A mis hijos Cecilia Andrea y Antonio Nicolás
Entiendo no saber de qué se trata.
Decaer, no es fácil a los 60 años.
Pero ascender lumínico, tampoco.
Es una edad detenida en el tiempo.
Una meseta tendida a gran altura.
Alma despojada, también, de alma.
Cuando se cumplen los 60 años,
los vientos huracanados del exilio
son como el aire fresco de la mañana
nada de oscuridad, recuerdo del dolor.
Meseta digo para decir extensión.
Mi vida, mediterránea luz sonora,
mar desolado pero abierto al mar,
soledad devorada por una libertad.
Eso es decir, amigos, eso es amar.
A los sesenta años se festejan
las cosas dejadas, no vividas,
ese beso mortal que nunca dimos,
la caricia que nunca me alcanzó.
A los sesenta años voy a festejar
el trabajo que aún no he realizado.
El grandioso poema que escribiré
una tarde de otoño a los cien años.
Las largas caminatas con mi amor
hablando del tiempo que no pasa.
Nos miraremos y nos amaremos
con los ojos en verdad cerrados.
Y en esas caricias de oscuridad,
también, tendremos un pasado.
Hemos vivido, hemos vivido y
eso, amigos, está con nosotros
por eso queremos festejar la luz,
la luz, incuestionable, del futuro.
¿Te imaginas lo que nos imaginamos?
un pedazo de piel a los ochenta años,
una caricia procaz, un poema brutal
en la meseta, al cumplir los cien años.
Miguel Oscar Menassa
De "Llantos del exilio", 2001
El tiempo solo existe en nuestra mente
ResponderEliminarSe es eterno…cuando se ama eternamente
Alli…donde se alcanzan las sombras…
mery larrinua