Dedico este poema,
en general,
A Todos.
A Latino-América,
porque amo,
su futura explosión
A la famosa América del norte,
porque mi poesía, ...
canta también,
a todo lo que muere.
A la vieja Europa,
y también,
a la Europa segunda,
porque temo,
por el futuro en general,
del Hombre.
A mis amigos,
a mis bellas mujeres,
y a los sobrevivientes de cualquier matanza.
A los mugrientos,
en general
a los extranjeros,
a los que todavía,
no tienen,
lugar para vivir.
A los conquistadores,
a la famosa reina,
cristiana y masculina,
nuestra amada Isabel,
y a su Fernando,
amado,
su gran amor,
su cálculo perfecto,
y a cuanto delincuente,
haya pisado,
-sólo por el afán de la conquista-
nuestra pequeña y grande,
desorbitada América.
A las cálidas madres de mis hijos,
a todas las madres,
por haber soportado,
durante 5000 años,
la misma tarea.
A las mujeres del amor y de la rabia,
y digan lo que digan,
se lo dedico también a la mujer,
que tuvo,
la alegría,
para no morir.
La Pasionaria,
para quien,
cuarenta años,
de errores y ráfagas heladas,
no bastaron.
Y a Evita,
porque murió,
de un cáncer inmortal,
quiero decir,
de la ambición suprema,
comerse a sí misma.
A todos los malditos,
por una especie de amor,
por lo inútil,
de sus gritos al aire,
sin destino.
por las tremendas llagas
y los sublimes estallidos,
de sus infernales,
pobres locuras.
A mis amigos,
los únicos poetas de este siglo,
una especial dedicatoria,
Amigos,
NO VA MAS,
se trata
simplemente de escribir,
un verso más que ellos.
El Ultimo,
que diga,
así debe ser,
todo lo contrario.
Dedico este libro,
para desprenderme de ellos;
a los surrealistas,
y a su pálida sexualidad,
acontecida,
después de la guerra,
y rodeada,
de amados familiares,
porque la cuestión,
era,
no llegar al fondo.
En definitiva,
tocar
y partir.
Partan por los caminos,
idiotas,
nunca protejan,
su propio pan,
y amen,
con una especie de rabia,
mezcla,
de unos pocos demonios
y tontas drogas,
a la increíble puta,
la virgen loca.
Y con un dejo de paternal tristeza,
amen,
a Nadia,
la piojosa,
la sucia pordiosera.
Y vociferen,
por las dudas,
que tan poca mierda entre las flores,
no tenga,
su verdadero olor.
Reservo,
mis últimas dedicatorias,
para hablar de la muerte.
Yo fui Pichón Riviere,
nuestro amado,
el inventor de la locura grupal,
y pido,
al quedarme sin voz,
que no se diga nada.
Sepan,
no puedo responder.
Yo fui mis queridos muchachos,
los de los ojos desmesurados,
abiertos al futuro,
los de los grandes ojos ciegos,
LOS AMETRALLADOS,
y pedimos,
para no morir,
banderas,
millones de banderas,
y de la poesía,
todo su fuego eterno.
Yo fui los célebres muertos,
los que murieron,
sin nada que perder,
los desposeídos;
los del pan,
sólo en algunos y fugaces atardeceres,
y sin embargo,
de pocas palabras,
y por el miedo secular a la muerte,
seremos,
si todo va bien,
los Esclavos Modernos.
Y para nosotros
no pedimos clemencia.
Cadenas contra cadenas,
rozándonos infinitamente,
a causa,
de la gran cercanía entre los hermanos,
lo prometemos:
no detendremos la muerte,
pero el ruido,
será ensordecedor.
Fui la poesía muerta,
y desde entonces,
habitan con nosotros,
los mejores.
Para ellos,
el funeral último.
la cremación definitiva
y a volar,
porque ya escribimos:
que nuestras palabras inunden,
-con el sólo objetivo de inundar-
las poblaciones vecinas.
Que todo sirva,
no nos dejemos convencer,
porque si se trata de ser,
fuimos también,
la muerte de la muerte,
el tenebroso viaje por el submundo de los cementerios,
y entre las tumbas de los próceres,
fuimos,
el salvaje erotismo.
Las más pesadas lápidas y sus violentas inscripciones:
Aquí yace el cantor
y próxima a su tumba,
yace,
su enamorada,
y todo,
puede ser un ardid,
una negra maniobra.
Era el cantor de los cantores,
vivió,
cinco mil años.
Fui todo lo que murió,
con la gran bomba.
Los enjambres de sueños,
acribillados por las partículas,
-horrores de las metálicas transformaciones-
y la espléndida y portentosa
escupidera atómica.
La cagada final.
Soy por último,
y esta vez,
pido perdón por la violencia,
el muerto que habla.
Un milagro de la poesía.
Una feroz combinación,
de todo contra todo,
El Mutante,
el diabólico experimento de la locura,
contra el final atómico del siglo:
en una sola voz,
todas las palabras.
Y ahora puedo decir,
que a la bomba feroz,
y a sus consecuencias,
soy inmune.
Una especie de salvaje indomable,
bárbaro del estilo.
El imbatible,
bólido parlante.
Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América"
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