Caigo, voy cayendo por la comisura de tus labios,
detengo mi caída para besarte, porque voy a morir.
Deslizo por tus pechos, agonizantes, mi sonrisa
y alcoholes y locuras inician la danza del adiós.
No es que se baile festejando mi cercana muerte,
no se emborrachan las almas puras para llorarme,
ni se quiebran las voces altas para oírme partir,
ni estallan los vientres de pasión para olvidar.
Se danza para que los temblores lleguen a tu piel,
para que tu piel alcance en los sonidos quebrados,
la música radiante e imposible, las voces del amor.
Antes de morir la caricia negra se contorsiona,
vive con frenesí los últimos goces de tu cuerpo
y doce campanadas desesperadas devoran el final.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987
sábado, 31 de diciembre de 2011
jueves, 29 de diciembre de 2011
EL HOMBRE VUELA, SE HACE NOSTALGIA, VUELA
No vengo yo a escribirlo si soy el Otro.
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.
Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
cuando la triste muerte compañera deja de aullar,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.
Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz,
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.
Y así, sin escribirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas, en mis manos, que no son yo.
Hay de golpe, cosas, en el mundo, que no son mi vida.
Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.
Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
cuando la triste muerte compañera deja de aullar,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.
Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz,
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.
Y así, sin escribirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas, en mis manos, que no son yo.
Hay de golpe, cosas, en el mundo, que no son mi vida.
Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991
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miércoles, 28 de diciembre de 2011
RECUERDO LA LIBERTAD
Un mayo frío, sin luz, recuerda mi ciudad.
Extraño todo lo que fui:
Rosas y ventanales sobre el mar,
aquella pasión,
por cuerpos femeninos huyendo de sí.
Retazos de pasión,
antiguos pájaros al viento sobre la arena.
Vaho de luz,
efervescencia marítima,
desenvolviendo la maraña del tiempo.
Horas en que el recuerdo cae
y los ídolos
y algunos sueños infantiles caen
y el universo se desmorona
y las hojas escritas vuelan por mi alma
y caen, antiguas leyendas donde el hombre,
era feliz.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
Extraño todo lo que fui:
Rosas y ventanales sobre el mar,
aquella pasión,
por cuerpos femeninos huyendo de sí.
Retazos de pasión,
antiguos pájaros al viento sobre la arena.
Vaho de luz,
efervescencia marítima,
desenvolviendo la maraña del tiempo.
Horas en que el recuerdo cae
y los ídolos
y algunos sueños infantiles caen
y el universo se desmorona
y las hojas escritas vuelan por mi alma
y caen, antiguas leyendas donde el hombre,
era feliz.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
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lunes, 26 de diciembre de 2011
LA MUJER Y YO -1-
Puedo estar contento de haberla conocido,
algo de ella he recibido, algo le he dado.
Mas hoy quisiera hablar del lado oscuro:
Cuando yo le pedía su verdadero amor,
su cuerpo temblando, su alegría futura,
ella me daba sus dudas, su vergüenza.
Y cuando, sobresaltado por pensares
que vienen hacia nosotros del futuro,
le pido que volemos los dos juntos
por los Orinocos amables del canto,
volar juntos, le digo,
por los mundos donde la palabra
hace la música y el color,
Ella, me da su miedo,
su amor paralizado,
un teatral anticipo
de la muerte.
Cuando, tiernamente, le pido que bailemos,
comienza a mover sus nalgas con voluptuosidad,
me desafía y me llama por mis nombres propios:
intelectual sin clase, poeta cobarde, débil marica
y me pide, por favor, que la azote antes de bailar.
Me quito el cinturón con elegancia
y le digo, apretando los dientes:
A ver, mi amor, a ver ese culito
y ella vomita orgasmos por doquier
cuando le prometo cerca de su oído,
pegarle con pasión, sin debilidades.
Después cuando, ella,
comenzó a ganar algo de dinero
hacíamos el amor más civilizados:
ella se levantaba la falda azulada
y ofrecía sus nalgas casi perfectas
al castigo, que yo le aseguraba
día a día a cambio de su amor para siempre.
Y yo, sin besarla, sin acariciarla como antaño,
le pegaba cuatro o cinco latigazos, en el culo,
sin emocionarme demasiado, casi fríamente
y ella era muy feliz hasta la semana siguiente.
Cuando pasaban dos o tres días
me decía. Todavía siento mis nalgas,
es hermoso ir con ellas todo el día,
los hombres me desean en los sueños
y las mujeres me envidian, soy feliz.
Hasta que un día, cansada o aburrida
de gozar siempre de la misma manera,
abandona el trabajo y habla entre amigas
de mi refinada, estudiada, sutil crueldad.
Les cuenta, con todo lujo de detalles,
los secretos del polvo, el goce de la tierra
cuando se riega con los líquidos del amor.
Su semen caía por mi cintura, les cuenta,
como una lágrima perdida, sin destino.
Yo me abría y él caía en mí como la noche
y me inundaba de infinito goce y de dolor
y yo me abría y él seguía cayendo, cada vez
más lejos del mundo, de la civilización
y ahí, cuando hasta un beso me hubiese dado
de habérselo pedido, le pedí que me pegara
y me puse en cuatro patas y me abría más
y él, pobre hombre hipnotizado por el amor
alejado, totalmente, de sí mismo, me pegaba,
apretaba mi cuello con firmeza y me pegaba.
Un día se pasó, me amó de más,
como un, verdadero, poseído,
como un loco.
Ninguna palabra pudo detenerlo
y me pegó y me pegó y me pegó
y alcanzamos juntos el orgasmo
y fue por eso que no le vi más.
Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo", 2003
algo de ella he recibido, algo le he dado.
Mas hoy quisiera hablar del lado oscuro:
Cuando yo le pedía su verdadero amor,
su cuerpo temblando, su alegría futura,
ella me daba sus dudas, su vergüenza.
Y cuando, sobresaltado por pensares
que vienen hacia nosotros del futuro,
le pido que volemos los dos juntos
por los Orinocos amables del canto,
volar juntos, le digo,
por los mundos donde la palabra
hace la música y el color,
Ella, me da su miedo,
su amor paralizado,
un teatral anticipo
de la muerte.
Cuando, tiernamente, le pido que bailemos,
comienza a mover sus nalgas con voluptuosidad,
me desafía y me llama por mis nombres propios:
intelectual sin clase, poeta cobarde, débil marica
y me pide, por favor, que la azote antes de bailar.
Me quito el cinturón con elegancia
y le digo, apretando los dientes:
A ver, mi amor, a ver ese culito
y ella vomita orgasmos por doquier
cuando le prometo cerca de su oído,
pegarle con pasión, sin debilidades.
Después cuando, ella,
comenzó a ganar algo de dinero
hacíamos el amor más civilizados:
ella se levantaba la falda azulada
y ofrecía sus nalgas casi perfectas
al castigo, que yo le aseguraba
día a día a cambio de su amor para siempre.
Y yo, sin besarla, sin acariciarla como antaño,
le pegaba cuatro o cinco latigazos, en el culo,
sin emocionarme demasiado, casi fríamente
y ella era muy feliz hasta la semana siguiente.
Cuando pasaban dos o tres días
me decía. Todavía siento mis nalgas,
es hermoso ir con ellas todo el día,
los hombres me desean en los sueños
y las mujeres me envidian, soy feliz.
Hasta que un día, cansada o aburrida
de gozar siempre de la misma manera,
abandona el trabajo y habla entre amigas
de mi refinada, estudiada, sutil crueldad.
Les cuenta, con todo lujo de detalles,
los secretos del polvo, el goce de la tierra
cuando se riega con los líquidos del amor.
Su semen caía por mi cintura, les cuenta,
como una lágrima perdida, sin destino.
Yo me abría y él caía en mí como la noche
y me inundaba de infinito goce y de dolor
y yo me abría y él seguía cayendo, cada vez
más lejos del mundo, de la civilización
y ahí, cuando hasta un beso me hubiese dado
de habérselo pedido, le pedí que me pegara
y me puse en cuatro patas y me abría más
y él, pobre hombre hipnotizado por el amor
alejado, totalmente, de sí mismo, me pegaba,
apretaba mi cuello con firmeza y me pegaba.
Un día se pasó, me amó de más,
como un, verdadero, poseído,
como un loco.
Ninguna palabra pudo detenerlo
y me pegó y me pegó y me pegó
y alcanzamos juntos el orgasmo
y fue por eso que no le vi más.
Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo", 2003
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domingo, 25 de diciembre de 2011
COMO LAS ALAS SIRVEN PARA VOLAR, CREARE ALAS A ESTAS PALABRAS QUE PARECÍAN HABERSE INMORTALIZADO DENTRO DE MI
Abriré las compuertas
inundaré con mis palabras las poblaciones vecinas
para encontrarme por fin con mi destino.
Mi destino de azúcares y azahares
País de la locura
donde transitan libremente
animales salvajes y ocas doradas.
Reino
de las dulces pasadas de lengua por el culo
o de las extrañas e inquietantes travesías nocturnas
donde amar al prójimo, era en verdad, nuestro único fin.
Anémonas
arrojemos anémonas a los ojos de los malvivientes
busquemos en sus pieles
el cariñoso beso de una madre ajena y sombría
Eva de Adán, diosa de las tristes putas de occidente,
muéstrales la manzana
aloja en tu seno lo que habrá de morir.
Tu Adán no ha de morir.
Arbitraria foca de mar bésame en la boca
hiela mi piel
necesito escribir acerca de las palabras escritas.
Humo de incienso
blanco y perfumado olor de los orientes
abre la cripta de su corazón
y arroja en su ser desde las ánforas azules
pequeños animales salvajes y frescos vinos.
Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975
inundaré con mis palabras las poblaciones vecinas
para encontrarme por fin con mi destino.
Mi destino de azúcares y azahares
País de la locura
donde transitan libremente
animales salvajes y ocas doradas.
Reino
de las dulces pasadas de lengua por el culo
o de las extrañas e inquietantes travesías nocturnas
donde amar al prójimo, era en verdad, nuestro único fin.
Anémonas
arrojemos anémonas a los ojos de los malvivientes
busquemos en sus pieles
el cariñoso beso de una madre ajena y sombría
Eva de Adán, diosa de las tristes putas de occidente,
muéstrales la manzana
aloja en tu seno lo que habrá de morir.
Tu Adán no ha de morir.
Arbitraria foca de mar bésame en la boca
hiela mi piel
necesito escribir acerca de las palabras escritas.
Humo de incienso
blanco y perfumado olor de los orientes
abre la cripta de su corazón
y arroja en su ser desde las ánforas azules
pequeños animales salvajes y frescos vinos.
Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975
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sábado, 24 de diciembre de 2011
UNA REPETICIÓN INCALCULABLE
Soy un hombre,
nací hace 50.000 años
y tengo derecho a la palabra.
Un hambre por el amor,
una boca abierta a los cuatro vientos,
por el amor,
un ansia por la música ligera,
clave de mar,
tu cuerpo.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
nací hace 50.000 años
y tengo derecho a la palabra.
Un hambre por el amor,
una boca abierta a los cuatro vientos,
por el amor,
un ansia por la música ligera,
clave de mar,
tu cuerpo.
Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984
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jueves, 22 de diciembre de 2011
26 de diciembre de 1975, Buenos Aires en todas las horas del día
ANIVERSARIO
A OLGA, MUJER
Yo fui el poeta que desvastó tus territorios
Dueño del pan y de las uvas
llegué para ofrecerte de mi cuerpo
las marcas del amor.
Las manos y los pies heridos por la cruz
mi cuerpo pisoteado por los fieles
su piel arrancada a tirones por los que más me amaron.
Mi sexo mutilado para no ver:
tristes mutilaciones
y estas simples palabras del corazón.
Y todo fue verdad. Amé tu cuerpo y los excrementos de tu cuerpo.
Amé, amé con alegría tu piel y tus delirios.
No tuve paz y sin embargo fui feliz.
Amo esta cárcel y a sus severos carceleros.
Cadenas, amo las cadenas que estrangulan mi ser.
La sed de este desierto me matará, y sin embargo soy feliz.
Pido cadena perpetua para quien mata su ser por el amor. Y digo,
para que todos sepan, que ella ama mi esclavitud.
Ella es una mujer
ni venderá mi cuerpo
ni me despojará del alma
Ella necesita en su casa un cantor
y la voz del cantor no cesará jamás.
El cantor necesita ser amado, es un pequeño niño con miedo a la oscuridad.
Luz para que el poeta no muera de terror.
Y ella será,
colgada de un rincón del cuarto, mi lámpara votiva.
Pequeña y a veces mortífera luz.
EL FIN SERÁ EL HORROR.
Ver y amar desesperadamente la destrucción de nuestros cuerpos.
Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977
A OLGA, MUJER
Yo fui el poeta que desvastó tus territorios
Dueño del pan y de las uvas
llegué para ofrecerte de mi cuerpo
las marcas del amor.
Las manos y los pies heridos por la cruz
mi cuerpo pisoteado por los fieles
su piel arrancada a tirones por los que más me amaron.
Mi sexo mutilado para no ver:
tristes mutilaciones
y estas simples palabras del corazón.
Y todo fue verdad. Amé tu cuerpo y los excrementos de tu cuerpo.
Amé, amé con alegría tu piel y tus delirios.
No tuve paz y sin embargo fui feliz.
Amo esta cárcel y a sus severos carceleros.
Cadenas, amo las cadenas que estrangulan mi ser.
La sed de este desierto me matará, y sin embargo soy feliz.
Pido cadena perpetua para quien mata su ser por el amor. Y digo,
para que todos sepan, que ella ama mi esclavitud.
Ella es una mujer
ni venderá mi cuerpo
ni me despojará del alma
Ella necesita en su casa un cantor
y la voz del cantor no cesará jamás.
El cantor necesita ser amado, es un pequeño niño con miedo a la oscuridad.
Luz para que el poeta no muera de terror.
Y ella será,
colgada de un rincón del cuarto, mi lámpara votiva.
Pequeña y a veces mortífera luz.
EL FIN SERÁ EL HORROR.
Ver y amar desesperadamente la destrucción de nuestros cuerpos.
Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977
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