Cuando Raif, mi padre, hablaba de los hombres
hablaba siempre de los árabes.
Bebedores de alcohol
capaces de dar la vida por una mujer
o ensoñarse al atardecer
a causa del olor de los azahares.
Un árabe nunca mata sin pasión.
Frente a la incertidumbre
abandona a sus seres queridos y busca
en el silencio del desierto, su destino.
Ama las flores y los cigarros
y al amanecer
sentado sencillamente en la puerta de su casa
espera que el sol toque la vida con sus manos.
Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975
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