El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
El sexo, el sexo,
humana cosa
que cada tanto aflora
y grita enloquecido
de ciega libertad
y se abalanza y toca
y en todo lo que toca
delirio y fuego
danzan ese compás.
Que viene, te desborda,
te ata, te hace volar,
que ningún amor podrá
con esa piel desatada
a la que sólo interesa
ser tu amante y tu patrón
para poderte decir:
Ven, hagamos el amor,
aunque nada te prometo,
no sé si me gustará.
Y esas fueron
las últimas palabras
que dijo
el hombre aquél.
Ella, llena de furia,
lo comenzó a chupar
pero lejos, muy lejos
de la zona genital.
Ella jugaba
y se divertía.
El hombre gozaba
mientras se moría.
El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
Y el corazón humano
no puede con la bestia
y el hombre entontecido
mata su corazón,
mata su corazón,
mata su corazón.
Y ya nadie llorará por él.
sólo el caballo,
la yegua amada,
el mandril azul
la serpiente embobada.
Después, al volver
del encuentro
con la bestia,
no habrá nada
en su lugar,
ni siquiera selva habrá.
Miguel Oscar Menassa
De "Canciones [2003-2004]
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
El sexo, el sexo,
humana cosa
que cada tanto aflora
y grita enloquecido
de ciega libertad
y se abalanza y toca
y en todo lo que toca
delirio y fuego
danzan ese compás.
Que viene, te desborda,
te ata, te hace volar,
que ningún amor podrá
con esa piel desatada
a la que sólo interesa
ser tu amante y tu patrón
para poderte decir:
Ven, hagamos el amor,
aunque nada te prometo,
no sé si me gustará.
Y esas fueron
las últimas palabras
que dijo
el hombre aquél.
Ella, llena de furia,
lo comenzó a chupar
pero lejos, muy lejos
de la zona genital.
Ella jugaba
y se divertía.
El hombre gozaba
mientras se moría.
El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
Y el corazón humano
no puede con la bestia
y el hombre entontecido
mata su corazón,
mata su corazón,
mata su corazón.
Y ya nadie llorará por él.
sólo el caballo,
la yegua amada,
el mandril azul
la serpiente embobada.
Después, al volver
del encuentro
con la bestia,
no habrá nada
en su lugar,
ni siquiera selva habrá.
Miguel Oscar Menassa
De "Canciones [2003-2004]
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