Publicado en "La Cosa Nostra" número extra de 6 de diciembre de 1981:
Tengo toda la paciencia que tiene que tener un árbol perenne.
¿Se imaginan esa solemnidad?
Y no soy,
como dicen algunos de mis versos,
un pájaro cantor,
sino más bien,
cientos de pájaros cantores,
anidan en mis propias entrañas.
Soy, por eso,
la madre de lo que canta en cada pájaro cantor
y lo que crezco contra el tiempo,
hace efímero el vuelo de los pájaros,
me llaman: POESÍA.
Tengo en mí todas las muertes
y todas las vidas que de mí,
hicieron la eternidad.
Hombre de piel y amianto,
caricatura de un fuego contra sí mismo.
Porque la poesía es la que legisla ese saber,
y es en la poesía donde el deseo y la propia locura,
plasman su ser.
Y la poesía como sinrazón,
como estallido sangrante en medio de la vida.
Antes que la locura hablara por sí misma,
la poesía habló por ella.
Cuántas veces
vi explotar tu sexo entre mis signos de puntuación
y te lo dije:
Nena, tu amor no tiene límites,
te detendré en una palabra.
Locura y vértigo ya no tengo más
todo transcurre como si fuese necesario,
inevitable, ardiente
y en ese ardor,
todo lo que transcurre es poesía.
ELLA
desnuda en medio de mi pecho
ESTE SIGLO
se quedará a dormir conmigo.
Aquí parados,
en el centro de la tierra,
aquí donde la tierra
tiene la sordidez de los arrebatos.
Parados,
como una flor en la estación que le corresponde,
canto y mi voz,
es una voz entre otras voces.
A veces me dejo llevar
y ella me envuelve en su torbellino.
Palabra contra Palabra,
un cuerpo a cuerpo a veces insostenible,
y ella mientras tanto, en todos los casos,
es infinita.
VENGO A QUEBRANTAR LA ÚLTIMA ILUSIÓN
Entre mis brazos ella no podrá amar a nadie,
porque nadie podrá amarla como mis brazos,
porque yo soy el que nació para que ella no muriera.
Vértice de mí mismo,
me sostengo en Ella para sostenerla.
Y sin embargo Ella es libre y aún,
a pesar de su libertad,
sigue siendo conmigo,
como cuando nos encontramos la primera vez.
Anhelante de mí,
deseosa de mí,
joven, siempre joven a mi lado.
Desequilibrada
y hasta torpe de tanta libertad,
baila conmigo por primera vez,
UNA MÚSICA,
que seguramente bailarán los siglos venideros.
La POESÍA vaga sin saber, pero sabe.
La lujuria de saber en ella,
provoca automáticamente el olvido de todo lo aprendido.
Ella siempre es joven.
Ella ni siquiera descubre,
porque no tiene mundo conocido,
para descubrir en él lo desconocido.
Ella no tiene mundo.
Sólo savia peremne como lo humano.
Nacer y olvidarse de haber nacido.
Y morir para volver a nacer en otro sentido,
que por humano,
me hará sobrevivir en él
y me transportará hasta donde le sea posible,
a los humanos,
habitantes de todo el universo.
Ajetreo violento y celular,
dentellada feroz del tiempo contra la juventud
y también,
bálsamo fulgurante donde mi piel,
encuentra en el propio centro del tiempo,
la juventud.
Volando entre galaxias de nuevos pensamientos
mi vida se llenó de manos pasos.
Normal,
normal,
eso no pude nunca.
Soy una promesa y también,
el diente posterior de la nada.
La poderosa serpiente que le da vida a Dios.
Veneno y fe
y azúcares
y olores de azúcares quemados
y corales
y negruras
y tiempos de paz.
Comenzar diciendo:
hay un hombre en mí,
y no puedo dejar de decirlo a los cuatro vientos,
porque hay una inmensidad que me sobrecoge
y no cabe en mí.
Toda vanidad aunque nazca de mí
es propia de mi raza.
Ninguna locura,
es exactamente una locura personal.
Las personas no existen.
Pido a los espíritus de la noche,
que desarrollen en mí todo su poder,
que la máquina de escribir tiemble al compás:
Os convoco en plan amistoso.
No pido esta noche ninguna ráfaga de violencia,
para ninguna venganza,
ni siquiera pido el bálsamo divino,
para restañar ninguna herida.
No vengo alocado por la furia de no tener.
Ni vengo alocado por el dolor de haber tenido.
Vengo a conversar, mi mal es peor que la deriva.
Tejo entre sueños mis sueños.
Me revelo que no habrá paz,
despliego las velas en su totalidad
y ato mi vida a cualquier destino.
Detened mi rumbo si os place,
que mi rumbo, no es ningún rumbo.
Soy la loca y abierta poesía,
la única libertad.
La última borrasca sobre el mundo,
y también soy, la dirección de la borrasca.
En el propio centro de mi ser flamea el hombre.
Y sobre mí,
tu cuerpo de pantera amenazada.
Garras de bestia,
en el propio centro de mi corazón de niña.
Nacarada mortaja sobre mi cuello,
tus dientes,
blancos, roja sangre,
para la fiesta de los amantes encadenados.
Nácar y ausencia.
Palabras abiertas como manantiales.
Efímera luz
y al mismo tiempo, eternidad marítima,
pulpo estremecido en todas direcciones.
Perfecto plan para el hastío.
Incompletud,
Imperfección,
casi sublime impotencia de ser.
Y por eso, precisamente, a nadie pertenece.
Ella es universal, atlética y deforme.
Inexperta e impune a la vez.
Marca definitiva en un destino.
Desvío definitivo en una locura.
Entre sus brazos,
todo es carne volcánica.
Tiempo,
de sobrepasar también el tiempo.
Un fin de siglo a caballo de la Poesía.
Y que todos los sueños se hagan realidad,
no es un buen motivo para que la Poesía,
abandone su vértigo, su empecinado batallar,
contra todas las realizaciones,
también,
las realizaciones de nuestros propios sueños.
Brindo por la revolución,
porque nací en su tiempo
y por ser éste el tiempo de la furia
brindo por el amor a la revolución
y en ese amor,
bebo la sangre
y también,
bebo la poesía de la revolución.
Levanto mi voz,
como se levantan los estandartes,
para brindar por la mujer,
porque Ella es, de la revolución, su poesía.
En el intento de universalizar mi canto,
pongo sobre mi cuerpo las sedas del ocaso,
aprieto entre las piernas ferviente humanidad,
terráqueo sin medida
PALABRA ROTA,
descuartizado ser hacia el espacio,
brindo por mí.
Soy el cuerpo de la Poesía,
un canalla dispuesto a llevarse todo por delante,
también,
tu sonrisa de boba,
comiéndose las uvas a cualquier hora de la noche.
¡Oh lujuriosa tristeza!
me escondo en ese último racimo para morir,
entre tus dientes nacarados
-baba del siglo-
campanadas como de locura dentro de tu boca.
Delicado y fugaz,
me parto en tus entrañas como el cristal del tiempo,
como el cristal que suena en la garganta cósmica,
canción del universo.
Hago de las astillas una flor.
Dejo que los más pequeños rompan la flor entre sus manos,
y arrojen al viento las partes más bellas de la flor.
Estoy acostumbrado a cabalgar entre furiosas plantas,
árboles como furiosas bestias humanas enloquecidas,
en cualquier dirección y sin embargo,
cabalgo con elegancia.
Guardo las formas de aquel
que sabe vivir entre los muertos.
Caballero de la poesía,
monto en pelo
a lo indio,
una yegua con alas.
LA POESÍA PIDE LIBERTAD
y no precisamente una libertad medida por banderas.
La Poesía pide una libertad soberbia,
todo el Tiempo,
toda la maravilla de lo desconocido en esa libertad.
No una libertad que se deje posar en una estatua,
sino más bien,
una libertad que destruya todas las estatuas.
Ella ambiciona en esa libertad,
ser permanente presencia de lo humano.
Ella grita furiosa entre las piedras:
o todos o ninguno.
GARGANTA UNIVERSAL,
mientras sobre la tierra alguien no pueda el hombre,
no habrá hombre.
Cada hombre un hombre.
TEMBLANDO,
y entre el temblor el humo del cigarro
y termino llorando envilecido porque no puedo más
y en medio de tanta miseria, una grandeza:
el deseo ferviente de ser
esa libertad
ese hombre.
BESTIAL, libre también de libertad,
ella me hace saber que no podré.
Su libertad es infinita.
Más que una danza para ser bailada por todos,
una danza,
que tenga de todos el movimiento más preciso.
Viaja sin aparente retorno y no lleva,
ni armas ni alcohol para la travesía.
Sólo
humo y misterios.
Sangre y vergüenzas,
leches marinas,
pechos turbulentos para las bocas más sedientas,
opulento semen ascendiendo por las nacaradas paredes
de tu celda,
son todavía, tan sólo, onomatopeyas de lo humano.
Un intento, vano como otros,
de capturar con el nombre lo nombrado.
Mi tiempo no responde a ninguna cronología.
Mi locura infinita.
Entre bellezas marinas, rasgo tu piel,
te detecto imprecisa entre las leves hojas de papel.
AL VIENTO.
AL TIEMPO.
A LA POESÍA.
Tenaz entre tus muertos,
loca y viva, iridiscente ojo molecular,
llama de amor, la poesía,
tenaz álgebra purificadora, ardiente antiséptico,
contra los pequeños animalitos del bosque.
Nervio nocturno y luz. Músculos y masacre.
Carnes, vendimias de la carne. La poesía, tenaz en el futuro,
contra lo que pueda oler a podrido.
AL VIENTO. AL TIEMPO. A LA POESÍA.
Diosa indiscutible,
serpiente única capaz de ahogar mil páginas en un verso.
Metáfora ardiente de todo lo vivido.
Cien mil grados,
derritiendo a los pequeños dioses de la moral.
Fui libre todo lo que quise.
De tanta libertad,
me fui llenando los ojos de violentas miserias.
La soledad y el hambre en cada libertad,
se apoderaban de mi mente.
Y me quedaba rumiando la libertad,
como si la libertad fuera un pasto salvaje
y yo, una fiera.
Mordía una vez más ese vacío, inútil libertad
y salía a la calle
y los mercaderes me miraban con malos ojos
y algunos amigos me decían,
estás adelgazando,
seguir así,
te llevará al silencio.
Alguna tarde morirás.
Muerto,
yo los miraba entontecido sin comprender.
Envolvieron mi cuerpo con delicadas prendas,
como nunca nadie me había visto
y se gritaban unos a otros:
LA LIBERTAD VIVÍA EN ÉL.
LA LIBERTAD HA MUERTO.
Miguel Oscar Menassa
Tengo toda la paciencia que tiene que tener un árbol perenne.
¿Se imaginan esa solemnidad?
Y no soy,
como dicen algunos de mis versos,
un pájaro cantor,
sino más bien,
cientos de pájaros cantores,
anidan en mis propias entrañas.
Soy, por eso,
la madre de lo que canta en cada pájaro cantor
y lo que crezco contra el tiempo,
hace efímero el vuelo de los pájaros,
me llaman: POESÍA.
Tengo en mí todas las muertes
y todas las vidas que de mí,
hicieron la eternidad.
Hombre de piel y amianto,
caricatura de un fuego contra sí mismo.
Porque la poesía es la que legisla ese saber,
y es en la poesía donde el deseo y la propia locura,
plasman su ser.
Y la poesía como sinrazón,
como estallido sangrante en medio de la vida.
Antes que la locura hablara por sí misma,
la poesía habló por ella.
Cuántas veces
vi explotar tu sexo entre mis signos de puntuación
y te lo dije:
Nena, tu amor no tiene límites,
te detendré en una palabra.
Locura y vértigo ya no tengo más
todo transcurre como si fuese necesario,
inevitable, ardiente
y en ese ardor,
todo lo que transcurre es poesía.
ELLA
desnuda en medio de mi pecho
ESTE SIGLO
se quedará a dormir conmigo.
Aquí parados,
en el centro de la tierra,
aquí donde la tierra
tiene la sordidez de los arrebatos.
Parados,
como una flor en la estación que le corresponde,
canto y mi voz,
es una voz entre otras voces.
A veces me dejo llevar
y ella me envuelve en su torbellino.
Palabra contra Palabra,
un cuerpo a cuerpo a veces insostenible,
y ella mientras tanto, en todos los casos,
es infinita.
VENGO A QUEBRANTAR LA ÚLTIMA ILUSIÓN
Entre mis brazos ella no podrá amar a nadie,
porque nadie podrá amarla como mis brazos,
porque yo soy el que nació para que ella no muriera.
Vértice de mí mismo,
me sostengo en Ella para sostenerla.
Y sin embargo Ella es libre y aún,
a pesar de su libertad,
sigue siendo conmigo,
como cuando nos encontramos la primera vez.
Anhelante de mí,
deseosa de mí,
joven, siempre joven a mi lado.
Desequilibrada
y hasta torpe de tanta libertad,
baila conmigo por primera vez,
UNA MÚSICA,
que seguramente bailarán los siglos venideros.
La POESÍA vaga sin saber, pero sabe.
La lujuria de saber en ella,
provoca automáticamente el olvido de todo lo aprendido.
Ella siempre es joven.
Ella ni siquiera descubre,
porque no tiene mundo conocido,
para descubrir en él lo desconocido.
Ella no tiene mundo.
Sólo savia peremne como lo humano.
Nacer y olvidarse de haber nacido.
Y morir para volver a nacer en otro sentido,
que por humano,
me hará sobrevivir en él
y me transportará hasta donde le sea posible,
a los humanos,
habitantes de todo el universo.
Ajetreo violento y celular,
dentellada feroz del tiempo contra la juventud
y también,
bálsamo fulgurante donde mi piel,
encuentra en el propio centro del tiempo,
la juventud.
Volando entre galaxias de nuevos pensamientos
mi vida se llenó de manos pasos.
Normal,
normal,
eso no pude nunca.
Soy una promesa y también,
el diente posterior de la nada.
La poderosa serpiente que le da vida a Dios.
Veneno y fe
y azúcares
y olores de azúcares quemados
y corales
y negruras
y tiempos de paz.
Comenzar diciendo:
hay un hombre en mí,
y no puedo dejar de decirlo a los cuatro vientos,
porque hay una inmensidad que me sobrecoge
y no cabe en mí.
Toda vanidad aunque nazca de mí
es propia de mi raza.
Ninguna locura,
es exactamente una locura personal.
Las personas no existen.
Pido a los espíritus de la noche,
que desarrollen en mí todo su poder,
que la máquina de escribir tiemble al compás:
Os convoco en plan amistoso.
No pido esta noche ninguna ráfaga de violencia,
para ninguna venganza,
ni siquiera pido el bálsamo divino,
para restañar ninguna herida.
No vengo alocado por la furia de no tener.
Ni vengo alocado por el dolor de haber tenido.
Vengo a conversar, mi mal es peor que la deriva.
Tejo entre sueños mis sueños.
Me revelo que no habrá paz,
despliego las velas en su totalidad
y ato mi vida a cualquier destino.
Detened mi rumbo si os place,
que mi rumbo, no es ningún rumbo.
Soy la loca y abierta poesía,
la única libertad.
La última borrasca sobre el mundo,
y también soy, la dirección de la borrasca.
En el propio centro de mi ser flamea el hombre.
Y sobre mí,
tu cuerpo de pantera amenazada.
Garras de bestia,
en el propio centro de mi corazón de niña.
Nacarada mortaja sobre mi cuello,
tus dientes,
blancos, roja sangre,
para la fiesta de los amantes encadenados.
Nácar y ausencia.
Palabras abiertas como manantiales.
Efímera luz
y al mismo tiempo, eternidad marítima,
pulpo estremecido en todas direcciones.
Perfecto plan para el hastío.
Incompletud,
Imperfección,
casi sublime impotencia de ser.
Y por eso, precisamente, a nadie pertenece.
Ella es universal, atlética y deforme.
Inexperta e impune a la vez.
Marca definitiva en un destino.
Desvío definitivo en una locura.
Entre sus brazos,
todo es carne volcánica.
Tiempo,
de sobrepasar también el tiempo.
Un fin de siglo a caballo de la Poesía.
Y que todos los sueños se hagan realidad,
no es un buen motivo para que la Poesía,
abandone su vértigo, su empecinado batallar,
contra todas las realizaciones,
también,
las realizaciones de nuestros propios sueños.
Brindo por la revolución,
porque nací en su tiempo
y por ser éste el tiempo de la furia
brindo por el amor a la revolución
y en ese amor,
bebo la sangre
y también,
bebo la poesía de la revolución.
Levanto mi voz,
como se levantan los estandartes,
para brindar por la mujer,
porque Ella es, de la revolución, su poesía.
En el intento de universalizar mi canto,
pongo sobre mi cuerpo las sedas del ocaso,
aprieto entre las piernas ferviente humanidad,
terráqueo sin medida
PALABRA ROTA,
descuartizado ser hacia el espacio,
brindo por mí.
Soy el cuerpo de la Poesía,
un canalla dispuesto a llevarse todo por delante,
también,
tu sonrisa de boba,
comiéndose las uvas a cualquier hora de la noche.
¡Oh lujuriosa tristeza!
me escondo en ese último racimo para morir,
entre tus dientes nacarados
-baba del siglo-
campanadas como de locura dentro de tu boca.
Delicado y fugaz,
me parto en tus entrañas como el cristal del tiempo,
como el cristal que suena en la garganta cósmica,
canción del universo.
Hago de las astillas una flor.
Dejo que los más pequeños rompan la flor entre sus manos,
y arrojen al viento las partes más bellas de la flor.
Estoy acostumbrado a cabalgar entre furiosas plantas,
árboles como furiosas bestias humanas enloquecidas,
en cualquier dirección y sin embargo,
cabalgo con elegancia.
Guardo las formas de aquel
que sabe vivir entre los muertos.
Caballero de la poesía,
monto en pelo
a lo indio,
una yegua con alas.
LA POESÍA PIDE LIBERTAD
y no precisamente una libertad medida por banderas.
La Poesía pide una libertad soberbia,
todo el Tiempo,
toda la maravilla de lo desconocido en esa libertad.
No una libertad que se deje posar en una estatua,
sino más bien,
una libertad que destruya todas las estatuas.
Ella ambiciona en esa libertad,
ser permanente presencia de lo humano.
Ella grita furiosa entre las piedras:
o todos o ninguno.
GARGANTA UNIVERSAL,
mientras sobre la tierra alguien no pueda el hombre,
no habrá hombre.
Cada hombre un hombre.
TEMBLANDO,
y entre el temblor el humo del cigarro
y termino llorando envilecido porque no puedo más
y en medio de tanta miseria, una grandeza:
el deseo ferviente de ser
esa libertad
ese hombre.
BESTIAL, libre también de libertad,
ella me hace saber que no podré.
Su libertad es infinita.
Más que una danza para ser bailada por todos,
una danza,
que tenga de todos el movimiento más preciso.
Viaja sin aparente retorno y no lleva,
ni armas ni alcohol para la travesía.
Sólo
humo y misterios.
Sangre y vergüenzas,
leches marinas,
pechos turbulentos para las bocas más sedientas,
opulento semen ascendiendo por las nacaradas paredes
de tu celda,
son todavía, tan sólo, onomatopeyas de lo humano.
Un intento, vano como otros,
de capturar con el nombre lo nombrado.
Mi tiempo no responde a ninguna cronología.
Mi locura infinita.
Entre bellezas marinas, rasgo tu piel,
te detecto imprecisa entre las leves hojas de papel.
AL VIENTO.
AL TIEMPO.
A LA POESÍA.
Tenaz entre tus muertos,
loca y viva, iridiscente ojo molecular,
llama de amor, la poesía,
tenaz álgebra purificadora, ardiente antiséptico,
contra los pequeños animalitos del bosque.
Nervio nocturno y luz. Músculos y masacre.
Carnes, vendimias de la carne. La poesía, tenaz en el futuro,
contra lo que pueda oler a podrido.
AL VIENTO. AL TIEMPO. A LA POESÍA.
Diosa indiscutible,
serpiente única capaz de ahogar mil páginas en un verso.
Metáfora ardiente de todo lo vivido.
Cien mil grados,
derritiendo a los pequeños dioses de la moral.
Fui libre todo lo que quise.
De tanta libertad,
me fui llenando los ojos de violentas miserias.
La soledad y el hambre en cada libertad,
se apoderaban de mi mente.
Y me quedaba rumiando la libertad,
como si la libertad fuera un pasto salvaje
y yo, una fiera.
Mordía una vez más ese vacío, inútil libertad
y salía a la calle
y los mercaderes me miraban con malos ojos
y algunos amigos me decían,
estás adelgazando,
seguir así,
te llevará al silencio.
Alguna tarde morirás.
Muerto,
yo los miraba entontecido sin comprender.
Envolvieron mi cuerpo con delicadas prendas,
como nunca nadie me había visto
y se gritaban unos a otros:
LA LIBERTAD VIVÍA EN ÉL.
LA LIBERTAD HA MUERTO.
Miguel Oscar Menassa
No hay comentarios:
Publicar un comentario