Él era como dios
pero decir que estaba en todas partes,
[era poco.
Con su corbata negra, con su camisa de seda
[natural
parado
en plena mar
en el centro del barco ballenero
él, era el mariscal del aire.
Del aire, os digo, por su elegancia al respirar el mar
al tenderse, al detener su cuerpo marino
como un alga o como una madrépora.
De una elegancia de una deshonestidad
para guiar el barco ballenero.
Miguel Oscar Menassa
De "Los otros tiempos", 1970
viernes, 7 de octubre de 2011
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