Movimiento único y desparejo,
como si fuéramos mil haciendo el amor,
cada vez que se cruzaban tus piernas con las mías.
Éramos viento y nube y todo pasaba,
entre mi mano y tu cintura.
Crepúsculo donde mi taconeo
y la violencia de tus tetas,
otros ruidos,
otros pedazos de carne macilenta,
ponían en la noche de la ciudad,
un sonoro ritmo entre la selva.
Avena y luz para esta yegua entre mis brazos,
jinete, inesperado, de la noche, tango.
Amanece. Siento mi ser sobre tu ser.
Aspiro profundamente tu semen amado,
porque tu semen, también, es una lágrima
y borracha y loca entre tus brazos giro
y en el girar,
tus ojos me detienen y sos mi macho.
Ella me lo dice con toda la boca abierta:
si querés,
me mato una tarde cualquiera por vos,
envilecida y fantástica,
hembra y sol,
como si la vida fuera eso,
compás final.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987
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