Soy un cobarde, me digo al levantarme,
cuando me pongo a escribir no puedo,
luego escribo pero ya no soy yo.
Como me pasa a mí con el cuerpo,
cuando me acaricias no siento nada
luego mi cuerpo se pone loco de pasión
pero ya no es mi cuerpo.
Podríamos decir, le digo entonces,
que poema y amor es otro
el que por mí lo hace.
Sentirás el amor en tu cuerpo
y pondrás tu nombre al final del poema
pero vaya a saber qué fantasma o sombra
hizo ese amor, escribió ese poema.
Una vez, recuerdo, un gran marino
se posó en mi mano derecha
y escribí versos donde el mar me amaba.
Y con la mujer del aliento perdido
fui todo el tiempo viento desesperado
y nunca llegamos al amor o a la letra
pero rompimos la montaña, hicimos la noche.
Recuerdo, recuerdo, dijo ella,
cuando fuimos esas águilas fusiladas
y tu escribías de nuestra patria
y del dolor
y de la sangre caída inútilmente.
Sí, mi querida, mi pequeña,
es cuando el amor me atropella
que puedo amarte, dejarme poseer
y ahora, como un indio resignado,
dejo caer la pluma y sueño
que soy libre y feliz.
Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo", 2003
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario