domingo, 4 de abril de 2010

La mujer y yo

10

Cuando ella se desnuda con celeridad
y yo me retraso dando unas caladas,
me doy cuenta, que mi camisa azul
es el complemento, perfecto,
de sus tetas perdiendo la razón.
Después, mi pantalón marrón oscuro
con esas líneas rojas, leves del deseo,
haciendo juego como si fuera un cuadro
con el amarillo Nápoles de sus nalgas
y, después,
sus piernas abriéndose y cerrándose
tal cual los botones de mi camisa azul.
Y nos quedamos así una eternidad,
ella desnuda y yo con mi corbata,
italiana, de seda natural,
roja y palpitante haciendo juego
con su sexo a punto de gritar:
Estoy aquí, prendedme. Y con su mano,
delicadamente, colocada entre sus piernas
moviéndose al compás de la historia del sexo,
de pie sobre la cama comienza a cantar:
Un tango, una opereta, una jota, el violín
y suenan estridentes sus palabras de odio
y quiere vivir sola cuando viene la música
y me mira y baila para mí y me vence
sin haberme tocado con sus manos.
Son sus cabellos al viento
la congoja de su voz
gozando cuando canta.
Eso es, lo que de ella me enamora.

Miguel Oscar Menassa

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