VII
Somos la noche quieta,
la noche que no se ve ni en los sueños,
la noche partida, despedazada, abierta.
Cuando partimos, detrás de nosotros,
las arenas movedizas se lo tragan todo.
Es para no vernos partir,
que la noche se alumbra de dolor.
Viejos del mar, nos llaman
y ninguno de nosotros ha conocido el mar.
Nuestra penumbra es clara,
el manantial que nos abraza es el suburbio del desierto,
más adentro imposible, más perdidos que nosotros,
más sumergidos en la nada de nada, imposible.
Llegamos a lo más profundo sin hacer movimientos,
hacemos el amor,
prolongando nuestras frases hasta el paroxismo.
Nadie se resiste a nuestra manera de gozar,
por eso quieren eliminarnos.
Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos", 1995
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