Abierto,
yo estaba abierto y te lo decía.
sin
precaución, sin extremos cuidados
te
hablaba de mi ser, abierto naturalmente
como
se habla del cielo o de la espuma.
Esas tardes de mares, de completos océanos
donde
las grandes olas no hacían otra cosa
que
estrellarse blandamente, caer sin fuerzas,
enamoradas,
frente al vacío abierto de mi voz.
Un día, caprichosa, te arrojaste en mi
interior
y
tiraste del fondo de mi piel, empecinada,
para
cerrar al mundo, el vértigo, mi belleza.
Te enloqueció mi manera de resistir, riendo,
jugando
con las olas, alborozadas por mi amor.
Te
dejamos toda la piel para seguir abiertos.
Miguel
Oscar Menassa
De
“Al sur de Europa”, 2002
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