Digiero las esperas
devoro tu majestuoso silencio
y añoro la risa de los días de abril
donde amarnos era, todavía, una promesa.
devoro tu majestuoso silencio
y añoro la risa de los días de abril
donde amarnos era, todavía, una promesa.
Y, sin embargo,
por la esperanza de comerme el universo,
me trago los recuerdos de la danza,
furiosa, danza de amor, entre las ciudades,
salvaje, danza de amor, entre los apartamentos.
por la esperanza de comerme el universo,
me trago los recuerdos de la danza,
furiosa, danza de amor, entre las ciudades,
salvaje, danza de amor, entre los apartamentos.
Estábamos abrazados, contra el
viento,
en la desolada ciudad.
en la desolada ciudad.
Todo era el ritmo de nuestros
corazones.
De tanto en tanto,
una flor caída,
marcaba el paso de los años.
De tanto en tanto, un sol, una lluvia,
anunciaban, de las nuevas estaciones,
el comienzo.
De tanto en tanto,
una flor caída,
marcaba el paso de los años.
De tanto en tanto, un sol, una lluvia,
anunciaban, de las nuevas estaciones,
el comienzo.
El día y la noche,
eran el color de nuestros pensamientos.
En los estallidos siempre había luz
y siempre había, para los encuentros de amor
un claro-oscuro en el bosque,
sombras y soledad; tibieza y luz.
Siempre una armonía perfecta para los actos simples
Los actos, querida,
que no podremos inventariar jamás.
Todo fue, humo y alegría.
Misterios.
Todo fue, invisible y etéreo.
Sonoro.
Todo vida.
eran el color de nuestros pensamientos.
En los estallidos siempre había luz
y siempre había, para los encuentros de amor
un claro-oscuro en el bosque,
sombras y soledad; tibieza y luz.
Siempre una armonía perfecta para los actos simples
Los actos, querida,
que no podremos inventariar jamás.
Todo fue, humo y alegría.
Misterios.
Todo fue, invisible y etéreo.
Sonoro.
Todo vida.
Miguel Oscar Menassa
De “El amor existe y la libertad”, 1984
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