Cuando ella volvía, después de los silencios,
siempre me encontraba, enamorado de mí mismo.
La invitaba un anís, amor, liaba un porro
y nos sentábamos a conversar tranquilamente.
siempre me encontraba, enamorado de mí mismo.
La invitaba un anís, amor, liaba un porro
y nos sentábamos a conversar tranquilamente.
Nos entretenía el sonido de nuestras voces.
Una mezcla del humo entrecortado y palabras.
Nos abríamos a cualquier misterio del alma
y nos abríamos, también. a cualquier solución.
Nos abríamos a cualquier misterio del alma
y nos abríamos, también. a cualquier solución.
No dejábamos nada, para otro momento,
en cada palabra. en cada voluta de humo,
el universo se desprendía de nosotros.
en cada palabra. en cada voluta de humo,
el universo se desprendía de nosotros.
Y, así, cantábamos todo el día y la noche
y no nos preocupábamos de ningún cansancio,
porque al alba, la muerte, nos haría callar.
y no nos preocupábamos de ningún cansancio,
porque al alba, la muerte, nos haría callar.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987
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