Deshojados rumores del tiempo
se abanican sobre mi cuerpo ya dejado de lado.
Son instantes que huelen a podrido, a carne agusanada.
Dejo volar mis manos
y el fin de siglo se conmueve por la pureza de mis gestos.
El apocalipsis esperado era esta página.
En medio de la guerra,
en medio de la guerra atómica,
en medio de otras guerras,
la guerra sucia, la guerra fría.
En medio de la droga, la pólvora,
la mutilación, la muerte,
el sida silencioso,
ha nacido el poeta.
Aquí me tenéis, soy el ejemplo posible.
En medio exacto de la locura universal,
vivo, no padezco de nada y cuando canto,
es una carne ajena la que canta en mi voz.
Soy los arrebatos inquietantes de la lengua,
una serpiente aligerada de su propio veneno,
sólo el movimiento de reptación al infinito,
luces perdidas negros senderos del silencio.
Soy un humano terrestre, lleno de algarabía,
la luz, que se bebe el futuro para contarlo.
Voz sin ecos, equilibrada voz sin ecos, voz.
El hombre me esperaba, suave caricia desgarrada,
que dejará en el inocente terráqueo sin medida,
sonora resonancia abierta, huellas de libertad.
Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991
viernes, 19 de noviembre de 2010
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