A mi hijo Pablo
He buscado, tercamente,
un paso hacia delante
y nada pude hallar.
He tratado, hábilmente,
de caer desde las alturas
y nada conseguía.
He viajado, locamente,
por calles imposibles,
sin encontrar el cielo.
He dejado, pausadamente,
todo lo bien amado
y todo lo bien amado
está en mí.
Siempre en el mismo sitio,
lejano y apacible,
mirando las estrellas,
siempre contra mí mismo,
paralizado de terror,
sin hallar el deseo.
Sin nadie que arranque
de mis ojos, sin luz,
vendas oscuras.
Siempre oculto
en mi propio corazón,
sin apenas salidas,
sin amor.
Dejo huellas
sobre mis pasos
y me declaro en libertad.
Ya no quiero caer,
ni busco cielos imposibles,
ni arrebatadas luces,
ni pasos adelante que,
sencillamente,
alivien mi dolor o mi tristeza.
En plena libertad,
alejado de humanas veleidades.
Dejando,
como si fueran síntomas eternos,
que mis grandes amores,
duerman conmigo esta siesta del alma,
vivan, conmigo, este dolor.
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