazos,
caímos, sin esperanzas, de rodillas,
uno encima del otro
y comenzamos a llorar.
Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos", 1995
viernes, 16 de marzo de 2012
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