Salomón, hijo de David, ejecutivo poderoso en su época, conocedor de las lenguas de todos los animales de la tierra y del cielo.
Posó, un día, en la palma de su mano derecha una pequeña hormiga y le preguntó: ¿Quién es el más grande de la tierra? La hormiga, que todavía era totalmente derecha sin cortes en su cuerpo, pidió a Salomón que levantara su mano un poco más arriba, un poco más. Cuando la mano de Salomón estaba por arriba de su cabeza, la hormiga le dijo: Tú eres verdaderamente grande, pero yo lo soy más, porque estoy por encima de tu cabeza.
Sin sonrisas, Salomón sacudió la mano, y la hormiga cayó sin mayor ruido a la tierra, y maldijo Salomón a la pícara hormiga, condenándola a vivir casi partida por la mitad.
Moraleja: Un ejecutivo es siempre un ejecutivo.
Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966
martes, 24 de mayo de 2011
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