martes, 26 de noviembre de 2024

AMORES PERDIDOS. LA JUVENTUD - VI


No estamos, exactamente, en ningún sitio,
somos esos arcángeles negros,
que sólo aparecen para enfrentarse con la muerte.
Vivir, vivir en el deseo, sin hambre, sin sueño,
invencibles en nuestro empecinamiento de vivir.
Y así comenzamos cada día, ciegos amantes del sol,
pero, también, enloquecidos amantes de la lluvia
y nos dejamos llevar por el viento de los huracanes
y nunca necesitamos volver a ningún sitio
porque de ningún sitio somos o hemos partido.
La vida nos entra por los ojos, casi siempre
y nos burlamos de todo lo que nos circunda,
sin otra razón que estas crueles lágrimas,
que no pensamos derrama ,
que no pensamos ofrecer a ningún Dios,
porque nosotros somos dioses en nuestra burla
y ni siquiera ambicionamos morir
porque de alguna manera ya hemos muerto.
De Amores Perdidos, 1995

ELLA Y LA LLUVIA


La lluvia
libre e interminable
se mete por mi boca abierta de soledad
y te llama y te busca
como si estuvieses dentro mío
aquí, dulce
aquí, intacta.
Y tú
y tu nombre
que sólo puedo pronunciar cuando te toco
bostezan y se acuestan
bajo un cielo de agua que no acarician.
Tú, violable sólo
por el filo astuto de dios
y la sonrisa de los hombres rubios
y tu nombre que te llama
que se complica contigo
en el misterioso juego de tu fuga,
dónde, dónde
en qué cuerpo
en qué hombre permanecen.
Pensar que no eres
que no te llamas de ninguna manera.
Cómo decirle a la lluvia entonces
que tú no estás
aquí, dulce
aquí, intacta
que no has llegado nunca.
Miguel Oscar Menassa
De "Pequeña historia"