Es evidente, no sé a quién tengo que dirigirme.
Quisiera llamar la atención de todo un pueblo.
Gritar aullidos verdaderamente desgarradores.
Algo que nadie pueda olvidar, así, fácilmente.
Después antes de gritar, veo que es poco lo que tengo en mis gritos.
Un poco de libertad desesperada, un poco de convicciones juveniles.
Una mujer, me digo, una sola mujer en una sola cama, eso tal vez.
La soledad de la campiña, pobres nidos, pobres árboles muertos.
Un grito pequeño, encerrado en mí mismo, mirándome al espejo.
Un grito de mi boca, pequeña, a mi pequeño corazón sangrante.
Sólo para tocar, la roca de mi amor por mí, cuerpo enamorado.
Cuerpo deshabitado agujero del viento posible para el hombre
Romper con un pequeño grito los bordes de esa caricia eterna
Gritar, gritos pequeños, contra mi propia piedra, corazón.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987
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